I -
FEMINISMO
L
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a mujer de principios de siglo se
caracterizaba por su dependencia y subordinación a una sociedad machista. Desde
el punto de vista jurídico su situación
era similar a la de los menores de edad o los incapaces: eternamente bajo la
tutela del padre o del esposo.
En el aspecto educativo la mujer se
encontraba de hecho excluida de la enseñanza media y superior. Recluida al
ámbito doméstico.
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Concepción Arenal
Ponte 1820-1893
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En carta fechada en Ginebra el 12 de
octubre de 1908, Batlle le dice a Domingo Arena: “...En breve le mandaré el libro de Concepción Arenal de que le hablé en
otra carta…”.[1]
Destaquemos que las mujeres luchaban por
su lugar desde mucho tiempo atrás. Veremos su prédica por la educación e
instrucción de la mujer en el discurso pronunciado por la Srta. Rosa Larghero, en el Club
Fomento de Educación.
“Difícil
es por cierto, en mis circunstancias, la tarea que me impongo; pero me hallo
dispuesta a sobrellevarla con valor, pues ella tiende a un fin noble: la
felicidad social.
La
educación e instrucción de la mujer es necesaria a la felicidad; lo es, porque
a ella está ligada por los lazos más sagrados: hija, esposa y madre, tres
cargos difíciles para desempeñar, cuando una mujer no es educada e instruida.
Si es educada e instruida labrará la dicha completa de la familia; si no lo es,
sólo la ruina y desolación la acompañarán por doquier. Los buenos sentimientos
son acallados por la ignorancia en que vive la mujer, y dando sólo cabida a los
malos, su ruina es inevitable.
La
felicidad social sólo es comprendida allí donde no impera la ignorancia, donde
la mujer puede instruirse libremente. En Norteamérica goza la sociedad una
felicidad desconocida para nosotros; y esa felicidad es la libertad de estudios
para la mujer. Es respetada por los hombres, porque la educación e instrucción
que recibe le concede la misma libertad y derechos que al hombre.
Por
qué los hombres desconocen el mérito de la educación e instrucción de la
mujer, no me lo explico. Ella reporta las mismas ventajas para uno que para
otro; he dicho antes, que sólo el egoísmo de los hombres retiene a la mujer en
la ignorancia; de otra manera no puede comprenderse. De lo contrario ¿por qué
han permitido la ignorancia de la mujer?, ¿por qué no han puesto una barrera a
las desdichas que se han desbordado, acumulándose sobre la sociedad entera?,
¿por qué desconocen los derechos que la naturaleza le concede?, ¿esperan acaso
el adelanto de la sociedad por medio de su ignorancia? No; desean gloria y
felicidad; pero esa gloria y felicidad no podrán alcanzarla mientras no se
practiquen otras reformas que serán su base.
Cuando
estas reformas se practiquen, cuando se comprendan sus ventajas, la sociedad
caminará hacia el progreso y la prosperidad.
La
inercia intelectual de la mujer se deja sentir en todas sus fases. Para la
mujer sin instrucción, los buenos sentimientos no existen; ella siente, sí, pero no sabe distinguir lo bueno
de lo malo. Criada y educada en la ignorancia, con malos principios, no sabe
más que seguirlos, y en su camino de desengaño, culpa a la divina Providencia
de sus desdichas; la culpa, pero no
quiere comprender que esa Providencia
la componen los hombres.
Los
hombres han inoculado en la mujer el placer de la moda, la han hecho creer que
poseyendo belleza física, su triunfo
será completo, y esa mujer, pobre de ánimo, invierte todo su tiempo
ante el espejo, en arreglar con perfección sus cabellos; la pintura y cosmético
jamás faltara a su tocador; esa pobre mujer
a quien los hombres han bautizado con el nombre de coqueta, se encuentra
en todas partes. Llega un día que la naturaleza le exige el cumplimiento de
sagrados deberes, cuando agitada siempre por el afán de ver halagada su
hermosura, no ha tenido tiempo de comprender si tenía sentimientos nobles y
virtuosos que inculcar a sus hijos; la sociedad se mofa de ellas,
presentándolas como ejemplo de la abyección de la mujer...
