jueves, 14 de mayo de 2015

¿QUE ES EL BATLLISMO? I POPULISMO

CAPITULO 5

¿QUE ES EL BATLLISMO?








D
esde el último cuarto del siglo pasado el Partido Colorado comienza a vivir una situación diferente, dándose los primeros pasos para lograr su organización, tarea en la que se destaca la figura de José Batlle y Ordóñez.

La organización era laxa, confusos sus niveles y una jerarquización piramidal que terminaba en el caudillo. Se buscó un proceso de especialización funcional con la demar­cación de un espacio de competencia de las figuras políti­cas.

En este ambiente Batlle impulsa la organización de las bases, propiciando los clubes seccionales para fortalecer los cuadros de adherentes, todo esto se debe de ver dentro de un proceso de profesionalización de la nueva clase política que irrumpirá en el nuevo siglo. Si bien se prac­tica una democratización interna en el batllismo, debemos de ser justos y decir que en momentos de confeccionar las listas, éstas quedaban en manos de una élite de dirigentes partidarios, con lo que se pretendía evitar las rupturas internas y asegurar la continuidad de todos sus miembros.

La presencia del Líder deja rezagados a los caudillos y a los doctores, pero tomará de los primeros las costumbres clientelísticas, retributivas y carismática de hacer polí­tica.

La llegada del batllismo al poder determinó:

-la necesidad de organización del Partido Nacional;

-el establecimiento de bases para la institucionaliza­ción del orden político;

-varios procesos de cambio de la sociedad;

-la transformación del partido en partido electoral - masivo;

-ampliación de la ciudadanía.

A este proceso, que lo podemos ver a través de la obra, se le ha definido según los autores en: populismo, progre­sismo, socialismo o reformismo.

Nuestra intención es tratar de ver aquellos elementos que caracterizan a cada uno de ellos, para luego poder determinar en qué corriente podemos ubicar al batllismo, si es que podemos encasillarlo en una de ellas. 

A - POPULISMO


El populismo ha sido una experiencia política importan­te para la gran parte de los países de América Latina. En la mayoría de los casos, ha sido un experimento político malogrado, o cuyo éxito parece ser bastante reducido.

Argentina                      - Peronismo. Yrigoyen.         
México                          - Cardenismo. Callismo.
Ecuador                         - Velasquismo.                      
Bolivia                           - MNR Paz Estenssoro.
Perú                            - Velasco Alvarado.  Odrismo. Aprismo.     
Brasil                             - Varguismo. Obrerismo.
Uruguay                        - Batllismo.                            
Colombia                       - Gaitanismo.
Venezuela                     - Perezjimenismo.                  
Puerto Rico                   - Marinismo.
Guatemala                     - Arbenz.                               
Chile                              - Ibáñez.


Según los autores al populismo se lo clasifica de movimiento  o de fenómeno ideológico.

Una primera corriente considera al populismo como expresión de determinada clase social, la cual a la vez que determina el movimiento también condiciona el discurso ideológico.

En cuanto a América Latina, donde la movilización de masa urbana adquiría fuertes connotaciones populistas, se le consideró como expresión política e ideológica ya sea de la burguesía nacional, de la pequeña burguesía o sectores marginales.

En una perspectiva de análisis también clasista, otros  autores han relacionado los fenómenos populistas con las fases de desarrollo capitalista a escala mundial.

Otro enfoque interpretativo  considera al término popu­lismo vacío de contenido, una categoría residual, el cual debe ser eliminado como concepto teórico explicativo, pasándose directamente al análisis de los movimientos hasta ahora calificados de populistas en función de la variable clase social.

En otros marcos teóricos el término populismo es utili­zado para caracterizar una ideología y no un movimiento. Los aspectos distintivos serían su carácter anti statu quo, la confianza en la política y políticos tradicionales, la referencia al liderazgo carismático. Dicha ideología sería adoptada por movimientos de base social diferentes  y sobre los cuales no se puede realizar a priori ningún tipo de generalización.

