CAPITULO 4
EL MODELO BATLLISTA DE PRINCIPIOS DE SIGLO
P
|
ara poder captar en su mayor expresión la importancia de la política de
un país no debemos centrarnos sólo en su forma de gobierno sino, por el
contrario, en ver el grado de gobierno con que
éste cuenta.
"Nuestro pueblo se ha educado
en la guerra civil; salido de las luchas por la Independencia, la tea de las
discordias intestinas encendió el odio en el corazón de sus elementos
nativos...
Desde entonces casi no ha transcurrido un lustro sin
que haya estallado algún movimiento subversivo, por cuyo motivo los ciudadanos,
principalmente los moradores de nuestra dilatada campaña, no han tenido tiempo
para educarse en otra escuela que la del odio del hermano contra el hermano,
reproduciéndose entre nosotros la bíblica leyenda de Abel y Caín.
¿Qué no sería la República Oriental del Uruguay, sin
los partidos políticos y si sus cabezas dirigentes hubiesen pensado más en el
porvenir y el engrandecimiento de la Patria que en el predominio de los unos
sobre los otros...
Nuestra
desdichas son hijas, por lo tanto, de las incesantes discordias que ha
alimentado la hoguera de la guerra civil y de la lucha de las pasiones no
siempre bien encaminadas...
El país, sin embargo, empieza a ver clarear en lontananza
un horizonte diáfano y sereno, precursor de días de bonanza y bienestar.
Una ruda experiencia de tres cuartos de siglo no ha
podido menos que influir poderosamente para que cambien las cosas.
Primero el acuerdo electoral de los partidos que ha llevado
a la XX Legislatura la representación de todas las colectividades, y luego,
recientemente, la manera correcta con que unos y otros han procedido en la
renovación del Senado, tiene que servir de edificante ejemplo para estimular a
los ciudadanos a que cumplan con sus deberes cívicos, ejercitando el derecho
del sufragio en las urnas populares.
El indiferentismo y la abstención son el suicidio de
las democracias, como la coacción y la violencia el calvario de la libertad...".[1]
Batlle era consciente de que su modelo no podría llevarse adelante si
no lograba el apoyo de otros sectores, ya sean sociales, políticos o
económicos, y a su vez debía de sortear
el desafío que implicaba conseguir un adecuado nivel de
institucionalidad en el país. Podemos decir entonces que este último aspecto
es como el nivel de institucionalidad de cualquier sistema político por la
adaptabilidad, complejidad, autonomía y coherencia de sus organizaciones y
procedimientos.
Sobre fines de los 80 del siglo XIX, luego de producirse un relevo en
el equipo de gobierno, recayendo la dirección en miembros del antiguo
patriciado, se produce el primer intento de emprender un estilo de desarrollo,
que involucraría una participación más fuerte por parte del Estado en el área
económica. Los requisitos básicos permanecerían invariables, afirmándose más
aun el rol predominante de la ganadería en toda la economía, buscando incentivar
nuevos sectores económicos que complementarían la actividad pecuaria
exportadora: agrícola e industrial. Se propiciaría además la creación de un
banco de desarrollo, la expansión del ferrocarril, un mayor impulso en la política
inmigratoria, que asociada a proyectos de colonización, serían las estrategias a realizarse.
El papel que debió de asumir el Estado en ese modelo, de promoción y
previsión, resultó a la postre tan solo una reducida gestión interventora, pero
sin embargo será un antecedente valioso para la administración batllista de
principios de siglo.
Es así que Rial ve: "El estilo de desarrollo promovido por el
batllismo podríamos calificarlo como nacionalista, providente y estatista.
Nacionalista en cuanto al ámbito de acción, el territorio del Uruguay casi
exclusivamente, "recortado" luego de la pérdida del mercado regional
y en menor medida por intentar superar las condiciones de dependencia
comercial y financiera impuesta desde el exterior.