El
estado social que aquí reina no permitirá la muy pronta realización de esta
idea pero, a pesar de esto, debéis emprender esa tarea con valor, formad
propaganda oral y si posible es, por la prensa; demostrad las grandes ventajas
que reportará la realización de esas ideas; que comprendidas, la sociedad
entera os prestará su apoyo.
Podrá
la mujer educarse e instruirse libremente, y esa educación, fundada en las
bases sólidas, ocasionará una completa revolución, entonces no estará relegada
al indiferentismo, tendrá los mismos derechos que el hombre, y podrá cumplir
sus sagrados deberes. Su educación moral no se hará esperar y será
completa.
Ya
no será la mujer aquella fatua y presuntuosa: será la mujer noble, buena y
virtuosa; emprenderá con valor no sólo las tareas domésticas, sino también
aquellas que impone la patria a todo
ciudadano.
No
podrá la mujer hacer una defensa por medio de las armas; pero podrá hacerla
oral y por la prensa; podrá emitir ideas tan profundas como el hombre, y
ayudará a regir los destinos de su patria.
Ya
sabrá la mujer cumplir los deberes que la naturaleza le impone para su familia.
Podrá
entonces la sociedad ser completa y ya no mirará a la mujer como objeto de
lujo, sino que será mirada tal como es: capaz de desempeñar los deberes que por
su naturaleza le están encomendados.
Educada
e instruida, la felicidad inundará vuestros pechos, y rechazando el egoísmo
para sólo dar cabida a los nobles sentimientos, comprenderéis el mérito de
vuestra grande obra.
Terminaré,
sí, pero no sin antes aventurarme a daros un humilde consejo: tratad que la
educación e instrucción de la mujer sea un hecho en nuestra querida patria;
tratad de hacer una propaganda activa y enérgica, cual es necesaria para tan
grande cuanto sublime objeto. Tratad, en fin, señores, demostraos a la faz del
mundo dignos obreros del progreso, descorriendo para siempre el tupido velo de
la ignorancia, que sepulta a la mujer en las tinieblas del oscurantismo, para
de ese modo dar paso a la intensa y vivificadora luz, que arroja la luminosa
antorcha de la civilización”.[2]
La mujer en el siglo XX pasa a ocupar
nuevos roles, de obrera, empleada y maestra, que fueron posibles dado el apoyo
y receptividad tanto de anarquistas, como socialistas y batllistas.
Este cambio conlleva a adaptar la
legislación laboral vigente, la cual podemos analizar a dos puntas: por un lado
encontramos una modalidad protectora, que conserva algunos rasgos “caballerescos” y mucho de paternal, y se
expresa fundamentalmente en el área laboral (legislación especial protectora de
la mujer), en la protección de la maternidad (que llega a considerarse como “sagrada”) y en la seguridad social (con
regímenes jubilatorios especiales); y por otro se intentaba “promover” a la mujer, reviviendo todos
sus derechos, sus capacidades y posibilidades como ser humano, incitándola a
superar el estado de “inferioridad”
en que se encontraba (del cual se culpa
en gran parte a la Iglesia).
En ese sentido se facilitó el acceso de la
mujer a la educación secundaria y superior y se desarrollaron activas campañas
tendientes a lograr la igualdad civil y política. Se postulaba que el voto
femenino y el trabajo de la mujer fuera del hogar no iban a producir ni el caos
en la familia ni la anarquía en la sociedad.
Uno de los
pensadores más citados por los representantes uruguayos es John Stuart
Mill. Con el mismo espíritu que caracterizó a su libro La Libertad, Stuart Mill escribió en
1869 el ensayo Sobre la servidumbre de
las mujeres. Se trata de una obra con elevada sensibilidad moral y una gran
agudeza en el análisis de la sociedad. Desde hace siglos se considera que la
mujer es inferior por naturaleza. Sin embargo, señala Stuart Mill, la
naturaleza femenina es un hecho artificial, es un hecho histórico. Las mujeres
quedan relegadas en exclusivo beneficio de los hombres o permanecen a cargo de
la familia o incluso, como ocurría entonces en Inglaterra, en los talleres, y
se dice no obstante más tarde que no posee dotes que las hagan sobresalir en la
ciencia o en las artes. Según Stuart Mill, el problema hay que solucionarlo a
través de medidas políticas o creando
condiciones sociales de paridad entre hombre y mujer. Las ideas era lograr la
emancipación femenina, hallaron muchas seguidoras en Inglaterra entre los
movimientos feministas de los sufragistas de fines de siglo XIX, aprobándose en
1919 el derecho al voto de las mujeres.
