sábado, 31 de enero de 2015

GARIBALDISMO

N - GARIBALDISMO

G
aribaldi fue un típico hombre del siglo XIX, repre­senta con coraje y generosidad las tensiones de su tiempo: el arrebato por la libertad, la lucha en favor de los países más débiles, la solidaridad con los postergados.

Contribuyó a forjar parte de la conciencia nacional con su enorme aporte durante la Guerra Grande. Luchador incan­sable por la libertad, le trajo a defender Montevideo y su salida al mar, en momento en que la uruguayidad se estaba forjando como expresión de esos ideales que Garibaldi personificaba, más allá de sus contradicciones: la libertad de conciencia, la igualdad social, la solidaridad y el laicismo. Se identificó con Joaquín Suárez, Lorenzo Batlle, Melchor Pacheco y otros destacados personajes de la Defensa de Montevideo, del Partido Colorado, aun cuando los gari­baldinos no tuvieron un Partido concreto.

Persuadidos de que es deber de todo hombre libre combatir por la libertad donde quiera que asome la tiranía, sin distinción de tierras ni de pueblos, porque la libertad es el patrimonio de la humanidad, no han seguido sino la voz de su conciencia al ir a pedir un arma a los hijos de esta tierra para dividir con ella los peligros que la amenazan”.[1]

El papel que cumplió Garibaldi en la Unidad Italiana, lo lleva a ser una de las personas más queridas por estos lares, y la migración italiana se vio identificada con el Partido Colorado por su acción en la época de la Guerra Grande.

La figura de Garibaldi era recordada todos los años, proponiendo grandes manifestaciones y festejos en conmemo­ración del 20 de setiembre de 1870: “...Garibaldi, el cruzado de la libertad en ambos continentes, caudillo sin sombra del más abnegado patriotismo, dictador de la Italia Meridional, brazo y acción del partido unitario proclamado por las multitudes y adorado por el ejército, y que renun­cia sin embargo a los ideales republicanos que lo destina­ban a las mayores alturas de los sucesos, para poner sus fuerzas al servicio del que llama jefe del reino futuro y titula así el primer parlamento general de Turín  el año de 1861”.[2]

Fue uno de los héroes que provocaron la caída de Roma: “...día en que cayeron definitivamente del trono romano los jefes de la iglesia temporal; de festejar el aniversario de la total redención y unidad política de una nacionalidad despedazada, Italia ...la memoria augusta de José Garibal­di, el sencillo héroe republicano, el grande y noble cam­peón de todas las santas causas en este siglo de general descreimiento, ligado a la libertad de su patria por acon­tecimientos trascendentales e imperecederos, ligado a nuestra libertad por los azares gloriosos del sitio de Montevideo, relacionado con la libertad universal por los ideales comunes a las agrupaciones contemporáneas.

Garibaldi ha sido la personificación más selecta, que ha podido concebir nuestra edad, de los principios de la democracia; él, puede decirse, era el mismo principio liberal en acción; el apóstol de una religión nueva, de la cual se constituyó en cruzado, derramando su sangre por el espacio de dos continentes, hasta que la vejez, obligándole al descanso que un día solicitan las almas más generosas, lo hizo buscar el refugio de una isla apartada donde murió...”.[3]

Entre los colaboradores de El Día se encuentra Héctor Voló, italiano y carbonario, también el calabrés Domingo Arena.


Monumento en la ciudad de Dolores-Soriano
Tanto Florencio Aragón y Etchart como Julio María Sosa en setiembre de 1900 responderán al diario El País[4] que atacaba el entusiasmo ante el levantamiento de una estatua de Garibaldi.

