viernes, 19 de diciembre de 2014

ANARQUISMO

K - ANARQUISMO

E
n 1884 apareció en Uruguay “La Lucha Obrera”, órgano oficial de la AIT, con posturas, principal­mente anarcocolectivistas. Cinco años más tarde se edita “La Voz del Trabajador” de definición anarcocomunista; también de la misma filosofía será “Il Socialista”.

En el 90 aparecerá el Partido Obrero que difundirá las ideas anarcocomunistas y marxistas. En 1898 se creó por intermedio de un grupo de obreros sastres, el Centro Inter­nacional de Estudios Sociales, en el cual se expresaban las inquietudes sociales del sindicalismo anárquico.

El Día también será un divulgador de las noticias del anarquismo del Viejo Continente: “En los últimos meses esta propaganda ha sido activísima... y ha sembrado el odio a la organización política y social existente, en beneficio de otra organización expuesta, ansiada, más justa que la actual en concepto de sus propagandistas y en  que hay, seguramente, mucho de verdad y mucho de quimera y de uto­pía...



Con arreglo a este sistema de propaganda Le Pere Peig­nard, periódico anárquico de París, ha publicado en sus últimos números una colección de caricaturas, bajo el título de Burguesía...

El partido anárquico tiene una organización simple. Su base es el grupo.

Reunión espontánea de individuos afines por tendencias y por ideas, el grupo, base de la futura organización anárquica sirve también de base a la organización actual del partido”.[1]

Este artículo y otros similares corresponden a la parte que el diario dejaba a sus lectores como libertad de discu­sión, en momentos que se enfrentan las ideas de “Un verda­dero anarquista” y “El anarquista a seca”, apareciendo una tercera persona la cual no comparte los métodos violentos que el anarquismo está llevando adelante y en especial en Francia, porque lo que en realidad hace dicha actitud es todo lo contrario, aleja de las filas a sus integrantes.

El 2 de agosto, “Un verdadero anarquista” le dirige una carta al director de El Día: “Aunque usted ha dicho en su diario hace pocos días que estos países están abiertos a todos los hombres de trabajo, sean cuales fueren sus creen­cias, un hecho inusitado vino a desautorizar esa tan razo­nable opinión; y recordando la benevolencia que usted ha tenido conmigo, vengo a denunciar un atropello que demos­trará hasta la evidencia la ineficiencia de las leyes.

Es el caso que un francés que se embarcó en Francia con los pasaportes correspondientes a mediados de Junio, llegó, y porque profesaba ideas anarquistas, se le vigiló por la policía, no demostrando con sus actos nada de extraordina­rio; pues pronto se dedicó al trabajo y a la vida pacífica que en años anteriores tuviera en Montevideo.

Ayer ese habitante del país fue notificado que debía abandonar el continente sin advertírsele por qué...

Es anarquista el individuo expulsado, cierto; pero uno de tantos que profesan sus creencias, sin ser activos en propaganda, sin denuncia conocida contra él, pues había salido de Francia antes de la muerte de Marie François Carnot, no habiendo estado en Cette ni Lyon, es decir que nada absolutamente da motivo para la expulsión de ese hombre que ya se había domiciliado en la República y estaba al amparo de sus leyes, sean ellas a nuestro juicio buenas o malas, útil o inútiles.

¿Se creerá matar con esos procedimientos la propaganda anárquica? ¡Ilusión! Sólo se conseguirá que nos volvamos hipócritas todos, y hagamos nuestra propaganda en secreto, que es la más peligrosa en sus ulterioridades.



Preferible fuera que se hiciera una legislación contra la anarquía, para saber a qué atenerse, en vez de ese método arbitrario de faltar a todas las leyes legales y naturales, expulsando a un habitante que no tiene amigos diputados que promuevan interpelaciones como en el caso de Silva Martins, y eso que éste armaba hombres y cometía otros abusos en el país.

Roberto de las Carreras
1873-1963
Espero, señor director, que acogerá estas líneas, no como tolerancia con los anarquistas tan atropellados hoy en día, sino como protesta de ustedes contra el desconocimien­to de los Códigos  que garanten la libertad de conciencia y de residencia, sirviendo esos atropellos del mejor justifi­cativo que podemos presentar para acreditar nuestras ideas. Un verdadero anarquista”.[2]

Juana Rouco de Buela 1889-1969
Es importante destacar que esta fuerte presencia del anarquismo atrajo a destacados intelectuales como lo fue­ron: Pascual Guglianone, Angel Falco, Rafael Barrett, Adrián Troitiño Corney, Roberto de las Carreras, Ovidio Fernández Ríos, Alberto Lasplaces, Leoncio Lasso de la Vega, Emilio Frugoni. También militó entre sus filas el elemento femenino: Juana Casas, las hermanas Cossio, Juana Rouco de Buela, Virginia Bolten.

