viernes, 15 de mayo de 2015

¿QUE ES EL BATLLISMO? IIPROGRESISMO

B - PROGRESISMO
L
a fe en el progreso ha sido la tendencia dominante a lo largo de la historia. La idea de progreso sostiene que la humanidad ha avanzado en el pasado a partir de una situación inicial de primitivismo, barbarie o incluso nulidad y que sigue y seguirá en el futuro.

Podemos establecer dos tendencias dentro de esta co­rriente:

a - Para algunos autores el progreso consiste de hecho en el lento y gradual perfeccionamiento del saber en gene­ral, de los diversos conocimientos técnicos, artísticos y científicos, de las múltiples armas con que el hombre se enfrenta a los problemas que plantea la naturaleza o el esfuerzo humano por vivir en sociedad.

b - Se centra más bien en la situación moral o espiri­tual del hombre en la tierra, en su felicidad, su capacidad para librarse de los tormentos que le infligen la naturale­za y la sociedad. Para esta corriente el objetivo de pro­greso, el criterio del avance, es la consecuencia en la tierra de esas virtudes morales o espirituales y, en último término, el perfeccionamiento cada vez mayor de la natura­leza humana. 

El auge de la idea progresista se encuentra entre 1750-1900, tanto en la mentalidad popular como de los intelec­tuales.

Las ideas dominantes del progreso son: igualdad, justi­cia social, soberanía popular, que dejan de ser anhelos para convertirse en objetivos que los hombres querrán alcanzar aquí en la tierra. También habrá de producirse la secularización de la idea de progreso al desligarse éste de la idea de Dios. 

1 - Progreso como libertad
El Ministro de Luis XVI, Turgot, reflexiona sobre la función y distribución de la riqueza como podemos ver se anticipará incluso a A. Smith. 
  
Un sistema económico basado en la libertad individual, la autonomía del individuo respecto a los derechos y capri­chos gubernamentales, y, sobre todo, la libre empresa.

Por su parte Adam Smith, se destaca por encima de todos como máximo defensor de  la libertad económica individual. El motor del progreso humano, sobre todo del económico, es "el esfuerzo natural que hace cada individuo por mejorar su propia situación".

2 - Progreso como poder
Este enfoque ubica las corrientes que defienden el nacionalismo, el estatismo y también tendencias utópicas y racistas.

Entre los pensadores se destacan: Rousseau, Fichte, Hegel, Saint Simon, Comte, Marx, Gobineau.
En la perspectiva de Hegel, por ejemplo, para alcanzar la verdadera libertad, el individuo necesita adquirir conciencia de sí mismo como parte orgánica del Estado Absoluto.

Para Marx, la dictadura del proletariado era una condi­ción indispensable para el arranque del socialismo y para llevar a cabo bajo éste la reforma del hombre.

Fueron los filósofos e ideólogos del siglo XIX quienes con más fuerza impulsaron la idea de progreso.

El Estado era más que una simple estructura legal y social, era una forma exacta de perfección moral o una especie muy peculiar de libertad, de gracia espiritual o de pureza idealista.

Por su parte Fichte sostenían que, el Estado es el único ente capaz de dar a los individuos las condiciones necesarias para su trabajo. Sólo el Estado está facultado para proteger al individuo, la propiedad, todas las activi­dades económicas; sometiendo tanto estas actividades como a las agrupaciones sociales formadas en torno de ellas a un control, con el fin de lograr una distribución equitativa de todos los medios de subsistencia entre los ciudadanos individuales.

Una última manifestación del progresismo entendía como poder la teoría del racismo, la creencia en que el progre­sismo es algo inseparable de la existencia de determinados grupos sociales históricos.

Los pensadores políticos norteamericanos de la era progresista buscaban una teoría del Estado, de la naturale­za del gobierno, que satisficiera las demandas del realismo modernista y al mismo tiempo, fortaleciera las aspiraciones y estrategias del progresismo. La teoría jurídica del Esta­do, como la llamaba Beard, el concepto de que el Estado estaba formado por "todo el pueblo", era a la vez demasiado conservador para satisfacer las necesidades progresistas de una visión crítica del gobierno, y demasiado abstracto para el anhelo de realidad de los autores progresistas. 

