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GARIBALDISMO
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Contribuyó a forjar parte de la conciencia
nacional con su enorme aporte durante la Guerra Grande. Luchador incansable
por la libertad, le trajo a defender Montevideo y su salida al mar, en momento
en que la uruguayidad se estaba forjando como expresión de esos ideales que
Garibaldi personificaba, más allá de sus contradicciones: la libertad de
conciencia, la igualdad social, la solidaridad y el laicismo. Se identificó con
Joaquín Suárez, Lorenzo Batlle, Melchor Pacheco y otros destacados personajes
de la Defensa de Montevideo, del
Partido Colorado, aun cuando los garibaldinos no tuvieron un Partido concreto.
“Persuadidos
de que es deber de todo hombre libre combatir por la libertad donde quiera que
asome la tiranía, sin distinción de tierras ni de pueblos, porque la libertad
es el patrimonio de la humanidad, no han seguido sino la voz de su conciencia
al ir a pedir un arma a los hijos de esta tierra para dividir con ella los
peligros que la amenazan”.[1]
El papel que cumplió Garibaldi en la
Unidad Italiana, lo lleva a ser una de las personas más queridas por estos
lares, y la migración italiana se vio identificada con el Partido Colorado por
su acción en la época de la Guerra Grande.
La figura de Garibaldi era recordada todos
los años, proponiendo grandes manifestaciones y festejos en conmemoración del
20 de setiembre de 1870: “...Garibaldi,
el cruzado de la libertad en ambos continentes, caudillo sin sombra del más
abnegado patriotismo, dictador de la Italia Meridional, brazo y acción del
partido unitario proclamado por las multitudes y adorado por el ejército, y que
renuncia sin embargo a los ideales republicanos que lo destinaban a las
mayores alturas de los sucesos, para poner sus fuerzas al servicio del que
llama jefe del reino futuro y titula así el primer parlamento general de
Turín el año de 1861”.[2]
Fue uno de los héroes que provocaron la
caída de Roma: “...día en que cayeron
definitivamente del trono romano los jefes de la iglesia temporal; de festejar
el aniversario de la total redención y unidad política de una nacionalidad
despedazada, Italia ...la memoria augusta de José Garibaldi, el sencillo héroe
republicano, el grande y noble campeón de todas las santas causas en este
siglo de general descreimiento, ligado a la libertad de su patria por acontecimientos
trascendentales e imperecederos, ligado a nuestra libertad por los azares
gloriosos del sitio de Montevideo, relacionado con la libertad universal por
los ideales comunes a las agrupaciones contemporáneas.
Garibaldi
ha sido la personificación más selecta, que ha podido concebir nuestra edad, de
los principios de la democracia; él, puede decirse, era el mismo principio
liberal en acción; el apóstol de una religión nueva, de la cual se constituyó
en cruzado, derramando su sangre por el espacio de dos continentes, hasta que
la vejez, obligándole al descanso que un día solicitan las almas más generosas,
lo hizo buscar el refugio de una isla apartada donde murió...”.[3]
Entre los colaboradores de El Día se encuentra Héctor Voló,
italiano y carbonario, también el calabrés Domingo Arena.
Monumento en la ciudad de Dolores-Soriano
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Julio María Sosa defenderá a Garibaldi en
contraposición a la actitud del partido de Oribe: “Salvo honrosísimas excepciones, los nacionalistas brillaron por su
ausencia en la manifestación popular que, en homenaje a la memoria del general
Garibaldi, realizóse el viernes. Era de esperarse, sin embargo, que esa
abstención se produjera, si se tiene en cuenta las opiniones vertidas por “El
País” en un artículo que sólo se distingue por su fraseismo rimbombante y por
el sello partidario que convierte cada uno de sus párrafos en un desahogo de
rabias importantes contra un héroe que no pertenece a su leyenda histórica y
que, por el contrario, es símbolo de glorias perdurables para los herederos de
los ideales de la libertad que irradiaron la luz de nuevas auroras desde lo
alto de las almenas improvisadas de la Nueva Troya Americana.
