viernes, 24 de abril de 2015

EL MODELO VIII SOCIAL

E - EL MODELO SOCIAL
En el Simposio sobre política de desarrollo social, realizado en Santiago de Chile, en el mes de abril de 1982, fue varias veces citado José Batlle y Ordóñez como el pionero del reformismo social en el continente. Desde el discurso inicial de  Carlos Martínez Sotomayor, director regional de UNICEF, hasta el trabajo del senador brasileño, sociólogo Fernando Henrique Cardoso, menudearon las refe­rencias a un proceso histórico que comienza en Uruguay a principios de siglo.

Para el inicio de esta sección viene bien lo expuesto por "The Montevideo Times" en 1911: "Algunos años atrás la demanda era "dennos tranquilidad política"... En los últi­mos años, sin embargo, un nuevo factor negativo ha apareci­do bajo la forma de "problemas laborales", y éstos amenazan convertirse en un peligro y una desventaja para el progreso tan grande como lo eran antes las perturbaciones políticas que hasta cierto punto han reemplazado. De hecho no sería exagerado decir que de las dos, éstas son las peores...".[1]

Es claro que una vez solucionado el problema político debía de buscarse resultados a los conflictos sociales que quedaban relegados  por los acontecimientos políticos.

La inclusión de esta temática se hace presente desde la primera presidencia de Batlle, en tanto asumirá un papel de mediador desde la esfera del poder entre el capital y el trabajo. El concepto orientador de esta política estaba basado en la concepción solidarista, igualitarista, entre las dos partes que se enfrentaban: "patrón-trabajador", donde se buscará defender a los más débiles dentro de la sociedad. En este aspecto no se rechazarán los aportes que realizarán el socialismo, el catolicismo social y el anar­quismo.

El cambio de mentalidad es impuesto desde las esferas superiores del gobierno con la postura que éste asumió en determinados casos, por ejemplo con los agitadores y el comportamiento de las fuerzas públicas en aquellos casos donde se dieron los conflictos.

En este aspecto la figura de Domingo Arena se destaca con luz propia. No acepta el concepto de lucha de clases como motor de la historia y parte de una visión filosófica liberal, humanista, inconciliable con la visión materialis­ta.

Se veía la urgente necesidad de resolver los problemas de orden social por medio de leyes previsoras y bien media­tas que contribuyeran a mejorar la situación de los obre­ros.

No se dejó de lado la política de represión violenta por parte del gobierno, pero fue más frecuente la adopción de una política de prevención o atemperamiento del conflic­to social, instrumentada por intermedio de las sanciones o proyectando una amplia legislación obrera.

Como hemos visto a lo largo de este capítulo cada iniciativa contaba con el apoyo de unos y la reprobación o el poco agrado por las medidas adoptadas de otros sectores políticos y sociales; en este aspecto no se darán las excepciones.

Se busca el adecuado equilibrio entre capital y trabajo para poder darle una solución a la "cuestión social".

En síntesis la cuestión social es el problema, funda­mentalmente por su componente económico. Su origen radica en el modo de producción y de distribución que virtualmente hace al patrono dueño del trabajo, mientras el trabajador debe optar entre la venta de sus energías o la segura pobreza. Batlle veía tal situación de la siguiente manera: "El empresario percibe como ganancia lo que importa su trabajo de tal y lo que importa la parte de trabajo que sus obreros, obligados por el hambre, se han comprometido a no cobrar. Desde ese momento el empresario se apropia una parte del trabajo de sus obreros. Y una situación así se consolida hasta el punto de que pasando después el importe de ese trabajo a otras manos, por efecto de la competencia, los mismos empresarios de espíritu justo se vieron imposi­bilitados de modificarla".[2]

Varias fueron las formas y varias fueron las trabas que frenaron las iniciativas del gobierno, por ejemplo el proyecto de Brum en 1916, sobre alimentos a los pobres obreros que carecen de trabajo: "Cuando se trata de hacer contribuir a los ricos, con mayores cargas, al progreso y al bienestar general, para aliviar a las clases menos pudientes o proletarias, la oposición pone el grito en el cielo.

