martes, 23 de diciembre de 2014

COOPERATIVISMO - SINDICALISMO - MUTUALISMO

L - COOPERATIVISMO - SINDICALISMO - MUTUALISMO

E
l movimiento cooperativista es uno de los más impor­tantes de Europa en el siglo XIX desde el punto de vista social y económico. Es casi exclusivamente una corriente de la clase obrera y en algunas ocasiones de los trabajadores rurales, no llegándose a extender a la clase media.

En 1895 el arzobispo de Montevideo, Mariano  Soler, en su Pastoral sobre “La Cuestión Social”, marcaba la necesi­dad de promover cooperativas de producción, crédito y consumo. Las cuales se llevarían adelante a imagen y seme­janza de las europeas.

Sin ninguna duda la acción social de la Iglesia en este tema fue importantísima, en los Congresos y Asambleas:

-Segundo Congreso de los Círculos Católicos de Obreros (agosto-octubre de 1902): “Cooperativas de ahorro y crédi­to” por el Dr. Elbio Fernández. Dentro de dicho Congreso se resolvió la fundación de Bancos de Anticipos, Bancos Popu­lares y Cajas Rurales, es así que comienzan a nacer la Caja Obrera (1905) en Montevideo y las Cajas Populares de Pando (1907), San José (1909), Trinidad (1913), Durazno (1914). Esta experiencia fue compartida por el Banco República.

-Primera Semana Social del Uruguay (noviembre de 1912): “Sindicatos agrícolas. Condiciones religiosas, morales y económicas de nuestra agricultura. Funcionamiento de los sindicatos” por el Pbro. Fernando Damiani. “Las Cajas Rura­les” por el Dr. Miguel Perea.[1]

Por su parte la Federación Rural, no veía con malos ojos este movimiento. Por ejemplo dentro del numeral cator­ce de su acción económica-social establecía: “Dedica espe­cial atención al fomento de las sociedades cooperativas para la explotación de las pequeñas industrias rurales”.[2]

Mientras tanto los partidos también colaboraban con el cooperativismo: sin duda la Unión Cívica lo llevó adelante, el Partido Nacional bregó por el desarrollo de dicho movi­miento influido por la doctrina social-cristiana, y el batllismo también lo apoyará por intermedio de algunas iniciativas, la fundación de cooperativas de consumo y también impulsará cooperativas agropecuarias según el modelo norteamericano.

Es así que Eduardo Acevedo Álvarez veía: “Sólo deseo destacar, por las proyecciones que puede  tener sobre nues­tra agricultura el movimiento cooperativista que en los últimos años ha tomado  incremento en los Estados del Oeste de la Unión Americana...

Todos los beneficios que surgen de las cooperativas deben llegar también al Uruguay. Pero la obra de propaganda no es suficiente.

Es preciso que el Estado colabore en la Formación de esos institutos y adelante una parte del capital a dichas organizaciones.

Cuando las cooperativas están en auge en nuestra campa­ña, y gracias a su acción puedan los granjeros producir mejor y vender a más altos precios, entonces esas socieda­des devolverán al Estado el capital adelantado que permiti­rá iniciar nuevas instituciones de esa naturaleza”.[3]

En 1923 el diputado Gabriel Terra señalaba cual debía de ser el papel del cooperativismo en el desarrollo social: “Por un lado el cooperativismo trata de hacer desaparecer esas miserias, no encontrando, como el socialismo, al obrero desamparado ante el salario solamente; no provocando la lucha de clases sociales,  -la clase media, que también sufre, y sufre tanto como la clase proletaria- explotados en el momento que consume la riqueza...

La escuela marxista, la escuela socialista avanzada, quieren socializar los medios de producción en una forma violenta. Los extremistas, que son los que dominan, no indemnizando a los actuales propietarios su riqueza, bien adquirida muchas veces por el trabajo, por el esfuerzo propio, o por el esfuerzo hermanado de los antepasados.

La fórmula cooperativa resuelve ese problema de la socialización de los medios de producción, representando lo que hay que respetar: la propiedad justa y legítimamente adquirida”.[4]

Algunos casos que podemos estar mencionado son:

1910- 54 accionistas agricultores constituyen la “S.A. COOPERATIVA NUEVA PALMIRA”, en los rubros de tienda, alma­cén, ferretería y maquinaría agrícola.

1917- 10 viticultores de la zona de Colón, crearon la “SOCIEDAD COOPERATIVA REGIONAL DE VITICULTORES”.

1920- Instituto Nacional Cooperativo, presentado por el Ministro del Interior, Gabriel Terra, su radio de acción eran los empleados públicos; cooperación de consumo.