...Si
Garibaldi, consagrado héroe y libertador en el mundo entero, merece, de los
nacionalistas, sangrientos anatemas ¿qué dejaremos para los que olvidando su
verdadera misión de ciudadanos no tuvieron escrúpulos en convertirse en
adláteres de abominables tiranías, como la de Rosas, ni en hacerse intérpretes
de mezquinos ideales de absorción territorial y de hegemonía personalísima sobre
un pueblo libre y constituido? ¿Qué juicio suscitarán de la posteridad,
personalidades que, ostentando las insignias extranjeras sobre su corazón de
orientales, combatieron primero en Cagancha y después en el Cerrito, contra la
causa de la independencia amenazada de nuestro país, por servir obsecuentemente
al jefe de las mazorcas federales que estremecía al mundo entero con las
noticias de sus crímenes, dignos de ser recordados por el apóstrofe sentencioso
de Tácito o por la apoteosis infernal de Dante?
El
Partido Colorado, por otra parte, al rendir un homenaje de cívica veneración
al General Garibaldi, ha cumplido un deber, no sólo de colectividad política
que tuvo el honor de contarlo en sus filas en las horas maravillosas de la
prueba, sino también como representante legítimo de todo un pueblo, -aquel pueblo de héroes que detrás de las
murallas de Montevideo se batió nueve años contra Oribe y contra Rosas, y que
fue el que realmente salvó y consolidó la independencia de la República...
...La
libertad no necesita intérpretes: habla al alma más que a la inteligencia. Y
Garibaldi, que era todo corazón, todo sinceridad, todo entusiasmo altruista y
desinteresado, llevaba en sí mismo la integración de la libertad, que era su
culto en todas partes. Por eso sirvió a la Defensa de Montevideo y no sirvió a
Rosas, ni Oribe, que ya conocía por las hazañas que les hicieron célebres. Vino
a Montevideo, sabiendo que aquí peligraba la libertad y que del otro lado del
Plata la tiranía preparaba el malón definitivo sobre nuestro país y sobre
nuestra independencia. Se alistó en las filas del Partido Colorado, en la
Defensa de Montevideo, porque sus sentimientos eran los mismos que los que allí
se defendían, y no figuró en las huestes de Oribe porque su carácter de estirpe
generosa y liberal, no transigía con la injusticia, ni su espíritu de soldado
comulgaba en los altares sangrientos del despotismo. Por eso no sirvió a
Oribe. “Yo no daría mi título de legionario ni por todo el oro del mundo”,
exclamaba Garibaldi pocas horas después del triunfo en San Antonio. Es que
sabía que las glorias de la Defensa eran las glorias de la libertad; es que
profetizaba sus triunfos posteriores usando la misma camiseta roja con que
aprendió a ser héroe en la escuela popular de la Defensa”.[5]
Para finalizar veamos la relación entre
los colorados y los italianos: “La
tradición garibaldina que embellece y poetiza nuestra propia tradición
partidaria, es la prenda de honor de una amistad inquebrantable entre colorados
e italianos. Garibaldi, en la Defensa, es la personificación más brillante del
hombre libre, sin fronteras y sin prejuicios, que se bate, en románticas
aventuras heroicas, por los supremos postulados de la democracia, por los
imprescriptibles derechos de los pueblos a su independencia y de los
ciudadanos a su libertad. Y el Partido Colorado, que sabe de la gloria de esa
tradición y a orgullo tiene invocarla y enaltecerla, no olvidará jamás que
Garibaldi era italiano y por ser italiano -idealista generoso- fue prócer de la
Defensa y vencedor de San Antonio.
EL
DIA, pues, que es colorado y por eso es garibaldino, no puede ser sino amigo y admirador de la
patria del héroe: amigo y admirador de Italia”.[6]
[1] Traversoni, Alfredo- Entre el liberalismo y el nacionalismo. En
Revista Reflexiones del batllismo.
Nº 5. pág. 12.
[2] 20 de setiembre. El Día. Setiembre, 19 de 1891.
[3] La manifestación de mañana. El Día. Setiembre, 24 de 1892.
[4] No se
debe de confundir el nombre de El País,
con el actual diario, ya que a lo largo del siglo pasado varios fueron los
órganos de prensa denominados de esa manera.
[5] La apoteosis a Garibaldi y el Partido
Nacional. El Día. Setiembre, 24
de 1900.
[6] Los colorados y los italianos. El Día. Diciembre, 23 de 1920.