Ahora realicemos un análisis más detallado de algunos de los diferentes enfoques de esta corriente:

1 - Interpretaciones del populismo en América Latina 

a - El populismo como fenómeno básicamente político-ideológico


Para el contexto latinoamericano, la primera formula­ción sistemática acerca del populismo producida desde ámbitos académicos fue la de Gino Germani, elaborada en los años cincuenta y cuyo marco de referencia es la "teoría de la modernización". Germani considera al populismo como un fenómeno característico de la transición de una "sociedad tradicional" a una "sociedad moderna" en los países subde­sarrollados: si en los países europeos ese paso se había dado a través de la lenta consolidación de una "democracia representativa" a la que las masas fueron incorporándose paulatinamente mediante sucesivas reformas y participando en partidos políticos liberales u obreros, en los países latinoamericanos esa transición ocurre de manera diferente dando lugar a formas "degradadas" de la actividad política que constituyen precisamente el "populismo".

Otro enfoque dentro de esta visión es el de aquellos que hacen énfasis en el tema del liderazgo, siendo el eje mismo de la definición, en tanto el populismo sería una expresión moderna del "caudillismo paternalista" que había caracterizado a la cultura política latinoamericana desde los tiempos coloniales.

Un representante más de esta corriente es Manheim, quien formuló la noción de "democratización fundamental de la sociedad", la cual va a ser reformulada para América Latina en los términos de "Movilidad Social".

En la América Latina de 1930, esta concepción se arti­culará con tres  temas dominantes en la época: desarrollo, democracia y modernización.

Germani toma para explicar el desarrollo económico de los países de la región el esquema dicotómico sociedad-tradicional-moderna.

La transición de la primera a la segunda se produce mediante cambios en tres esferas básicas:

-se modifican los tipos de acción social, los cuales pasan de ser prescriptivos a ser electivos;

-se sustituye la institucionalización de la tradición del cambio;

-las instituciones se especializan y diferencian, mientras que en la etapa tradicional se caracterizaban por la homogeneidad funcional y estructural.

La transición a una sociedad moderna implica asincro­nía, entendiéndose como tal la coexistencia en una misma etapa de elementos pertenecientes a los polos de la socie­dad tradicional y la industrial. Dichas asincronías pueden ser geográficas, institucional, de grupos sociales y motivacionales: igualmente todos los aspectos de la estructura social pueden ser sincrónicos: tanto en los elementos psicológicos como la "superficie" material y ecológica. Dentro de la misma región, lo mismo que dentro de regiones ecológicamente diferentes, coexisten grupos "avanzados" y grupos "atrasados". Unas normas contradictorias pueden continuar rigiendo la misma institución, con tal que unas y otras guarden cierta legitimidad. De modo análogo, pueden coexistir actitudes, creencias y valores que responden a épocas diversas.     
 
La articulación de aspectos de ambos polos, sociedad tradicional, sociedad moderna, se da a través de los meca­nismos básicos: el efecto de demostración y el efecto de fusión. Por el primero, los hábitos y mentalidades de etapas avanzadas de desarrollo se integran a zonas atrasa­das, por el segundo, ideologías y comportamientos corres­pondientes a etapas avanzadas tienden a reforzar los rasgos tradicionales.



En Europa se advierte una clara distinción entre dos etapas: la democrática con participación limitada y la democrática con participación total. Durante la primera se sientan las bases del  Estado Nacional, con autonomía burocrática, existen las libertades individuales pero los derechos políticos son para la burguesía, mientras que los sectores populares poseen una mentalidad tradicional, y no se han integrado a las nuevas formas sociales. En la segun­da etapa las masas se integran a la vida política y se urbanizan, pero todo ello siguiendo el modelo de la inte­gración, lo que implicó la no existencia de profundos trau­mas en el aparato político-institucional.

Resumamos cómo se integran los niveles de análisis mencionados: el rápido proceso de industrialización y urbanización masiva, moviliza a los grupos populares, los cuales por su reciente formación carecen de experiencias sindicales o politización en los partidos políticos tradicio­nalmente obreros. Esta movilización temprana rebasa los canales de participación que la estructura política podía ofrecer; las masas quedan en estado de disponibilidad y pueden ser manipuladas por parte de una élite para el cumplimiento de los objetivos ajenos a ellas.