Uno de los puntos altos de Batlle en el
feminismo fue sin duda el tema del divorcio, el cual lo analizaremos en otra
sección.
Sin embargo nos interesa abordar en estos momentos la independencia económica de la mujer,
temática llevada adelante por Batlle a través de medidas que sin duda son
reflejo de lo apreciado durante su estadía en Europa luego de su primera
presidencia.
Para “El
Diario de Concordia” de la República Argentina también era así: “Se está operando en la República Oriental
una campaña muy interesante en favor del bienestar y del enaltecimiento
femenino.
El
Presidente Batlle y Ordóñez, mandatario que ha revelado un interés galante en
levantar el nivel moral, intelectual y económico de la mujer, es el iniciador
de esta obra de la regeneración y encumbramiento del bello sexo emprendido en
Montevideo.
Ya
en su primera administración el señor Batlle dio capital importancia a los
problemas femeninos, propendiendo por lo pronto a la promulgación de la ley de
divorcio.
Al
regresar ahora de Europa, después de haber estudiado allá todas las reformas
modernas en pro de la mujer, el señor Batlle se ha dedicado con empeño a
señalar a la mujer un camino de labor y de independencia económica, que sea a
la vez que una fuente de recursos un arma con la cual se asegura el respeto y
la consideración en vida, poniéndose a cubierto de los peligros que traen
consigo la pobreza y la falta de trabajo.
Llevando
más lejos su programa de protección al bello sexo, el galante Presidente
uruguayo ha multiplicado las escuelas y centros de enseñanza femenina.
El
plan que se ha trazado el gobierno de la República vecina abarca un vasto
radio, llegando hasta formular un proyecto de los que autoriza un régimen de
separación económica de la mujer, dentro del matrimonio, con el producto de su
trabajo.
El
programa del señor Batlle entraña una gran filosofía y asegura a la mujer un
porvenir firme, claro y libre de los sinsabores que en ciertos hogares
desgraciados son el pan de cada día”.[3]
La situación empieza a estar presente
desde 1910, cuando se cuestionan los vacíos que tiene el Código Civil, donde se
consideraba estaban todas las
aspiraciones de las clases capitalistas.
El Código Civil se ocupaba extensamente de
la situación económica de la mujer dentro del matrimonio, pero, sólo teniendo
presente a la mujer rica, la que aporta al mismo un capital constituido por
bienes inmuebles, donde el legislador ha puesto buen cuidado para que el marido
no dilapide la riqueza de su mujer.
Sin embargo ninguna disposición para
aquellas mujeres que su única fortuna es el trabajo, siendo ésta la más
oprimida, y a la cual se debe de brindar una protección contra los abusos de la
potestad marital.
Es frecuente encontrar maridos que se
entregan al alcoholismo o al juego, gastando su salario en satisfacer dichos
vicios, teniendo como consecuencia que la mujer salga a trabajar noche y día
para poder atender las obligaciones y gastos del hogar. Muy a menudo se da el
caso de que alguna mujer logra satisfacer dichas necesidades, logra poder
adquirir algún bien material.
Acá está el gran olvido del Código: el
marido puede disponer de dicho bien para enajenarlo o hipotecarlo, ya que ese
es un bien ganancial que pertenece por mitad al marido y del cual éste puede
disponer.
Las leyes no se pueden hacer para un
sector o una clase privilegiada. Deben proteger y deben tutelar a todas las
personas sin distinciones.
Se pretende que la nueva Ley que se dicte asegure la independencia económica de la
mujer: “...será necesario que la mujer
tenga una profesión honesta, que obtenga por su trabajo un sueldo o salario. Y
es solamente sobre ese sueldo o salario o sobre las economías consiguientes,
sobre lo que la mujer tendrá derechos de administración y disposición como si
se hallara separada de bienes. La mujer puede gastar su salario, puede
economizar, puede adquirir bienes y puede vender los bienes adquiridos. Su
capacidad es, por lo tanto, completa.