Es en 1901, en el Centro Internacional, donde Florencio Sánchez lee “Cartas de un flojo” y estando el ambiente se­diento de lectura de ese tipo es que se multiplican en la prensa. “Entre los periódicos locales hay varios que no pueden omitirse, como “Solidaridad” (órgano de la F.O.R.U.), “El Trabajo” (que fue el primer diario revolu­cionario que salió en el Uruguay, por 1901), “Tribuna Literaria” (uno de los sucesivos órganos del propio Centro  I. de Estudios Sociales), “El derecho a la vida” (que se extiende en su publicación de 1893 a 1900), los periódicos gremiales como “El Obrero Panadero” (que durante muchos años anima Hucha), o revistas entre literarias y revolucio­narias...”.[3]

La organización de grupos anarquistas tiene sus propios órganos de prensa: La Antorcha, Justicia, Grupo Femenino Anarquista.

Cuando se hace referencia al anarquismo se debe tener presente la diversidad de facetas que posee éste; destaca­mos aquellas como categoría moral, educativa, individualis­ta, definida claramente por Rafael Barrett: “Yo concibo sacrificar mi existencia, pero no la ajena. Yo llevo clava­da en el alma, como un dardo de luz, la persuasión de que lo esencial no es aplastar los cerebros, sino poblarlos. El anarquismo tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político. Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es respetable”.[4]

También está el anarquismo que pretende revolucionar un aspecto de la sociedad o del conocimiento.

El tipo de anarquismo “ravacholismo”, la táctica del atentado individual dinamitero, no pudo prosperar en el país.



El anarquismo fue un movimiento netamente urbano, no pudiendo difundir sus ideas en el campo, tampoco en la Uni­versidad, donde la polémica en esos momentos estaba enfrascada entre espiritualista y positivistas. Si bien se discu­ten dichas ideas en la cátedra de Cremonesi, éstas no ocupaban el centro de interés de los jóvenes universita­rios.

Habrá que esperar hasta la creación de los liceos nocturnos, después de la revolución rusa, para comenzar a encontrar la presencia del estudiante anarquista o comunis­ta.

También jugaron un papel importante las mujeres de clase obrera: “...exhiben los antecedentes más antiguos de organización y lucha, siendo conocido el caso de varias militantes destacadas de ideología anarquista. En 1901 ya existían sociedades de resistencia de lavanderas y plancha­doras. En ese mismo año los cigarreros y cigarreras prota­gonizaron una huelga. En 1905 lo harán las costureras. Dentro de la postura vital del anarquismo, la emancipación femenina adquiría una particular relevancia...”.[5]

Debemos resaltar la presencia de un importante grupo afiliado al anarquismo, que con su lucha contribuyó en la defensa de los derechos de los obreros uruguayos.

De todos los sectores sociales de principio de siglo ninguno dio tantos elementos al batllismo como el anarquis­mo. Si se toma la nómina de los intelectuales libertarios de los primeros años del siglo se aprecia que 10 años más tarde casi todos han pasado a la actuación política activa, incluso como dirigentes batllistas.

ANARCOBATLLISTA”- término para aquel que dice conci­liar en su persona ambas concepciones políticas.

Se ha dicho que Batlle favorecía o simpatizaba con los anarquistas, y efectivamente muchos fueron llevados direc­tamente a cargos de responsabilidad en la administración, lo que posiblemente fuera más un caso de psicología que de ideología. Batlle, por razones de afinidad, admiraba algu­nas de las características psicológicas del anarquismo, especialmente el de principio de siglo, que  propicia en sus adherentes el fervor por la libertad política y el anticlericalismo, entre otros.