De lo antes expuesto se desprende que los rasgos esen­ciales del populismo deben buscarse en:

-una élite contestaría del orden imperante,

-una masa movilizada como resultado de una "revolución con expectativas crecientes",

-una ideología de amplio contenido emocional que permi­ta la comunicación entre el líder y seguidores, creándose un universo de significados compartidos.[1]

No obstante las diferencias entre estos enfoques pueden rescatarse algunos elementos más o menos comunes. Se trata de las ideas de movilización de masas "desde arriba", visualizada en términos de manipulación y demagogia, donde las masas participan políticamente a partir de su vincula­ción directa con el líder, es decir sin la mediación de organizaciones autónomas de clase. Es esencialmente en esta línea de interpretación que el hecho de la participación popular no tiene carácter "clasista": no existe en el populismo una clase obrera autónoma, ya que el liderazgo proviene de clases o fuerzas políticas ajenas a ella. Aquí, entonces, para definir al populismo, es más importante el "estilo político" que las eventuales plataformas o progra­mas concretos de gobierno. Se destaca, en efecto, la ausen­cia de referencias a un determinado proyecto socioeconómico como aspecto central en la caracterización del mismo; a lo sumo, las políticas económicas y sociales aparecen como un rasgo secundario, y a menudo vistas críticamente en tanto meramente "distributivas" en términos de demagogia, impro­visación, y "patronazgo" estatal destinado a lograr apoyo político.



Hennesy sostiene que: "...un gobierno populista puede auspiciar una industrialización selectiva, del tipo de la de sustitución de importaciones -como ilustra el caso del peronismo-, esto no debe hacernos olvidar el hecho de que el populismo urbano se preocupa primariamente de la urbani­zación, no de la industrialización. Se trata de un método para evitar las consecuencias del constante flujo de mi­grantes rurales ocasionado por el fracaso de los gobiernos para resolver los problemas del campo. Todo lo que han conseguido los gobiernos populistas es redistribuir la riqueza; no la han creado. En lugar de echar por tierra las barreras estructurales que impiden el cambio económico y social, las han fortalecido con aportes sustanciales".[2]

b - El populismo definido a partir de sus políticas sociales y económicas

Podríamos considerar aquí conjuntamente a otro grupo de interpretaciones que surgen en los años sesenta de la confluencia entre visiones provenientes del marxismo y de la "teoría de la dependencia" y que son retomadas también desde otras perspectivas: cabe citar como ejemplos los trabajos de Octavio Ianni, Cardozo y Faletto y Guillermo O'Donnell, entre otros.

Muchos autores vinculan al populismo con un determinado proyecto de crecimiento económico, o un "modelo de acumula­ción", en general considerado a su vez como propio de una etapa particular del desarrollo del capitalismo latinoame­ricano.

Para los autores mencionados más arriba, los pilares de esta nueva estrategia de crecimiento sería el impulso a la industrialización orientada al mercado interno, la "indus­trialización por sustitución de importaciones", la crecien­te intervención del Estado en la economía y en las relacio­nes sociales, y una tendencia a la nacionalización de algu­nos resortes básicos de la economía. Paralelamente y como aspecto funcional a dicha estrategia de crecimiento se produce la incorporación social y política de los sectores populares. Por otra parte, este modelo de desarrollo, y por tanto el populismo, sería la expresión de los intereses de una "alianza de clases" formada básicamente por una postu­lada "burguesía industrial nacional" y las clases obreras urbanas emergentes y movilizadas.

Un elemento central en la caracterización del Estado populista suele ser el carácter "corporativo" que se le atribuye, sobre todo por la cooptación y estrecho control que implica sobre los sindicatos: la legislación populista, a la vez que legaliza la existencia de éstos, les pone pautas y límites que los encuadra dentro del marco de la "conciliación de clases". La figura del líder, el autorita­rismo, el discurso "ideológico", entonces, pueden no estar ausentes en estas interpretaciones, pero lo que nos lleva a presentarlas como un grupo diferenciado es que en todas ellas, estos elementos están subordinados a un eje explica­tivo central respecto del fenómeno populista, que es el modelo de acumulación que éste encarna e impulsa. Los aspectos políticos del fenómeno aparecen en todo caso como correlato más o menos "necesario" de la etapa de crecimien­to económico que abarca aproximadamente el período 1930-1960.



2 - Características del populismo

a - Plano económico
Busca quebrar los lindes de la dependencia mediante un proceso de industrialización de signo capitalista pero con fuerte injerencia estatal, claramente orientada a la defen­sa arancelaria del mercado y a la obtención de los capita­les requeridos por la financiación del proceso, que susti­tuya importaciones a la vez que diversifique los rubros exportables.