Pero
la mujer no puede perjudicar a su marido. La Ley no puede estimular la avaricia
y ambiciones de la mujer. Sería absurdo que parte del trabajo del marido
escamoteada a los gastos de la casa se destinara a aumentar el peculio privado
de la mujer. Y tampoco sería justo que trabajando la mujer y obteniendo un
salario, todos los gastos corriesen por cuenta del marido. Desde luego
conviene no olvidar que el trabajo de la mujer trae aparejado inevitablemente
cierto abandono de la casa, y, por consiguiente, el aumento de ciertos gastos.
No es equitativo que el marido cargue con estos aumentos y que la mujer
aproveche del abandono de sus derechos dentro del hogar engrosando su peculio.
...constituye
el complemento de la independencia económica de la mujer obrera: cada cónyuge
debe contribuir al sostenimiento de la casa en la medida de sus facultades. El
ideal es que marido y mujer de común acuerdo determinen cuál es la cuota con
que debe contribuir cada uno. Pero a falta de este acuerdo, la ley debe
establecer un procedimiento para resolver la dificultad, encomendando a
ciertos jueces la solución de los conflictos que pudieran producirse.
Sin
embargo, conviene autorizar que la mujer con los bienes del peculio formado con
su trabajo pueda constituir un fondo inalienable e inembargable, un techo
seguro que pueda albergar en cualquier momento a toda la familia. Pero esto no
debe ser un privilegio de la mujer, sino un derecho de toda familia”.[4]
Para lograr tales propósitos también era
importante lograr la apertura sin barrera en la enseñanza para la mujer. El 2
de junio, el presidente José Batlle y Ordóñez envía al Parlamento el Mensaje
por el cual crea la Universidad de Mujeres.
“En
todos los países civilizados se ha iniciado, y continúa, una evolución que
tiende a mejorar la situación de la mujer. Hay millares de mujeres que ocupan
puestos públicos y ejercen todas las carreras liberales con los más
satisfactorios resultados.
Entre
nosotros ese movimiento de progreso es tan lento, que en la actualidad la
Escuela Secundaria y Preparatoria cuenta apenas con cien alumnas, mientras que
el número de alumnos alcanza a dos mil.
La
exigüidad de la concurrencia femenina debe atribuirse principalmente a que la
mayoría de las familias se resisten a enviar niñas -que salen de las escuelas
de Instrucción Primaria, en las cuales, a partir del 3er. año, los
sexos están rigurosamente separados- a cursar estudios secundarios a la
Universidad, donde por mucha que sea la atención de las autoridades
respectivas, no es posible la vigilancia estricta ni la protección de padres o
maestros.
El
personal docente primario está constituido en su enorme mayoría por maestras,
lo que prueba que un gran número de mujeres se dedica en nuestro país al
estudio de la única profesión de carácter científico que está a su alcance, en
cuyo ejercicio despliegan dotes de inteligencia, laboriosidad y abnegación
superiores a todo elogio.
Pues
bien; es seguro que si existiesen escuelas cuyo acceso no presentase el
inconveniente de orden especial arriba indicado, todas o una gran parte de esas
valientes y meritorias mujeres podrían perfeccionar sus conocimientos;
contribuir así con más eficacia a la difusión de la cultura en todas las clases
sociales, especialmente en las menos afortunadas; y entrar a la lucha por la
vida en condiciones menos desventajosas que las actuales.
...el
elemento femenino no concurre a la Universidad en la proporción debida porque,
en las actuales circunstancias, existen motivos atendibles que se lo impiden.
Esos
motivos serán o no justificados teóricamente, pero existen, y fuerza es
legislar con arreglo a lo que sucede, a las necesidades presentes y no en
consideración a lo que debería o podría ser.
Injusto
y contrario al interés nacional es el actual sistema, pues hace de la enseñanza
y cultura superiores el casi exclusivo privilegio del sexo fuerte y priva a la
colectividad de preciosos elementos de progreso que contribuirían a su
perfeccionamiento moral e intelectual”.[5]
El Proyecto del gobierno determinó que
varias mujeres hayan hecho pública su opinión sobre la creación de la
universidad. Unas están a favor y otras
en contra, pero todas convienen en la necesidad de que la mujer se ilustre; la
diferencia radica en si se debe crear
una universidad aparte para mujeres solamente.