3 - EE.UU.-Uruguay
Progresismo y batllismo son dos corrientes que se extendieron al ámbito político, económico y social, marcan­do una época en sus respectivos países.

Se ubican en la línea de las corrientes reformistas de principios de siglo a nivel mundial, siendo su propuesta cambiar la sociedad.

Podemos establecer puntos en común y diferencias entre ambos movimientos.

Establecer al progresismo y al batllismo como movimien­tos "reformistas", implica la búsqueda de transformación de la sociedad, utilizando como instrumento la ley para lograr tal finalidad.
Para definir el progresismo recurrimos a Hofstadter, el cual lo establece  como un "...impulso general hacia la crítica y el cambio que fue en todas partes visible después de 1900, cuando la anterior potencia corriente de descon­tento agrario fue ampliada y redirigida por el creciente entusismo de la gente de clase media por las reformas económicase y sociales".[1]

Por su parte Grompone, establece que el batllismo "...es ante todo una tendencia ideológica sobre el gobierno y la organización social, características bien definidas y que ajusta a una concepción de problemas nacionales que se van resolviendo por la adaptación a las necesidades del medio, de principios racionales".[2]

Para la historiadora Rodríguez de Baliero: "Ambos movimientos tienen sus raíces en el pasado inmediato. El progresismo es hijo del populismo, nacido a su vez del descontento de los sectores agrícolas y rurales por la situación económica. El populismo, a pesar de tener sus líderes y su órgano de expresión en un partido político, no pudo llevar a cabo ninguna realización concreta, imposibi­lidad práctica superada por el progresismo que plasmó muchas metas del populismo. En Uruguay, los problemas planteados por el batllismo tampoco constituyen una nove­dad...".[3]

En EE.UU. este reformismo parte de la clase media, sector que había crecido enormemente, con la aparición de las corporaciones y  las especializaciones surgidas de la sociedad corporativa.

Los líderes del progresismo se reclutaron principalmen­te entre los abogados, editores de periódicos, industriales independientes y comerciantes.

En Uruguay la diferencia radicó que este fenómeno se originó no en el sector social como en EE.UU., sino en el político. Por lo tanto las reformas partieron del gobierno, del partido político, más bien de la fracción política, que se encontraban en el poder.

Dentro de este proceso,  jugó un papel decisivo la clase media, un sector que caracterizó al Uruguay contempo­ráneo y que es en gran medida producto de ese movimiento.

El progresismo norteamericano adoptó una postura críti­ca frente a las instituciones políticas y económicas, produciéndose las reformas que preconizó a partir de la observación de que el desarrollo económico en los últimos tiempos no armonizaba con la situación política y social del momento. Así podemos analizar:

a - Confusión ética resultante de aplicar el código moral de una sociedad agraria individualista a las realida­des de un orden social altamente industrializado.

b - Control por los trust y monopolio de las riquezas naturales y del trabajo, con la consiguiente explotación de la riqueza social para beneficio privado.

c - Desigual distribución de la riqueza.

d - Crecimiento incontrolado de las ciudades.

e - Quiebra de la honestidad política y del sistema administrativo; existencia de instituciones administrativas anticuadas para resolver los nuevos problemas.[4]

Lo primero que pretendieron atacar los progresistas es lo referente a la reforma de los negocios. Es decir instru­mentar el monopolio por parte del Estado, como forma de frenar a los Rockefeller, Morgan, etc. El presidente Wi­lliam Taft (1909-1913) establecía: "Por espacio de treinta años fuimos testigos de una gigantesca expansión de orden material en nuestro país, en el transcurso de los cuales nos olvidamos a nosotros mismos en medio de la fiebre por fomentar nuestros recursos materiales y hacer de esta nación la más rica del mundo. Alcanzamos este objetivo por medio de la organización y cooperación como principios fundamentales para desarrollar las posibilidades materiales del país. Al estimular la inversión de capitales estuvimos a un paso de hacer que el poder político pasara a manos de quienes manejaban los grandes consorcios de la riqueza nacional, orillando apenas el peligro de ser víctimas de una plutocracia".[5] Este aspecto no lo defenderá la clase media uruguaya, sino el propio gobierno, como forma de retener las riquezas en el país y como forma de lograr la independencia económica.