Tal estrategia supone un grado considerable de planifi­cación que se traduce en un intervencionismo estatal cre­ciente y que sólo se logra en tanto los sectores capitalis­tas participan del acuerdo social.

Uno de los desafíos más graves que enfrenta esta estra­tegia económica reside en la existencia de demandas contra­dictorias: la del consumo ampliado de las masas, producto de la "revolución de las aspiraciones" de que habla Torcua­to di Tella.

b - Plano social
El rasgo determinante del populismo reside en la con­certación de diversos sectores sociales: la burguesía, industrial naciente, protagonista de la estrategia económi­ca elegida; la clase media -funcionarios de servicio públi­co, profesionales liberales, etc.-, activada por la cre­ciente injerencia del Estado en la vida económica; los sectores asalariados, coprotagonistas de la estrategia industrializadora, manipulados desde el poder como ariete social contra las estructuras del régimen oligárquico, aunque potencialmente capaces de transformar su condición de "apoyo masivo" al régimen en "partícipe real " de los mecanismos de poder.

La política de concertación social, traducida en alian­zas y acuerdos con un alto grado de inestabilidad, exige una dinámica de distribución del ingreso capaz de remontar las situaciones de flagrante desigualdad preexistentes; asimismo, la adopción de una vasta legislación social, reparadora y previsora, desde el poder, es decir, identifi­cable como medidas impuestas en nombre del pueblo, pero sin protagonismo efectivo del pueblo en su articulación y cumplimiento.

c - Plano político
Se define por la inexistencia de una correlación nece­saria entre la participación e incorporación social y económica de las masas, que promueve el establecimiento de un sistema político democrático formal. La participación política de las masas se efectúa por delegación en el líder carismático y en el partido con funciones tribunicias.



El líder conjuga los distintos, y en muchas ocasiones contradictorios, intereses de los grupos sociales partíci­pes de la concertación, seleccionando los cuadros políticos dirigentes de acuerdo a un hábil manejo de equilibrios electorales. El líder debe asegurar la continuidad de su proyecto mediante la transferencia de su carisma al parti­do; en caso contrario la experiencia populista se agotará con la vida del dirigente, desvirtuándose la función compo­nedora y quedando al descubierto las divergencias de obje­tivos finales que oponen entre sí a los sectores sociales concurrentes al proceso.

El batllismo en ningún momento procuró establecer un sistema de control vertical sobre las corporaciones sindi­cales que su acción contribuyó a crear, expandir y/o insti­tucionalizar, por lo que a diferencia de las matrices populistas de otros países como Argentina, Brasil, el Estado en Uruguay se debía a la sociedad y a sus formas organizadas, y éstas no se encontraban subordinadas a las directivas estatales o de los partidos políticos.

Zubillaga sintetiza las características del populismo: "...como un movimiento político característico de América Latina, fundado en la concertación social, que intenta modificar -a través de una estrategia reformista promovida por un líder carismático y sin un sistema político democrá­tico formal en pleno funcionamiento- la estructura prima­ria-exportadora y promover una industrialización acelerada, en búsqueda de caminos de inserción autónoma en el mercado mundial".[3] El mismo autor realiza un cuadro comparativo entre el estado oligárquico y el estado populista.

CUADRO Nº 19
ESTADO OLIGARQUICO  -  ESTADO POPULISTA
ECONOMICO
-Inserción dependiente de la economía nacional en el marco de la economía capitalista mundial.
-Proyecto de desarrollo nacional con creciente aspiración autonómica.
-Debilidad del sector primario-exportador en razón de las crisis cíclicas del capitalismo dependiente.
-Sustitución de importaciones mediante incremento de la industrialización.
-Economía capitalista de cuño liberal.

-Economía capitalista con restriciones derivadas del intervencionismo estatal.
-Resoluciones de los conflictos de intereses de los sectores económicos domiantes sobre la marcha del proceso productivo.
-Planificación económica y social que supone el acuerdo con los sectores capitalistas.