1922- en Paysandú se creó el primer “Sindicato Agrícola Cristiano”.

1923- un grupo de agricultores piamonteses de Soriano constituyen “SOCIEDAD COOPERATIVA DE CAÑADA NETO”, en los rubros de panadería, almacén, tienda, bolsas de hilos, ferretería y compra de frutos.

-“SOCIEDAD SALADERIL SALTEÑA”.

-un proyecto sobre régimen legal de las sociedades cooperativas, por el diputado Dr. César Mayo Gutiérrez.

-en noviembre el Consejo Nacional de Administración, presenta el proyecto de ley por el cual se creaba el Insti­tuto Cooperativo Rural.

1924- el 31 de julio proyecto de monopolio del alcohol y cooperativas de administración mixta, presentada por los representantes Don Gilberto García y Dr. Manuel Albo.

-octubre, proyecto de los diputados Sres. Simón Amighetti e Isaías Ximénez sobre fomento de las cooperati­vas.

1926- 3 de mayo, ley general de cooperativas, proyecto del diputado Sr. Gilberto García Selgas.

-11 de octubre, cooperativas de consumo del Banco Hipotecario, proyecto de Ricardo Cossio.

1927- Sociedades cooperativas distributivas, proyecto del Dr. Arturo Lerena Acevedo.

Para muchos de los núcleos el cooperativismo es simple­mente un método práctico para abaratar el costo de la existencia diaria. Muchos de sus activistas sostuvieron que no sólo era social y económico, sino también lo era políti­co. Se aspiraba a una República en la que productores y consumidores organizados en asociaciones voluntarias, controlasen la producción y el consumo.

Se podría llegar a tal idea, sin revoluciones y sin la intervención del Estado, siendo el camino el desarrollo de la libre iniciativa de los hombres trabajando en asociacio­nes voluntarias.

Batlle postula la necesidad de que se constituyeran asociaciones gremiales, tanto de productores, de empleados como de obreros, entendiendo que en ellas radicaría uno de los métodos de mayor eficacia y trascendencia en el plano de la lucha por un mayor bienestar.

Para ir modificando el orden social vigente, el bat­llismo propugna la difusión de las prácticas cooperativas. Advierte, empero, que dejado libremente la tarea al solo impulso de la clase trabajadora, difícilmente ha de progre­sar. Esta tarea le incumbe al Estado y debe propulsar el movimiento de cooperación aportando los recursos necesarios y estimulando a los distintos gremios hacia la acción constructiva.

El Estado ha de alentar a los productores para que se agrupen, para que elijan su comisión Directiva, para que organice una Caja sobre la base de pequeños aportes. Hay que impulsar al agricultor, al pequeño estanciero, y, en general, a los demás productores asociados.

El sistema cooperativo puede ser, en suma, un método que contribuya a la mejor distribución de la riqueza, máxime si el Estado la protege con la energía coactiva de que él dispone. También en este sentido, el batllismo aspira a extender la zona de influencia estatal.

En las fuentes de inspiración de Batlle especialmente en el krausismo, uno de los autores, Arhens se manifestaba a favor del cooperativismo. “La asociación industrial, agrícola o comercial, para ser completa, integral, exige, pues, que todos sus miembros participen de ella por el capital, por el trabajo y por la parte que toman en la constitución e intervención de la administración. Tal es por lo menos el ideal propuesto al movimiento económico, que no se conseguirá de golpe y ni se dejará forzar por ninguna medida ni intervención del Estado, pero que se realizará lentamente, a medida que la clase obrera avanza en la cultura intelectual y moral. Las asociaciones, en el orden industrial y agrícola sociedades productivas o coope­rativas por excelencia, resolverán mejor en la práctica las controversias teóricas que han de subsistir todavía por largo tiempo sobre las nociones del capital y del trabajo, y sobre sus relaciones en punto a la producción y la     distribución de los bienes...