Cuando se trata de dar de comer a los pobres que no pueden ganarse la vida por falta de trabajo, la oposición desenfunda sus armas para combatirlo".[3]

1 - Movimiento obrero


El Día vio desde un principio con buenos ojos la orga­nización de los obreros: "El movimiento de asociación obrera y huelguista que se está desarrollando en Montevideo ha tomado ya una importancia bastante considerable para que la prensa se ocupe de él. He aquí una clase social numero­sísima, y poderosa por tanto, que había vegetado hasta ahora entre nosotros sin que se ocupase solidariamente de sus intereses ni dar muestras de vida, y que, de pronto, despertada por el rumor de la lucha que sostiene esa misma clase social en casi todas las naciones del mundo civiliza­do, se dispone a hacer valer sus aspiraciones y derechos de una manera inteligente y eficaz. ¡Saludémosla! ... Se ha dicho que no tiene oportunidad ni razón de ser en un país como el nuestro, de territorio abundante y escasa pobla­ción, donde la vida es fácil para todos y donde el hombre trabajador no está sujeto a las penurias, a la miseria a que se ve sujeto en otros pueblos donde la población es más densa y los medios de vida proporcionalmente mucho más escasos... Aquí también hay penurias, grandes penurias para el obrero. Se ha comprobado que en los tranvías se trabaja rudamente de quince a diez y seis horas diarias, con lo cual no restan al empleado de esa empresa más que ocho o nueve que debe repartir entre el reposo y el cultivo de sus tendencias intelectuales y morales, de sus relacio­nes sociales, de sus relaciones de familia, etc...

Entre nosotros, el movimiento obrero debe ser conside­rado como el advenimiento del pueblo trabajador a la vida pública, y así visto ese movimiento adquiere una importan­cia nacional...

Hoy reclaman solamente una reducción de trabajo y un aumento de salario, y a esto limitan su acción; pero mañana reclamarán honradez administrativa, leyes protectoras de sus derechos y finanzas que tengan también por objeto el bienestar del pueblo, de cada uno de ellos, y no el encum­bramiento de algunos jugadores de bolsa y de otros tantos miembros de los poderes públicos".[4] En sus primeros pasos sufrirán la derrota en su lucha los obreros, pero el tiempo les permitirá aprender los mecanismos para transformarse en un movimiento fuerte y solidario.

"Simpatizamos con las huelgas. Cuando una se produce y se produce bien, de una manera reflexiva, con probalidades de éxito, con elementos de resistencia que ponen verdadera­mente en jaque a los patrones, nos decimos: he ahí los débiles que se hacen fuertes y que, después de haber implo­rado justicia, la exigen...".[5]

Al enviarse en 1906 el mensaje al Parlamento sobre la legislación obrera, se entendía que la cuestión obrera resuelta y aplicada como ley del Estado representaba, para la sociedad y para la industria, garantías de equilibrio común, las cuales no pueden ser eficaces ni estables cuando de una parte son atropelladas por la violencia, o de otra parte concedidas con rencorosa desconfianza.

La concreción de dicha iniciativa le daba al obrero  la protección del Estado que le estaba faltando y a los indus­triales la seguridad de que todos sus colegas deberían aplicar los mismos términos sin el miedo de quedar en inferiores condiciones.

Los obreros no se oponían a una reelección de Batlle, ya que éste vio con simpatía sus reivindicaciones en su primera administración.



Es famoso el diálogo entre Falco y Batlle en momentos de la huelga general de los tranviarios de 1911, el primero subido en un árbol para dirigirse al Presidente de la República: "Ciudadano Batlle y Ordóñez: El pueblo, que os conoce, espera de vos que sabréis mantener la actitud de siempre en esta emergencia, ante la batalla que se está librando entre los huelguistas y las empresas; de Vos, que habéis guiado al país por sendas de libertad ... en la con­quista de los derechos universales y de justicia social; Vos no podéis permanecer extraño a este movimiento ... la Federación Obrera ... ha decretado la huelga general, no como en otros países, contra el Gobierno ... que ha sabido mantener la neutralidad, sino contra las empresas que no han respetado las condiciones pactadas con los obreros. Así esta manifestación se despide de Vos... gritando ¡Viva Batlle y Ordóñez!