Julio María Sosa defenderá a Garibaldi en contraposi­ción a la actitud del partido de Oribe: “Salvo honrosísimas excepciones, los nacionalistas brillaron por su ausencia en la manifestación popular que, en homenaje a la memoria del general Garibaldi, realizóse el viernes. Era de esperarse, sin embargo, que esa abstención se produjera, si se tiene en cuenta las opiniones vertidas por “El País” en un artí­culo que sólo se distingue por su fraseismo rimbombante y por el sello partidario que convierte cada uno de sus párrafos en un desahogo de rabias importantes contra un héroe que no pertenece a su leyenda histórica y que, por el contrario, es símbolo de glorias perdurables para los herederos de los ideales de la libertad que irradiaron la luz de nuevas auroras desde lo alto de las almenas improvi­sadas de la Nueva Troya Americana.
...Si Garibaldi, consagrado héroe y libertador en el mundo entero, merece, de los nacionalistas, sangrientos anatemas ¿qué dejaremos para los que olvidando su verdadera misión de ciudadanos no tuvieron escrúpulos en convertirse en adláteres de abominables tiranías, como la de Rosas, ni en hacerse intérpretes de mezquinos ideales de absorción territorial y de hegemonía personalísima sobre un pueblo libre y constituido? ¿Qué juicio suscitarán de la posteri­dad, personalidades que, ostentando las insignias extranje­ras sobre su corazón de orientales, combatieron primero en Cagancha y después en el Cerrito, contra la causa de la independencia amenazada de nuestro país, por servir obsecuentemente al jefe de las mazorcas federales que estremecía al mundo entero con las noticias de sus crímenes, dignos de ser recordados por el apóstrofe sentencioso de Tácito o por la apoteosis infernal de Dante?

El Partido Colorado, por otra parte, al rendir un home­naje de cívica veneración al General Garibaldi, ha cumplido un deber, no sólo de colectividad política que tuvo el honor de contarlo en sus filas en las horas maravillosas de la prueba, sino también como representante legítimo de todo un pueblo,  -aquel pueblo de héroes que detrás de las murallas de Montevideo se batió nueve años contra Oribe y contra Rosas, y que fue el que realmente salvó y consolidó la independencia de la República...

...La libertad no necesita intérpretes: habla al alma más que a la inteligencia. Y Garibaldi, que era todo cora­zón, todo sinceridad, todo entusiasmo altruista y desinteresado, llevaba en sí mismo la integración de la libertad, que era su culto en todas partes. Por eso sirvió a la Defensa de Montevideo y no sirvió a Rosas, ni Oribe, que ya conocía por las hazañas que les hicieron célebres. Vino a Montevideo, sabiendo que aquí peligraba la libertad y que del otro lado del Plata la tiranía preparaba el malón defi­nitivo sobre nuestro país y sobre nuestra independencia. Se alistó en las filas del Partido Colorado, en la Defensa de Montevideo, porque sus sentimientos eran los mismos que los que allí se defendían, y no figuró en las huestes de Oribe porque su carácter de estirpe generosa y liberal, no tran­sigía con la injusticia, ni su espíritu de soldado comulga­ba en los altares sangrientos del despotismo. Por eso no sirvió a Oribe. “Yo no daría mi título de legionario ni por todo el oro del mundo”, exclamaba Garibaldi pocas horas después del triunfo en San Antonio. Es que sabía que las glorias de la Defensa eran las glorias de la libertad; es que profetizaba sus triunfos posteriores usando la misma camiseta roja con que aprendió a ser héroe en la escuela popular de la Defensa”.[5]

Para finalizar veamos la relación entre los colorados y los italianos: “La tradición garibaldina que embellece y poetiza nuestra propia tradición partidaria, es la prenda de honor de una amistad inquebrantable entre colorados e italianos. Garibaldi, en la Defensa, es la personificación más brillante del hombre libre, sin fronteras y sin prejui­cios, que se bate, en románticas aventuras heroicas, por los supremos postulados de la democracia, por los impres­criptibles derechos de los pueblos a su independencia y de los ciudadanos a su libertad. Y el Partido Colorado, que sabe de la gloria de esa tradición y a orgullo tiene invo­carla y enaltecerla, no olvidará jamás que Garibaldi era italiano y por ser italiano -idealista generoso- fue prócer de la Defensa y vencedor de San Antonio.

EL DIA, pues, que es colorado y por eso es garibaldino,   no puede ser sino amigo y admirador de la patria del héroe: amigo y admirador de Italia”.[6]




[1] Traversoni, Alfredo- Entre el liberalismo y el nacionalismo. En Revista Reflexiones del batllismo. Nº 5. pág. 12.
[2] 20 de setiembre. El Día. Setiembre, 19 de 1891.
[3] La manifestación de mañana. El Día. Setiembre, 24 de 1892.
[4] No se debe de confundir el nombre de El País, con el actual diario, ya que a lo largo del siglo pasado varios fueron los órganos de prensa denominados de esa manera.
[5] La apoteosis a Garibaldi y el Partido Nacional. El Día. Setiembre, 24 de 1900.
[6] Los colorados y los italianos. El Día. Diciembre, 23 de 1920.