Esta corriente favorable a la condición de
la mujer a quien se le reconoce los mismos derechos que al hombre, acompasó
otras conquistas que desde distintos campos de la actividad humana se iban
alcanzando.
La descripción de muchas de esas
conquistas está reflejada en leyes que pusieron a nuestro país en un lugar de
avanzada en el concierto de las naciones del mundo.
El país contó con hombres como Batlle y muchos de sus seguidores que no
permitieron que se detuviera la marcha del progreso y lucharon también contra
arraigados prejuicios y resistencias a los cambios, abriendo las vertientes
que los hicieron posibles; para ello Batlle asumió el seudónimo de LAURA para defender sus ideas y
responder a la prensa los ataques que ésta emprendía contra la mujer. Es así
que Laura establecía el 18 de marzo de 1912: “Mal día fue el sábado, en las
columnas de este diario para la emancipación de la mujer. Por una lado “Un
Viejo” y por otro Daniel Muñoz, con el mismo espíritu anticuado, con la misma
preocupación retardataria, aunque con diferente cortesía lanzaron los más
agudos dardos de su dialéctica contra el pensamiento, cada vez más
preponderante en los tiempos que corren, de dar a la mujer en todas las esferas
de la vida, una posición que corresponde a sus facultades.
¿Qué
explicación podría darme yo de esta terrible inquina contra la mujer?...
Lo
que ellos sostienen, aplauden, creen perfecto y piensan que, al desaparecer,
desquiciaría el orden social es lo que les entró al cuerpo con la leche, cuando
se amamantaban, lo que vieron, oyeron y palparon en su niñez; lo que
practicaron en sus mocedades y en su edad madura, lo que ha constituido para
ellos la trama de toda su vida en el hogar.
Lustros
y lustros pasaron sin llegar a sus oídos una voz de protesta contra el
rebajamiento de la mujer. La religión la santificaba, las leyes y las
costumbres lo imponían y sus propias madres lo habían aceptado resignadas;
constituía para ellos una situación digna, descansada y ventajosa! Todo se
hacía girar alrededor de aquel jefe de esclavitud y de ignominia; la dicha de
los hijos, el respeto a los padres, el honor y el bien parecer de la esposa, la
dignidad del encumbrado jefe de familia!
Pues
bien: ¿A seres que así han vivido, que llevan en sus cerebros el aluvión de las
preocupaciones, los prejuicios, los errores y las supersticiones de tres
cuartos de siglo, que han dejado depositar en sus células encefálicas todas
esas cosas, sin examen, porque en sus tiempos preocupaban otros problemas, a
esos seres les pediremos que revisen ahora todas sus ideas, sus convicciones
más íntimas y más indiscutidas, ahora que sus máquinas de pensar tienen los
cojinetes gastados y apenas pueden con la liviana tarea de recordar y repetir
los pensamientos de otros tiempos.
Natural
es que se incomoden cuando la bulla de las ideas nuevas viene a turbar su
somnolencia.
Esas
ideas requieren cerebros también más nuevos y frescos”.[6]
A continuación presentamos algunos de los
artículos escritos por Batlle bajo el seudónimo de Laura en El Día.
“Los
que se oponen a que la mujer se ilustre aducen un argumento favorito en defensa
de su tesis: es menos inteligente que el hombre, dicen. Luego hay que
apartarle de todo estudio serio.
Doy
por sentado que la mujer sea intelectualmente inferior al hombre. Estamos aún
lejos de que eso se haya probado, pero no quiero discutir ahora este punto.
¿Esa
inferioridad intelectual de la mujer sería motivo bastante para que se le
hiciera más inferior aún, destinándola deliberadamente a la ignorancia?
No
me parece. Yo, con mi débil cerebro femenino, raciocinaría de otra manera.
Diría: puesto que la inteligencia de la mujer es inferior fortifiquémosla por
medio del estudio, así la inferioridad natural quedará en parte compensada por
la ilustración, la gimnasia que tendrá que hacer su pensamiento. El hombre, al
menos el hombre conservador, piensa de otra manera: puesto que es inferior,
dice, hagamos que lo sea aún más!
La
mujer es, materialmente, más débil que el hombre. Nunca alzaría los pesos que
éste alza, nunca correría como él, nunca en general resistiría la fatiga que
resiste.