(Batlle responde)

Las leyes y el orden que estoy obligado a mantener por deber de mi cargo, no me permite tomar una participación activa en vuestra contienda. Soy el encargado de hacer cumplir el orden y los derechos de todos los ciudadanos... y por lo tanto, el Gobierno garantizará vuestros derechos mientras os mantengáis dentro del terreno de la legalidad. Organizáos, uníos y tratad de conquistar el mejoramiento de vuestras condiciones económicas, que podéis estar seguros que en el Gobierno no tendréis nunca un enemigo, mientras respetéis el orden y las leyes...".[6]

Dentro de la legislación social que buscó  mejorar la situación de la clase trabajadora podemos destacar:
Ley Nº 5032-21/07/14- sobre prevención de los Accidentes del Trabajo  y Enfermedades Profesionales.
5350-17/11/15- Instituye la jornada de trabajo de 8 horas diarias y 48 semanales  en toda la República.
5427-29/05/16- establece  el  procedimiento  a seguirse para hacer  efectivas  las penas por infracción a  varias leyes obreras.
5646-19/03/18- prohíbe el trabajo nocturno en  las panaderías.
6102-10/07/18- impone el uso de sillas para empleadas y  obreras.
6874-11/02/19- créanse las pensiones a la vejez.
7293-15/10/20- prohíbe el trabajo de los patrono de panadería.
7305-19/11/20- instituye el descanso semanal del servicio  doméstico particular.
7318-10/12/20- instituye el descanso semanal para todos los gremios.
  7390-05/07/21- amplía la ley 6874 prescribiendo la forma de pago del  recargo  a  los morosos.
 7550-15/02/23- instituye el salario mínimo  y  el descanso dominical para los trabajadores rurales.
7586-31/05/23- aclara  qué  debe  entenderse  por medios  días  de  descanso  a  los efectos de la ley 7318.
7880-13/08/25- modifica la ley 6874 que creó  las pensiones a la vejez e invalidez.
8503-07/11/29- instituye el descanso dominical en las peluquerías.

a - Pensiones a la vejez
Sobre el tema se plantean dos posturas con el estable­cimiento libre u obligatorio del seguro. Para defender


la postura del batllismo se tomarán los hechos ocurridos en Europa, especialmente en Italia donde el presidente del Consejo de Ministros, el estadista Luzzatti, siendo un ferviente defensor del seguro libre debió de asumir su equivocación  en el congreso internacional de seguros sociales celebrado en Roma: "...Hemos fundado el seguro facultativo y la Caja del Estado ... y hemos esperado los asegurados. Debíamos tener 8.000.000 de asegurados; sólo tenemos 200.000. Llegamos a tener doscientos cincuenta mil pero cincuenta mil se arrepintieron". Y en el mismo discur­so después de declarar la bancarrota de la previsión libre, Luzzatti se pronunció en favor del seguro obligatorio...

Lo que es necesario procurar a todo trance es que el seguro obligatorio no sea una carga demasiado pesada para el obrero y que la ley de retiros proporcione a los traba­jadores todas las ventajas que se deben esperar y que es necesario exigir de las instituciones de previsión social".[7] En el Parlamento francés, el proyecto de seguro obligatorio fue votado por unanimidad. Por su parte el seguro social contra accidentes, en Alemania existía desde 1884.

Se buscaba realizar leyes previsoras para resolver los problemas de orden social, las cuales contribuyeran a mejorar la situación de los obreros. Era de justicia la legislación sobre el reposo, de descanso que debe animar a todo hombre que ha trabajado durante 30 o 40 años de su vida.

b - La jornada de 8 horas
El taller de la empresa Barreiro y Ramos, en el año 1902. Incipientes pasos tendidos a favor de un progreso industrial y comercial que luego haría eclosión.
El Poder Ejecutivo presentó el 26 de junio de 1911, el proyecto de legislación laboral, siendo por segunda vez que Batlle tocaba el tema del horario laboral. Las modificacio­nes al primer proyecto están en: jornadas diferenciales (9 horas el primer año y 8 luego cuando es sin interrupción, y de 11 horas el primer año y 10 luego cuando es interrumpido el trabajo); limitación de los menores de 18 años; el des­canso de un mes a la mujer después del parto; un día de descanso por semana para todo trabajador.