El derecho de fundar una asociación se deriva inmedia­tamente del fin racional que tiene a alcanzar, que debe ser, por consecuencia, independiente de la autorización previa de un poder administrativo cualquiera; es, pues, una ley que debe fijar las condiciones generales bajo las cuales puede ejercerse la facultad de asociación por todos los miembros del Estado. Una ley semejante debe sentar igualmente los principios generales según los que deben establecerse las relaciones principales entre todas las partes de una asociación, entre los directores o adminis­tradores y los accionistas, por lo que respecta a la elec­ción, a la gestión de los negocios, etc. Como un nuevo género enteramente particular de asociación tiende a cons­tituirse en las sociedades cooperativas de producción, nuevas relaciones suscitarán nuevos problemas que el dere­cho resolverá según los principios de humanidad y de igual­dad ... En todos los casos la ley debe favorecer cuanto sea posible el ejercicio del derecho de asociación, porque ésta es a la vez una importante palanca moral que combina el interés individual con el interés común, y despierta fre­cuentemente los nobles móviles de auxilio, de benevolencia, de desinterés, y porque es también una de las condiciones principales de progreso pacífico y de una reconstrucción del orden social por grupos coherentes y asociaciones libres cooperativas”.[5]

La primera organización obrera uruguaya de que tenemos noticia es de 1865, y corresponde a los obreros tipográfi­cos que se coaligan especialmente con propósitos mutualis­tas. Esta fecha corresponde en toda América Latina con la formación de sociedades similares: la sociedad “Tipográfi­ca” de Chile de 1853 es la primera y la última es la “Unión Tipográfica” de Buenos Aires en 1878.

Otras organizaciones:

-Centro de Almaceneros Minoristas (1892)
-Liga de Propietarios Urbanos de Montevideo (1905)
-Liga de Defensa del Comercio Minorista (1916)

Por otro lado la Liga Rural y Cámara de Industria.

El cónsul general en el Brasil por parte de nuestro país, el señor Bernárdez, se detendrá a ver la marcha de las ideas cooperativas en el vecino estado. “La idea de la agremiación cooperativa con fines econó­micos y sociales, que tan extraordinarios proyectos están haciendo en todos los países civilizados, viene de cierto tiempo a esta parte propagándose en distintas regiones del Brasil... El Ministro de Agricultura Federal ha promovido en este rubro una obra de gobierno seria y profunda, orga­nizando una dirección del cooperativismo que, más que de otra cosa, se cuida de orientar las iniciativas, sugeridas a veces, ilustrarlas siempre en sus relaciones con la legislación y evitarles insucesos por los medios posibles. A esta acción directriz y discretamente tutelar, ha acompa­ñado una propaganda de hechos sobre el terreno, en varias regiones donde el pensamiento cooperativista ha aparecido con ostensible capacidad para traducirse en fórmula positiva”.[6]

El órgano de prensa “La Defensa Comercial” establecía sus inquietudes ante las próximas elecciones: “Una vez más todavía se realizarán en la República las elecciones gene­rales sin que los ciudadanos que son miembros del comercio o de la industria intervengan en ellas haciendo valer ese carácter... Está bien que el comerciante o industrial que prefiera un partido político a su profesión vote con aquél; pero habrá muchísimos otros industriales o comerciantes para los cuales su profesión y sus intereses legítimos están antes que las ideas políticas... Y estos últimos también tienen indiscutible derecho a emplear su voto en una jornada de la cual deriva, incuestionablemente, todo el porvenir del país”.[7]

Los resultados electorales del 30 de noviembre de 1919 depararon: Unión Democrática 686 votos en Montevideo lo que equivale al 1.20%; en el resto del país cero voto, lo que determina que obtuvo el 0.35% de los voto emitidos, no llegando a obtener ni una banca.

En 1923, ante la dificultades que estaba viviendo el medio rural, Ernesto A. Bauzá establecía en El Día: “Y Francia multiplica a diario sus cooperativas y lo que sucede en Francia se repite en el rincón más apartado del mundo una vez que el verbo cooperativo muestre hasta donde la fusión de los productores o consumidores es capaz de hacer sentir su acción benéfica abaratando la vida, regu­lando beneficios; nace la cooperación de necesidades impe­riosas que nada ni nadie puede colmar en mejor forma que los propios interesados, de necesidades permanentes y sin la más mínima solución de continuidad siendo con justicia que Cheysson, buscando la más neta diferenciación entre mutualismo y cooperación, decía la mutualidad se aplica a resolver las crisis de la familia, mientras que la coopera­ción actúa dentro del funcionamiento normal de aquélla; la primera ópera en un terreno patológico, mientras que la última juega su rol en un territorio fisiológico por com­pleto, en una palabra, mientras la mutualidad sería un expediente del dominio de la terapéutica, la cooperación entra en el orden de la higiene social...

...Y estas perspectivas se vuelven más netas cuando analizamos el movimiento cooperativo mundial que se opera al presente, movimiento nacional e internacional, vinculan­do los individuos y las sociedades, dando origen a la cooperación en segundo grado o aparentando el nacimiento de la cooperativa integral, etc.