Providente y paternal el batllismo actuó de modo de
crear un marco social para el desenvolvimiento del país sobre la base de la
consolidación de las clases medias, urbanas, a las que se estimuló por medio de
una legislación tendiente a desarrollar un estado de bienestar. Diversas
políticas se orientaron a ello: educación gratuita, provista por el Estado y
promovida como medio de ascenso social; legislación benefactora para el
conjunto de las clases populares, especialmente urbanas (horario de trabajo
limitado, creación de institutos de seguridad social, políticas de vivienda,
etc.); burocratización; expandiendo el aparato estatal de modo de crear nuevas
fuentes de trabajo.
Desarrolló también las bases del intervencionismo
estatal en economía creando una serie de empresas de servicios públicos,
bancarios, energéticos y de transporte".[2]
A - LA MODERNIZACION
La elección de Batlle, en 1903, tuvo una importancia decisiva para el
Uruguay. En este período la política armada cedió su puesto a la política
electoral, teniendo como consecuencia inmediata la estabilidad política, permitiendo
el rápido mejoramiento de la ganadería y la promoción de empresas económicas
largamente postergadas. La prosperidad produjo mayores ingresos para el Estado
y superávit en los presupuestos, estando en condiciones de comenzar obras
públicas reclamadas desde tiempo atrás para aprovechar, dentro de ciertos
límites, la mejor situación del país en materia de crédito externo.
La solidez de la situación política permitió a Batlle mover al país en
nuevas direcciones: preocupación por el bienestar de la clase trabajadora, la
moralización de la vida personal, una expansión del papel del Estado en la
economía y la popularización de la participación en política, etc.
En 1902 todo hacía parecer que los nacionalistas no tardarían en
apoderarse del gobierno, en cambio, Batlle logró solidificar el control
colorado, e impulsar el desarrollo democrático uruguayo en una nueva
dirección.
Batlle indujo al uruguayo común a interesarse en la política electoral,
como esperaba inducirlo a las preocupaciones intelectuales y al escepticismo
religioso. En la actualidad, en el Uruguay, más que en la mayoría de los
países, se tiene en cuenta al hombre común y al voto de ese hombre.
La clave del éxito está en la utilización de la tradición y de la
organización colorada, resultando electo presidente como el candidato más
partidario que podía aceptar Cuestas. Por otra parte la guerra de 1904 lo convirtió
en héroe colorado y unificó al partido detrás de él, ratificando luego con la victoria electoral de 1905 lo que había
sido su triunfo en la guerra, llevando a su sector a las Cámaras y a sus más
cercanos colaboradores al mando de la organización del partido en todo el
Uruguay.
Mucho se habla del proceso de modernización, tanto en la época de
Latorre o de Julio Herrera y Obes, como también en la de José Batlle y Ordóñez.
|
|
|
¿Pero qué es la modernización?
Debemos considerar que para la época la modernización fue un proceso
multifacético, que incluyó una serie de cambios en todos los órdenes de la
vida del país. Varios son los aspectos que juegan en esta tarea, muchos de los
cuales hemos visto como elementos aislados y que a partir de ahora conformarán
el proceso en sí mismo:
ü urbanización,
ü industrialización,
ü secularización,
ü democratización.
Este proceso de modernización trae cambios psicológicos,
fundamentalmente en los valores, actividades y expectativas de los ciudadanos.
También a nivel intelectual, se da la expansión del conocimiento,
demográficamente la modernización equivale a una serie de cambios en las pautas
de existencia: en la salud y sus expectativas de vida, movilidad vertical y
geográfica. En lo social hay una tendencia a complementar a la familia y ser
vista como eje de la sociedad.
Este proceso significó en su esencia acompañar las necesidades que el
país tenía, fue por otra parte una comprensión existencial de los partidos
políticos tradicionales: o bien se adaptaban a los cambios o desaparecían. En
este aspecto el caso uruguayo es atípico, dado que fueron los propios partidos
tradicionales los que tomaron la iniciativa de transformación, destacándose el
Batllismo dentro del Partido Colorado y el Herrerismo dentro del Partido
Nacional.
Es cierto que este proceso de cambio, que se empieza a gestar, y para el
cual muchas veces no se estaba preparado, traerá consigo algunos problemas. Un
caso importante a destacar es el que se produce con la movilidad social que
provoca mayor inestabilidad que el
desarrollo económico.