La prensa, encabezada por El Siglo y El Bien Público, realizará una campaña para frenar tal iniciativa en tanto los propios comerciantes, industriales y banqueros presen­taron un escrito a la Cámara el cual era titulado "Encarece la producción".

Esto no había ocurrido en ninguna parte, y los defenso­res de la ley ponían como ejemplo en su argumentación los casos de Inglaterra, Alemania (1891), Francia (1900); también  otros países fueron lentamente incorporándose a la jornada de 8 horas: EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelan­dia.

c - La vivienda obrera
En enero de 1902 se publica en El Día una serie de artículos denominados "Restitución del obrero a la vida familiar"; en ellos aparecen conceptos a destacar: "En una época como la nuestra en que justamente se hace un honor en las naciones populosas, de apasionarse por todo lo que se relaciona con los intereses materiales, y morales de la clase obrera, la cuestión  de asegurar a los más humildes un alojamiento salubre y cómodo, es una de las que prima sobre todas las otras...".[8]

Este era el segundo gran problema, después del horario, al que se veía enfrentado el obrero, ya que si bien resul­taba fácil la obtención de terrenos baldíos en los subur­bios de Montevideo, eran elevados los costos para la cons­trucción de una casa de material. De lo contrario debían pagar elevados alquileres.
Por otra parte, los conventillos, según determinaba una encuesta  realizada en 1906, carecían de la luz y espacios adecuados, por lo cual se proponía su cierre si en el plazo de un año no realizaban las mejoras necesarias.

Las primeras disposiciones municipales sobre los con­ventillos son de 1878, la llamada "Ley de conventillo", que buscaba reglamentar su funcionamiento y asegurar que tuvie­ran adecuadas condiciones de higiene. Otras disposiciones son de 1888, 1892.

Todos los editoriales sobre este tema fueron compilados por Octavio Morató en "Problemas Sociales".
El año 1911 fue un año difícil para el obrero, al verse enfrentado por un lado  a su lucha laboral y por el otro a la carestía: "El problema de la carestía de la vida, que tiende a agravarse a consecuencia de una serie de circuns­tancias elaboradas por la dinámica social en sus irresisti­bles conjuraciones económicas, presenta una de sus formas de mayor intensidad en la suba inmoderada de alquileres y afecta, con ello sensiblemente la vida precaria del obrero, al cual no le queda otra defensa que la de reducir en términos a veces inverosímiles el espacio de su vivienda y recluirse en míseros albergues".[9]

En junio de ese mismo año se presenta en la Cámara de Representantes un proyecto de ley tendiente a buscar las soluciones al problema de la vivienda para los obreros:

Artículo 12: La edificación se hará por núcleo de casas que abarque por lo menos una superficie de 7.000 metros cuadrados, incluso las calles interiores o pasajes.

La elección de terrenos debe tomar por base el costo de las mismas, de manera que no exceda de un 30% del valor de las construcciones.

Artículo 13: Toda vez que se haya terminado un núcleo de casas, serán adjudicadas por sorteo a los obreros que las soliciten, debiendo reglamentarse dicho sorteo por la Comisión Administrativa.



Artículo 15: Terminado un sorteo se dará por la Comi­sión Administrativa a cada interesado un título provisorio de propiedad, debiendo otorgarse cada casa por un valor de costo más un diez por ciento pagadero en 30 años de plazo por cuotas mensuales que comprenderán el interés y amorti­zación.[10]

3 - Nuevos valores sociales
La nueva sociedad que comenzaba a desarrollarse en los primeros años del siglo XX fue incorporando una serie de elementos que se transformarán en representativos de la misma: toma de la ciudadanía por los extranjeros; la ruptu­ra de la relación entre la Iglesia y el Estado, la emanci­pación de la mujer.