En 1913 el anarquista, Antonio Marzovillo escribiendo bajo el título de “Batlle y los anarquistas”, expresa: “Una buena parte del pueblo uruguayo incluso algunos anarquistas no muy firmes en sus mismas creencias, se encuentran marea­dos por la política del actual mandatario Batlle y Ordóñez. Es cierto que es un caso especial el que pasa con el gober­nante de este país que se encuentra empecinado en introdu­cir un conjunto de reformas no comunes entre gente de mando; pero, es muy cierto también, que tales reformas resultarán más que inútiles en la práctica, si una convic­ción y conciencia en el pueblo no hace efectivos esos beneficios cuando los interesados pretendan rehuir las leyes respectivas.

Por lo tanto el lugar de los anarquistas debe estar entre el pueblo, no para apoyar la política de Batlle sino para elevar su cultura, etc. Es la ocasión más oportuna para demostrar al pueblo el verdadero engranaje de la actual forma de sociedad, engranaje que por su estructura, no admite simples reformas sino una radical transformación en la propiedad privada y en la forma de gobernarse los pueblos para que se sienta la verdadera efectividad de un bienestar  económico y moral.

Sin embargo esperamos del buen criterio del lector no confundirnos con esa gente que tanto combate a Batlle como mañana lo defenderían si éste le diera parte en el comedero (presupuesto) nacional”.[6]

Anteriormente hemos hablado de Florencio Sánchez. En 1921 El Día publica un artículo sobre la ideología de Sánchez: “...no legó a sus contemporáneos y a la posteridad ninguna obra en que se reflejase su manera de pensar y sentir respecto a los hombres y a las cosas de nuestro país. No hay tampoco un “ideario” del bohemio genial, es decir, un libro de tesis y doctrina en que el autor nos expresase sus ideas políticas, religiosas y sociales. Sin embargo, en algunos de sus artículos periodísticos, de sus amenas “Cartas de un flojo” y hasta de sus epístolas a amigos y familiares podría rastrearse la filiación de su espíritu.
Florencio Sánchez 1875-1910

...Sus principios liberales quedan bien en evidencia en el siguiente párrafo de una carta que envió el 1º de Enero de 1893 a su entrañable amigo el señor Mason de Lis: “Termino,  -decía Sánchez, en esa misiva- enviándole un cariñoso saludo en este día y haciendo votos para que en el año que entra sigan las ideas liberales avanzando a pasos agigantados, siempre abriendo brecha, y veamos al finalizar el 93 al clericalismo fanático caído, revolcarse impotente­mente, furioso, entre sus babas, en el lodazal inmundo de sus vicios”.

Cuando Sánchez se decidió a abandonar el partido polí­tico a que pertenecía, se alistó bajo las banderas de un anarquismo lírico y humanitario de que da idea esta exhor­tación que dirige  desde su voluntario destierro -se halla­ba entonces en Buenos Aires- a los jóvenes uruguayos: “Sean ustedes menos guapos. Tengan más amor a la vida, y conclui­rán por no despreciar tanto la del prójimo. Sean menos localistas. Ningún pedazo de tierra nos ha parido. Ella entera nos pertenece con su oxígeno y su sol, y es dominio que tiene derecho a usufructuar por igual todos los hom­bres. Y no siendo guapos ni patriotas, dejarán de ser políticos. Serán entonces más humanos, más generosos; discernirán de prejuicios el espíritu y no volverán a mirar hacia el Porvenir”.
A falta de un volumen en que  se consignen las ideas y opiniones de Sánchez, las transcripciones que hemos hecho pueden bastar a sugerir, por lo menos, algo de lo que él pensaba  sobre nuestra cosas, y a evidenciar cuán profunda fue la evolución de su espíritu desde los días en que sirvió a la insurrección -era en aquellas fechas casi un niño-, hasta la época en que, emancipado de todo preconcep­to político, se convirtió en propagador apasionado de nuevas y avanzadas ideas”.[7]




[1] La propaganda anárquica. El Día. Julio, 9 de 1894.
[2] Expulsión de un anarquista. Ineficacia de las leyes. El Día. Agosto, 3 de 1894.
[3] Rama, Carlos Ma.- Obreros y anarquistas. Enciclo­pedia Uruguaya. Nº 32. Montevideo. 1969. pág. 29.
[4] Ídem. pág. 32.
[5] Rodríguez Villamil, Silvia- Feminismo y política. Un análisis del proceso de aprobación del voto femenino en el Uruguay. Hoy es Historia. Nº 4. Montevideo. 1984. pág. 18.
[6] Rama, Carlos- Op. Cit. págs. 56-57.
[7] De la ideología de Florencio. El Día. Enero, 23 de 1921.

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