Admitámoslo,
aunque hay numerosos ejemplos y los vemos todos los días en los circos, de
mujeres dotadas de una fuerza extraordinaria, que podrían darnos el derecho de
suponer que ejercitando convenientemente y dedicada a las tareas de los
hombres, sería tan vigorosa como ellos.
Admitamos
sí nuestra debilidad material, ella no argumenta nada en contra nuestra. Entre
los hombres mismos los más célebres, pasadas las épocas de barbarie, no han
sido en general, los que tenían músculos más desarrollados; y si nos extendemos
más allá de la humanidad podremos notar que la hormiga, la abeja, la araña, son
infinitamente más inteligentes que el elefante, la jirafa, el hipopótamo, etc.
al par que su fuerza es infinitamente menor. Y estos mismos grandes animales
¿no podrían considerarse superiores al hombre si la fuerza constituyera título
de preeminencia entre los seres vivientes?
Hay
muchos casos en que no se manifiesta la benevolencia y el espíritu de
protección -que se pregona- del hombre hacia la mujer.
Ya
hemos visto uno. Nuestra debilidad física nos hace descubrir otro.
Ella
debería ser razón suficiente para que las áreas más descansadas, aquellas que
menor esfuerzo
requieren fueran desempeñadas por nosotras... pero el hombre, con argumentos
muy prolijos, se ha reservado los puestos descansados para sí.
Toda
la administración pública le pertenece. No se necesita en verdad, ser un genio
para desempeñar un puesto de escribiente y creo que muchas de nosotras podrían
dirigir una repartición pública. Pues han pasado siglos sin que se nos
abriesen las puertas de las oficinas del Estado, ahora apenas se nos
entreabren!
Otro
tanto pasa con las oficinas particulares -el mismo espíritu las domina. En
ellas también veremos cómodamente repatingados, hombres maduros y jóvenes
adolescentes desempeñando con orgullo tareas que realizaría con más presteza
que ellos, una niña de diez años.
Hábleles
usted de dejar alguno de esos puestos para nosotras...
¡Se
pondrían como unas fieras! No hay más que oír al doctor M. Lafinur en la
cámara...
La
cortesía, la caballerosidad, todo espíritu de galantería desaparece! Que vayan
a fregar tachos o a destripar terrones! contestan. ¿No están todas las fábricas
abiertas para ellas?
Pocas
veces el egoísmo del hombre se cierne a estas alturas”.[7]
Se establecía en la época que la mujer era
menos inteligente que el hombre como una verdad, es por ello que Laura somete a un examen dicha
afirmación, tratando de buscar las pautas para dicha aseveración.
“¿Se
dirá que no sobresalimos, ni mucho menos, en el ejercicio de las artes, de las
letras y de las ciencias, ni de la política? Pero ¿cómo hemos de sobresalir si
se nos aparta de ellas sistemáticamente?
Para
el hombre no hay más estímulos. Padres, parientes, amigos, conocidos, extraños,
todos aplauden la resolución que adopta el joven adolescente de dedicarse a
alguna carrera científica o artística. Nada importará que ya le apunten las
orejas. Se creerá conveniente, por lo mismo, que trate de adquirir, por el
estudio, algo de lo que la naturaleza le ha negado; no reza con el hombre
aquello que reza con la mujer de que, porque parece menos inteligente, no debe
estudiar. Y se le halaga y se le hace creer que será personaje culminante por
sus vastos talentos aunque no prometa ser más que una acémila!
En
cambio, para nosotras no hay más que obstáculos. Se nos desanima, se nos
desalienta de todas maneras. Seremos objeto de mofa. Se inventarán apodos para
denigrarnos. Se nos insultará en artículos como el que ha publicado este mismo
diario, de Daniel Muñoz. Y cuando se vea que nada de esto basta, se invocará el
buen apetito del hombre, como lo ha hecho el Dr. Melián Lafinur y se tocará a
rebato ante el enorme peligro de que podemos ocupar nosotras alguna de las
canonjías en que él, actualmente, se encuentra feliz!
No,
lo que hay que extrañar no es que sean pocas las mujeres que se han distinguido
por sus talentos; lo que hay que extrañar es que algunas hayan podido
distinguirse!