Se crea entre estas dos formas una brecha que en cierta manera genera el
impacto de la modernización sobre la estabilidad política, donde la
urbanización, la alfabetización y la educación, son factores que exponen al
hombre tradicional a otras formas de vida, a nuevos niveles de disfrute y a
mayor bienestar.
Otra brecha que provoca la modernidad es el distanciamiento campo-ciudad: alterando la naturaleza de la
ciudad se modifica el equilibrio existente entre ésta y el campo; los elementos
urbanos terminarán así con el
tradicionalismo existen al derrocar a
la élite rural gobernante.
El pasaje del Estado Tradicional
al Estado Moderno debe ser gradual y
acompañado por las modificaciones en el orden social, económico y cultural. En
este Estado moderno se ve claramente la participación del pueblo en la política.
Batlle vio cuál era el camino de la modernización, para él, el sistema
político tenía que estar ante todo, y en condición de innovar la política, es
decir, promover la reforma social y económica por medio de la acción estatal.
El Partido Colorado se fue modernizando, y desde el poder, transformó al país,
forzando a que el Partido Nacional reflexionara sobre su postura para no quedar
a la zaga de las transformaciones que se propiciaban.
Los cambios en el orden social incluyeron varios aspectos, entre ellos
destacamos el final del proceso de secularización que concluye con la Constitución del 19, donde se
establece la separación entre la Iglesia y el Estado, con la consagración de la
fórmula de Iglesia libre en Estado libre. Se culmina la obra vareliana, con una
educación gratuita para los niveles medios y superiores.
La familia también sufre las consecuencias de esa ola transformadora,
dándose una situación de igualdad entre el hombre y la mujer para reducir el
poder social del primero.
Se alteran las relaciones entre los grupos y las clases sociales, es el
caso de la reducción de la jornada laboral a
8 horas, y la protección social, entre otras. El apoyo a los "agitadores" sindicales, los que a
su vez hicieron fuerza para impulsar una reforma en el proceso político
electoral.
El reconocimiento a la ciudadanía
que permanentemente fue llamada a las urnas, y el papel que cumplieron los
partidos como transmisores de las inquietudes de la población, llevaron a una
profunda modernización en el orden político, que contó a su vez como
principales elementos la participación
universal y la legitimación electoral.
El Estado asume a partir de esta realidad la responsabilidad de formar
a la nueva sociedad civil.
El hecho que Batlle llegue al poder determinar la adopción de un modelo que pretendía
asegurarle al país, mediante la
modernización, su autonomía y su poder de decisión. En 1903 la idea no está muy
clara, pero con el transcurso de los años y los viajes, ésta toma cuerpo en la
mente de Batlle y en un país dispuesto al cambio.
Al tomar el cargo de Presidente de la República Batlle declara: "Encargado por la investidura con que acabáis
de honrarme, del ejercicio de una parte de la soberanía delegada de la Nación,
nunca olvidaré que no se me atribuye misión tan elevada sino para que propenda
con todas mis energías, hasta con el
sacrificio de mi persona si fuera necesario, al bienestar y la felicidad común".[3]
Para lograr tales objetivos se utilizaron las siguientes estrategias
buscando la implantación de dicho modelo:
- Nacionalización - estatización:
Banco de la República (1911).
Banco de Seguros del Estado
(1911).
Banco Hipotecario del Uruguay
(1911).
Usinas Eléctricas del Estado
(1912).
Instituto de Geología y
Perforaciones (1912).
Instituto de Química Industrial
(1912).
Administración de los
Ferrocarriles y Tranvías del Estado (1915).
- Industrialización:
Instituto de Pesca, Geología y
Perforaciones y Química Industrial.
- Tecnificación y transformación
estructural del sector agropecuario:
Instituto Fitotécnico y de
Semillas "La Estanzuela"
Estancias Agronómicas.
Hospitales Departamentales.
- Incremento de la Educación:
Liceos Departamentales.
Sección Secundaria para Mujeres.