Si la cooperativa es una empresa colectiva integrada por aquellos que son heridos en la repartición de la rique­za surgiendo a la vida con la intención de restablecer el equilibrio distributivo, si son ellas instituciones socia­les cuyo fin es hacer obtener a sus participantes la más fuerte remuneración a su trabajo (producción, mano de obra, etc.), eligiendo como medio la unión de los elementos deseosos de procurarse aquella ventaja, si el principio esencial en el régimen cooperativo es el principio distri­butivo, si en ningún organismo, mejor que en los de este género se contempla más equitativamente los intereses de todos (minucidad del voto en las asambleas con independen­cia del número de acciones que se posea, afectación de los beneficios a prorrateo del aporte de operaciones, etc.), ¿qué puede oponerse a una vasta campaña en favor de la fundación de cooperativas, elementos básicos de nuestra independización económica?[8]

Gabriel Terra siendo diputado por Durazno presentará en la Cámara un proyecto de ley sobre la cooperativa agraria:

Artículo 1º. Las Comisiones de Ganadería y Agricultura del Cuerpo Legislativo, la Asociación Rural y Federación Rural, con la cooperación del Ministerio de Industria, provocarán la asociación de todos los elementos productores del país, ganaderos y agricultores, para formar “La Coope­rativa Agraria de la República”.

Art. 2º. Será misión de La Cooperativa Agraria de La República:

a)      La defensa permanente de las industrias.

b)      Reglamentar la venta de los productos de la ganade­ría y de la agricultura en Tabladas y Mercados, proponiendo al P. E. periódicamente, y si es posible en combinación con representaciones de la industria en los países, las bases del impuesto sobre la desvalorización.

c)      La fundación y prestigio del Frigorífico Nacional.

d)      La fundación y prestigio del Banco Ganadero Agrícola e Industrial, o la formación de una sección principal e independiente en el Banco Hipotecario, con recursos propios de ese Instituto, que llene esas primordiales aspiraciones de crédito a las industrias con toda la intensidad que permitiere la actualidad económica.

Art. 3º Como primer recurso para la organización de la Cooperativa Agraria de la República, créase un impuesto de un centésimo por hectárea de campo, que se llamará el “Impuesto de la Defensa”, y que  se cobrará conjuntamente con la Contribución rural, en las planillas impagas, y se exigirá por separado a los que hayan pago el impuesto”.[9]

Al año siguiente siendo Ministro, Terra propone la creación de cooperativas para los funcionarios públicos debido a su difícil situación económica por la cual estaban atravesando: “La solución se encuentra en la organización de cooperativas. La compra en gran escala, la supresión de los intermediarios, la reducción de los gastos suntuarios o de propaganda, permite suministrar a los asociados los artículos necesarios con una economía tan grande que en realidad les produce los mismos resultados que si fueran acreditados a sus sueldos”.[10]

El Ministro Gabriel Terra, en 1925 establecía: “...El cooperativismo, en un sentido amplio, lo define uno de sus apóstoles, profesor de la Universidad de París, que se ha constituido en un propagandista entusiasta, formando gran número de discípulos -Carlos Gide-, diciendo que es un organismo en que un número de personas, sintiendo las mismas necesidades, se asocia, y por medios colectivos, trata de obtener transacciones en mejor forma de las que podrían resultar de los medios individuales.

¿Cuál es el fin del cooperativismo? Es suprimir el beneficio, es suprimir la ganancia del intermediario, es ir al justo precio.

El cooperativismo es la única fórmula científica de abaratar la vida. Nosotros hemos puesto en práctica algo que está en las legislaciones europeas: las leyes que se llaman de subsistencia; es decir, que dan a los gobiernos y a los municipios la facultad de señalar el precio a los artículos”.[11]

En reportaje realizado al ingeniero Arturo Abella, jefe de la Sección Crédito Rural del Banco República establecía: “...es importante hacer notar que, partiendo de la simple sociedad, comisión de fomento o asociación rural, como las que funcionan en el Uruguay, puede constituirse agrupacio­nes netamente económicas para los fines siguientes: crédi­to, venta en común, compra en común (consumos), seguros y producción.

La cooperación  con un fin puramente “social” trae el desarrollo cooperativo de alguna de esas finalidades y puede decirse, en general, que de una forma cooperativa es posible también derivar otras no menos importantes.

A mi juicio el movimiento cooperativo en los países del Río de la Plata deberá orientarse en el sentido de utilizar las fórmulas de responsabilidad limitada…”.[12]

En la década del 20, Julio Mª Sosa realiza dos viajes a Europa, en los cuales se  conecta con Albert Tomas, secre­tario de la Oficina Internacional del Trabajo. Por otra parte Sosa fue el representante por nuestro país ante la Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (Suiza) en 1927.