El
pleito entre el hombre y la mujer sobre quién es más inteligente no se podrá
fallar con justicia, sino cuando ambos se hallen en las mismas condiciones,
esto es, cuando a ambos se les eduque de la misma manera, se les estimule con
el mismo empeño y se les rodee de la misma libertad”.[8]
El Presidente Batlle mandó buscar a
Europa, para llevar adelante la organización de la Universidad de mujeres, a la
Dra.
Clotilde Luisi, que se encontraba en usufructo de una beca y que fue la
primera mujer en recibirse de abogada en 1911. En abril de ese año, por
iniciativa del Ministerio de Industrias, Dr. Eduardo Acevedo, se emite un
decreto del Poder Ejecutivo por el cual los jefes de oficinas debían proponer
con preferencia a mujeres en aquellos cargos que se adecuaran a ellas.
Dentro de la legislación podemos
establecer diferentes hitos relacionados con la mujer.
El 15 de octubre de 1913 el Poder
Ejecutivo presentó un proyecto sobre represión del proxenetismo, la ley se
aprobó el 20 de octubre de 1916.
Por su parte la ley Nº 5032 del 21 de
julio de 1914, en su artículo 4º, establece que las mujeres y los niños no
podrán ser empleados en la limpieza o
reparaciones de motores en marcha, máquinas u otros agentes de trasmisión
peligrosos.
El 5 de setiembre de 1914 se promulgó la
ley Nº 5153 referida a la investigación de paternidad y los derechos de los
hijos naturales.
A partir de 1914 distintos proyectos
fueron presentados para el reconocimiento de los derechos políticos y civiles.
El primer legislador que en Uruguay - según Paulina Luisi, en América del Sur-
presentó un proyecto de reconocimiento del derecho al sufragio fue el diputado
Dr. Héctor Miranda.
La ley Nº 6102 de julio 10 de 1918,
llamada Ley de la Silla, proyecto del
Dr. José Salgado, hace obligatorio su uso para descanso de las empleadas y
obreras. En el Decreto de 6 de noviembre de 1942 se aclaró que esa ley era
aplicable también con respecto a las ascensoristas. Luego esa disposición se
hizo extensiva a los hombres.
En 1921 el entonces Presidente de la
República, Dr. Baltasar Brum redactó un proyecto de ley de reconocimiento de
los derechos políticos y civiles de la mujer con una extensa y conceptuosa
exposición de motivos.
Por la ley Nº 8000 de fecha 14 de octubre
de 1926 se habilita a la mujer para ejercer la profesión de escribano y se
derogan las disposiciones que la inhabilitaban para ser testigo.
La licencia de maternidad sólo se
establece cuando se aprueban varias convenciones internacionales adoptadas por
la Conferencia Internacional del Trabajo,
el 5 de abril de 1933. El Código del Niño
sancionado el 6 de abril de 1934, se refiere a la organización y funcionamiento
de refugios de embarazadas o asilos de madres con sus hijos y al estudio del
seguro de maternidad. Toda mujer grávida indigente y privada de recursos tiene
derecho a la protección prenatal; toda mujer en estado de gravidez tendrá
derecho a ausentarse del trabajo por el tiempo indispensable según prescripción
médica y un conjunto de disposiciones tendientes a proteger a la mujer madre y
al niño.
Estas disposiciones tienen su antecedente
en el Proyecto de Ley del 21 de diciembre de 1906, elevado por el Presidente
Batlle al Parlamento por el que se hacía obligatorio el descanso de un mes
para la mujer después del parto, y en el nuevo proyecto enviado el 26 de junio
de 1911 en el que se aumenta el plazo en que la mujer no podrá trabajar de
treinta a cuarenta y cinco días y se impone al Estado la obligación de
auxiliarla económicamente durante ese período.
En 1921 Baltasar Brum dispone referente al
Código Civil y Penal las bases para establecer un conjunto de principios de
igualación reparadora: “la mujer es igual
al hombre ante la ley, sea preceptiva, penal o tuitiva”.
La Constitución
del 34 establece derechos sociales, libertad de enseñanza, voto secreto y
obligatorio, reconocimiento del derecho al voto femenino.
Veamos cómo durante las primeras décadas
de este siglo fue abordado el tema del voto femenino, sin obviar el hacer
referencia al proceso inglés.