Se fue transformando la sociedad, se comienza a tener conciencia de lo "civil"; "La religión civil consiste en el proceso de sacralización de ciertos rasgos de la vida comunitaria a través de rituales públicos, liturgias cívicas o políticas y piedades populares encaminadas a conferir y a reforzar la identidad y el orden en una colectividad socialmente heterogénea, atribuyéndole trascendencia mediante la dotación de carga numinosa a sus símbolos mundanos o sobrenaturales así como de carga épica a su historia".[11]
La incorporación de los extranjeros como nacionales no será bien vista por los elementos conservadores del país.

Se podrá inferir de esto la búsqueda del apoyo electo­ral de los inmigrantes, pero dicha preocupación ya estaba presente en 1892, cuando Batlle estaba en La Razón; "...Uno de los errores que se han propagado en estos tiempos de malas doctrinas y pésimas acciones, es el de que los extra­njeros deben asumir en nuestras cuestiones políticas una actitud por completo prescindente como si en ellas nada les fuere, y no tuviesen corazón e inteligencia para hacer grandes bienes a nuestro país, poniendo a su servicio sus buenas intenciones y sus sanos consejos".[12]

Otra nota a destacar es el anticlericalismo de Batlle, que si bien existía en el siglo XIX en el ámbito intelec­tual, sobre fines del mismo comienza a tener connotación burguesa.

De esta forma lo describe Domingo Arena a Batlle: "Lo que no podía soportar... era ninguna religión positiva, sobre todo la católica, por creer que todas y especialmente la última, sólo sirven para nublar la conciencia del pue­blo... doctrina... de Cristo... era más conservadora, retrógrada, ya que proclamaba que las bienandanzas del cielo serían para los desamparados, lo que afirmaba sobre base inconmovibles la explotación capitalista...".[13]



En el batllismo confluyeron todas las corrientes anti­clericales: la burguesía, la popular y la izquierda tanto europea como la uruguaya.

No debemos de olvidar el logro del matrimonio libre y de la liberalización de la mujer, en una sociedad como la de aquellos momentos dominada por el hombre, y la lucha por el reconocimiento de los hijos naturales.

Es importante el paso que se dio por la emancipación de la mujer casada del poder autoritario del marido: "... Durante muchísimos años la mujer fue una verdadera esclava del marido; más tarde la situación de la mujer fue dulcifi­cada en cuanto a la forma de su tratamiento, pero, se mantuvo siempre su estado de incapacidad, su sometimiento a la potestad del marido. Su misión empezaba y concluía con las tareas domésticas".[14]




[1] Barrán, José Pedro - Nahum, Benjamín- Op. cit. Tomo II. pág. 68.
[2] Las ideas económicas y sociales de Batlle. El Día. Octubre, 20 de 1969.
[3] Haciendo programa. El Día. Julio,  10 de 1916.
[4] El movimiento obrero. El Día. Diciembre, 9 de 1895.
[5] Las huelgas. El Día. Enero, 3 de 1896.
[6] Barrán, José Pedro - Nahum, Benjamín- Op. cit. Tomo IV. Págs. 58-59.
[7] Pensiones a la vejez. El seguro obligatorio. El Día. Setiembre, 21 de 1910.
[8] Restricción del obrero a la vida de familia. El Día. Enero, 30 de 1902.
[9] Habitaciones obreras. El Día. Junio, 21 de 1911.
[10] D.S.C.R. Tomo 211. Julio, 4 de 1911. Pág. 61.
[11] Giner, Salvador- La religión civil. En Formas modernas de religión. Madrid. 1994. Pág. 133.
[12] Los extranjeros y la política. Opiniones del Sr. Batlle y Ordóñez. El Día. Diciembre, 23 de 1904.
[13] Manini Ríos, Carlos- Anoche me llamó Batlle. Montevideo. 1973. Pág. 80.
[14] Protección de la mujer. El derecho al producto de su trabajo. El Día. Abril, 12 de 1911.