En segundo lugar los progresistas verán la importancia de hacer frente a las formas más ultrajantes de explotación de la clase trabajadora, lo que comúnmente llamamos la "cuestión social".

Por último, en el plano político, buscaba  restaurar el gobierno popular, como ellos imaginaban que existía en épocas pasadas,  promoviendo una serie de cambios en la mecánica de la vida política.

Para poder concretarse todos estos cambios, el rol protagónico lo debía asumir el Estado. Significaba un cambio de mentalidad, abandonar la filosofía del laissez-faire, la cual regulaba hasta el momento las relaciones entre el sector público y el privado, a favor de una mayor intervención estatal.

El batllismo empieza por lo político, continuando con lo económico para finalizar en lo social. "Así como el progresismo dirigió uno de sus principales frentes de lucha contra los monopolios,...el batllismo dirigió su ataque  contra el sistema de explotación de la tierra  basado en la ganadería extensiva y en el latifundio. Propugnó la idea de transformarlo en pequeñas propiedades dedicadas a la    agricultura. El asentamiento que este cambio provocaría no sólo solucionaría el problema económico y social, sino que redundaría en beneficio de una mayor estabilidad política...

Pero el batllismo también luchó contra los monopolios, representados en el país por el imperio británico... 

Como el progresismo, el batllismo se ocupó también de la "cuestión social" y del problema de los trabajadores, sobre todo ante la creciente ola de huelgas manifestadas a partir de 1895".[6]

El pasaje de aquellos servicios que estaban en manos de los particulares al Estado, se entendía era esencial,  porque el capital privado podía anteponer sus intereses a los públicos, donde tenía que sustituir a las empresas extranjeras que luchaban en desmedro del interés nacional y, por último, sólo el Estado era capaz de actuar como  árbitro en los conflictos entre patronos y trabajadores, en forma tal de no volcar la balanza para un lado u otro.

Una característica en común entre el progresismo y el batllismo es que ambos movimientos son fundamentalmente urbanos, la ideología que los sustentó, sus  impulsores y los líderes que la propagaron provenían de la ciudad.

De las ciudades surgirá la clase media, la cual será la abanderada de este proceso, siendo en nuestro país en muchos casos conducida por el sector político.

Los primeros triunfos importantes de los progresistas comienzan con la presidencia de Theodoro Roosevelt (1901-1909). Entendía que los monopolios eran irreversibles en los nuevos tiempos.
En materia de legislación social se votaron en los primeros 15 años de este siglo más leyes que en ninguna otra época de la historia de los EE.UU.

En lo que se refiere a las realizaciones del batllismo, ya lo hemos visto, en su gran mayoría corresponden a la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez.

"Movimientos ambos de origen urbano, movilizaron en un caso a la clase media y en otro sentaron las bases de su futuro predominio. El reformismo progresista y el batllismo coexistieron con la presencia de ideas socialistas aunque sin confundirse con ellas, pues ambas creyeron posible las reformas dentro de la estructura capitalista y por métodos totalmente ajenos a la violencia.

Creemos, sin embargo, que el batllismo caló más hondo como elemento transformador del orden social que el progre­sismo. Llegó incluso en el plano político a promover y lograr la reforma del régimen político con el estableci­miento del Colegiado, además de obtener, luego de casi un siglo de vigencia, la sanción de una nueva Constitución sin duda en su afán de promover una verdadera democracia polí­tica, pero los progresistas no cuestionan en momento alguno la validez del sistema federal, si bien están de acuerdo en aumentar en ciertos campos las prerrogativas del gobierno central. A parte el hecho de que en el Uruguay se trata más bien de construir una democracia política que, si bien establecida  en los textos constitucionales, nunca había podido funcionar debidamente,  mientras  que en EE.UU. se trata de revitalizar una democracia que ya reinaba en el pasado".[7]




[1] Rodríguez de Baliero, Haydée- Progresismo y bat­llismo un estudio comparativo. En Revista Hoy es Historia. págs. 23-24.
[2] Grompone, Antonio- Op. cit. pág. 81.
[3] Rodríguez de Baliero, Haydée. Op. cit. pág. 24.
[4] Ídem. pág. 25.
[5] Ídem. pág. 26.
[6] Ídem. pág. 28.
[7] Ídem. págs. 34-35.

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