-Existencia de demandas contradictorias: consumo suntuario y reinversión de utilidades.
-Existencia de demandas contradictorias: consumo ampliado e inversiones aceleradas.
SOCIAL
-Defensa del statu quo.
-Afirmación antioligárquica.
-Priorización de la expansión económica y la concertación del ingreso.
-Priorización del desarrollo integral y la justicia distributiva.
-Política de alianza y acuerdo entre sectores económicos dominantes.
-Política de alianza y acuerdo (precarios, inestables) entre sectores sociales emergentes (representantes del capital y del trabajo).
-Inexistencia de legislación social reparadora o previsora.
-Existencia de una vasta legislación social “concedida”.
-Sociedad fuertemente estratificada.
-Fuerte proceso de movilización social.
-Escasa significación del sector proletario.
-Crecimiento de la clase obrera urbana.
-Rol escasamente significativo de la burguesía industrial.
-Importancia creciente de la burguesía industrial.
-Fuerte dependencia de la clase media respecto de los sectores primario-exportadores.
-Creciente burocratización de la clase media.

POLITICA
-Recurso a las élites dirigentes.
-Capacidad de movilización de masas.
-Estado defensor de la inversión extranjera y de sus medidores locales.
-Estado fuertemente intervencionista (expansión de su tamaño y funciones).
-Predominio de sectores sociales hegemónicos en la conducción política.
-Necesidad de un liderazgo carismático como mediador entre el poder y las masas.
-Existencia de partidos de sustento tradicional, portavoces de sectores sociales hegemónicos.
-Existencia de un partido con funciones “tribunicias” en un sistema formalmente pluripartidista.
-Sustento de un sistema centralizado –clientelístico-burocrático.
-Escasa posibilidad de derivar hacia un sistema democrático formal.
-Admisión de polos políticos alternativos al gobierno como fruto de la política de acuerdo entre sectores sociales dominantes.
-Construcción de un aparato estatal capaz de imponerse coactivamente en todo el territorio nacional.

-Elaboración de una ideología “pragmática”, “intelectual”, “orientada al exterior”, “conservadora” y “particular”.
-Elaboración de una ideología “pragmática”, “sensible”, “orientada al interior”, “reformista” y “global”.
-Inserción del país en el marco de los intereses imperialistas.
-Identificación de la política exterior frente al problema del imperialismo.

3 - Aspectos populistas del batllismo
El batllismo de principio de siglo presenta claramente algunas características del populismo. Para ello recurrire­mos a ver el  proceso de reformas que éste propuso, las cuales tenían como finalidad lograr un mayor bienestar para todos los integrantes de la sociedad.

Durante el desarrollo del modelo económico en el capí­tulo anterior hicimos hincapié en el proceso de nacionali­zación, estatización, industrialización, y política fiscal. Estas apuntaban a la defensa de las riquezas nacionales frente a los intereses de los capitales extranjeros y a poder brindar un servicio a la población en el cual se beneficiaban todos, el Estado y sus habitantes. Esto lleva­ría a un mejoramiento de la calidad de vida y a elevar el nivel popular, en todos sus aspectos.

Es claro que a principio de siglo comienza un proceso lento pero gradual de ir incorporando a otros elementos sociales que la Constitución de 1830 había dejado de lado. No solo el batllismo es el realizador de dicho proceso, aunque sí es el más visible.

Sin ninguna duda con el batllismo se termina el pasaje de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, que venía produciéndose desde el militarismo; por otro lado el rol del Estado que venía entrando de a poco a tener inje­rencia en los  asuntos económicos, llega a ampliar conside­rablemente su esfera de influencia en el orden de la econo­mía nacional.



Todas las interpretaciones del populismo hacen referen­cia al papel que juega el líder en todo el proceso: es el interlocutor válido entre la masa y el proyecto a concre­tarse. Más de una vez Batlle se dirigió al pueblo, incenti­vándolo a luchar por sus derechos, simplemente recordemos el diálogo con Falco, o cuando desde las columnas de El Día propagaba las iniciativas que se debían de estar realizan­do.

Sin duda creemos que el batllismo tiene matices de populismo, pero por ello no debemos etiquetarlo como tal.



[1] González, Sylvia Raquel- Un espacio para el deba­te: Populismo. En Revista de Ciencias Sociales. Nº 5. Montevideo. 1991.
[2] Hennesy, Alistair- América Latina. En Ionescu, G.- Gellner, E.- Populismo. Sus significados y características nacionales. Buenos Aires. 1970. pág. 50.
[3] Zubillaga, Carlos- Op. cit. El batllismo: una experiencia... pág. 16.

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