Concentrémonos en el interés de  Sosa por el cooperati­vismo siendo él quien más se destaque en esta corriente: “Vivimos en plena época de cooperativismo. El esfuerzo individual es anodino y oneroso. No se confunde esto con el “soviet” o con el “trust”. Yo he recorrido Dinamarca, Holanda, Italia y Francia. He  querido comprobar “de visu” lo que dicen las revistas y los libros. Ningún agricultor y ningún ganadero proceden por su sola cuenta en cuanto a su producción. Los sindicatos o cooperativas en cada localidad están a cargo de la colocación de los productos según su naturaleza. La cooperativa agrícola, la cooperativa frutí­cola, la cooperativa del cuero, la cooperativa de la lana, la cooperativa del aceite y hasta de las flores en muchos casos, sobre todo  en Holanda y en Bélgica, donde por el calor de estufas o cañerías, se cultiva en invierno, por ejemplo, lo que es propio del verano. Los productores se agremian, se ayudan, se organizan, con cajas comunes y créditos colectivos, con depósito y silo, molinos, y hasta fábricas de transformación, no pocas veces para ser a la vez productores y vendedores, sino intermediarios, que disminuyan o rebajen el margen de ganancias. Los hombres que dirigen esos sindicatos o cooperativas están en contac­to por medio de agentes de gran competencia, con los merca­dos de consumo directos, con los compradores, y vigilan las oscilaciones de los precios y saben cuándo debe salirse y cuándo debe esperarse. El productor no se apura porque la caja de créditos de la cooperativa lo auxilia, pero tampoco especula con posibilidades ulteriores desde que conoce perfectamente la elasticidad y la rigidez del mercado, según la ley que tantas veces nosotros olvidamos, de la oferta y la demanda y hasta la situación misma de la indus­tria... todo se hace en base de cooperación, de mutuali­dad, de apoyo recíproco entre los productores. La solidari­dad reemplaza a la individualidad... Pero cómo es que no han prosperado las cooperativas para explotar el negocio (la remolacha azucarera) y otros en gran escala en diversas regiones propicias del país sobre las carreteras o ferroca­rriles? ¿Qué, necesitan estímulos? Otórguense ampliamente. Esa es la misión del gobierno, más resolutiva y más fecun­da. Cómo transformaríamos el país en pocos años, cómo lo poblaríamos, cómo lo enriqueceríamos, cómo propiciaríamos nuestra independencia económica!     

Hay que fomentar asimismo, la formación de la chacra y de la granja con una serie de pequeñas industrias deriva­das, todo sobre la base de cooperativas de producción y de comercio, Caja de Crédito, Usinas locales, etc., etc. El secreto de la prosperidad de la campaña francesa y de la campaña italiana, por ejemplo, es ese enorme desenvolvi­miento de la cooperación que ahorra gastos, que suprime intermediarios, que hace de cada agricultor modesto el dueño y el árbitro, realmente, de sus negocios, condiciona­dos a asesoramientos técnicos de invalorables proyecciones económicas. El labrador aislado no avanza. La asociación  de labradores asegura y mejora incesantemente el bienestar. ¿Por qué no hemos de poder ensayarlo nosotros, no sólo en la agricultura, sino también en la ganadería?”.[13]



[1] Jacob, Raúl- El cooperativismo agropecuario: géne­sis y debate ideológico. Montevideo. 1984. págs. 14-15.
[2] Revista de la Federación Rural Nº 5. Octubre de 1918. pág. 73.
[3] El Día. número Extraordinario. Junio, 30 de 1928.
[4] Terra, Gabriel- Instituto Cooperativas de la Repú­blica. Montevideo. 1931. págs. 8-17.
[5] Varios- Krause - Tiberghien. Estudios y selección de textos. Montevideo. 1988. pág. 210.
[6] El mutualismo en el Brasil. El Día. Enero, 7 de 1914.
[7] Las próximas elecciones. La Defensa Comercial. Enero, 6 de 1917.
[8] Cooperativismo agrario. El Día. Febrero, 19 de 1923.
[9] La Cooperativa Agraria. El Día. Abril, 3 de 1923.
[10] Cooperativas. El Día. Agosto, 13 de 1924.
[11] Terra, Gabriel- Cooperativismo y socialismo. Subdivisión de la tierra. Montevideo. 1921. págs. 7-80.
[12] Los sindicatos agrícolas. El Día. Diciembre, 9 de 1924.
[13] Fernández Prando- Op. Cit. págs. 83-84.

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