Escuela de Arte Dramático.
Escuelas nocturnas para adultos.
Liceos nocturnos para trabajadores.
Facultades de Ingeniería, Agronomía, Química, Arquitectura y
Veterinaria.
- Superación de las injusticias:
Jornada de 8 horas.
Indemnización por accidentes de trabajo.
Pensiones a la vejez.
Indemnizaciones por despido a los empleados de Comercio.
Jubilaciones generales.
Participación de obreros y empleados en la administración y en los beneficios de las empresas del Estado.
Regulación del trabajo de la mujer.
Prohibición del trabajo al menor.
La estabilidad de un sistema de gobierno depende de dos factores, por un
lado el nivel de participación y por el otro de su institucionalización
política.
CUADRO Nº 6
CINCO ASPECTO DE LA TRADICION Y LA
MODERNIZACION
TRADICIONALISMO MODERNIDAD
Socio-cultural
v importancia de grupos primarios (familia, “pago”)
para las interrelaciones sociales.
v limitación del comportamiento individual por pautas
asignadas.
v desigualdad social sustentada en privilegios
heredados.
v jerarquización social por adquisición profesional al
poder.
v equilibrio demográfico criollos-inmigrantes
v predominio de los valores criollos.
v obstaculización de la conciencia nacional por
subsistencia de lealtades locales.
|
v tendencia a la socialización de las relaciones en
estructuras de carácter secundario y alcance nacional.
v determinación de la situación individual por
criterios de rendimientos.
v desigualdad sustentada en rol económico.
v tendencia al ascenso social.
v jerarquización por adscripción profesional a los
sectores económicos dominantes.
v aluvión inmigratorio.
v adopción de valores cosmopolitas.
v valor instrumental de la conciencia nacional.
|
Campo - Ciudad
v predominio de la ruralización.
v dificultades de las comunicaciones.
|
v predominio de la urbanización.
v desarrollo de las comunicaciones.
v tendencias de la sindicalización.
|
Económico
v dependencia
de fuentes vivientes de energía.
v escaso
desarrollo
v del trabajo humano por carencia de herramientas.
v lenta tecnificación tecnológica.
|
v predominio de la producción industrial.
v productividad laboral elevada.
v frecuente modificación tecnológica.
|
Política
v ausencia de partidos políticos organizados y grupos
de intereses.
v restricción de los derechos políticos de
participación.
v vocación autoritaria del poder.
|
v existencia de partidos políticos organizados y de
grupos de presión.
v validación de los derechos políticos.
v acción de los partidos tendientes a superar mediante
negociación de los intereses representados.
|
Religioso
v sacralización de la sociedad.
v atribución a la Iglesia de roles sociales diversos.
v significación hegemónica de pautas y valores
religiosos.
|
v desacralización de la sociedad.
v secularización de la sociedad civil.
v visión cultural con ingredientes de progreso,
felicidad y superación fundados en las acciones humanas y asimiladas como
valores ético-sociales.
|
Fuente:
Zubillaga, Carlos - Cayota, Mario- Cristianismo y cambio social. Tomo 1.
Montevideo. CLAEH. Serie Investigaciones. Nº 26. Pág. 99.
Para finalizar el tema de la modernización creemos que en el período están presentes los elementos
que se manejan en la siguiente cita: "...Esta
nueva caracterización, desde un enfoque funcionalista-normativo, de adaptación
a los requerimientos del crecimiento económico y del desarrollo social, se
refiere a procesos acumulativos, a la formación del capital, al incremento de
la productividad en el trabajo, a los impulsos de las identidades nacionales,
a los poderes públicos centralizados, a la secularización y universalización de
normas y valores, etc.".[4]
[2] Rial, Juan- La población uruguaya y el crecimiento
económico-social entre 1850 y 1930, cambios demográficos y urbanización en un
pequeño país. Cuaderno Nº 39. CIESU. Montevideo. 1981. pág. 22.
[4] Mallo, S.- Paternain, R.- Serna, M.- Modernidad y poder
en el Río de la Plata. Colorados y Radicales. Montevideo. 1995. pág. 17.