El Movimiento
Sufragista de Inglaterra lucha por la conquista del voto desde 1844; pero
destaquemos en 1850 a Lord Brougham,
el cual presentó una ley en la que se
pedía implícitamente el voto femenino.
En 1867 John Stuart Mill repetía la petición. Desde entonces no ha faltado
en la Cámara de los Comunes un
proyecto de ley que reclamase de continuo el voto de las mujeres. En ocasiones
estos proyectos se han aprobado en primera y segunda lectura; pero todos han
naufragado indefectiblemente en los Comités o en las terceras lecturas.
Dicho movimiento tuvo momentos violentos,
atacando los cristales de las casas donde viven los políticos que, a juicio de
las sufragistas, han sido traidores a su causa. También arremetieron contra las
vidrieras de los negocios del centro de Londres utilizando piedras e incluso
contaban con bombas de dinamita, y hasta se llegó a producir un atentando
contra una casa de campo que había alquilado Lloyd George.
Pero el 28 de mayo de 1917, por 364 votos
a favor y 22 en contra, se pudo aprobar el proyecto de ley de sufragio femenino
para aquellas mayores de 30 años; y recién en 1928 se concedió el sufragio
femenino a partir de los 21 años.
Nos preguntamos ¿es posible conseguir un
derecho político sin violencia?
En 1913 con las noticia de los procesos de
Inglaterra y de Italia, se comienza a reflexionar sobre el tema por estos
lares.
El verdadero sistema democrático, para que
se realice en su máxima expresión, necesita que todos los componentes capaces
de una sociedad cooperen en la constitución de los poderes que en su nombre han
de regirla.
La situación de la mujer a nivel mundial
fue ganando espacios de mucha importancia; ese proceso que se dio afuera de
fronteras será un incentivo para concretarlo en nuestro país.
“La
humanidad, sin embargo, se renueva y la mujer no se sustrae al proceso de su
renovación. Esta guerra formidable que traerá como resultado la libertad de
tantos pueblos, dentro de un orden democrático internacional, dará término a la
última servidumbre subsistente: la de la mujer. Con sus abnegaciones, con sus
aptitudes, con su adaptación a las más penosas tareas habituales de los
hombres, ella misma se ha conquistado en Europa y en Estados Unidos, el derecho
de ser igual al hombre en el gobierno político, económico y social... era
necesario, previamente, que asegurara su independencia económica, demostrándose
capaz de ganarse su propia vida con el valor de su propio esfuerzo. Y al
sustituir al hombre, sin desmedro de la capacidad productora, en los talleres
industriales donde el trabajo requiere músculos fuertes y cualidades selectas
de actividad técnica, en el comercio, en las faenas rurales, en los más
variados oficios de índole pública o privada, la mujer ha descubierto en sí
misma una potencialidad de acción que ni ella misma apreciara debidamente y ha
sido, en reemplazo del padre, del hermano o del esposo reclamados en las líneas
de batalla, la que ha provisto al hogar del alimento y del abrigo necesarios.
De ahí que en Inglaterra haya sido resuelto sin controversia, en pocos días, el
problema secular del feminismo, reconociendo a la mujer toda la plenitud del
derecho político. De ahí que Wilson, en cuya gran República ya la mujer
interviene y puede ser electa en los comicios municipales, ocupar cargos
judiciales y ejercer influencias poderosas, considere que ha llegado el
momento de reparar la antigua injusticia de sustraerla al entero ejercicio de
sus derechos sociales. Y de ahí también que hasta en el lejano oriente donde el
despotismo del hombre sobre la mujer fue siempre odioso, ésta empiece a
elevarse, a redimirse, a independizarse en virtud de su acción económica
individual o solidaria...
En
nuestro País, el clamor universal de las reivindicaciones femeninas, no podía
encontrarnos sordos o indiferentes, ya que nuestro espíritu democrático es tan
accesible a los altos postulados de igualdad y de libertad ... Ahora se propone
una ley que le asignará la atribución de elegir y ser elegida en los comicios
de los gobiernos departamentales, escuela primaria de experiencia democrática.
Y es a la mujer a quien le toca, en tales circunstancias promisoras, que
determinarán una alta conquista, capaz de singularizarnos de nuevo, con
prestigio, entre los países avanzados de América”.[9]
También debemos de mencionar el Proyecto
de Ley de Baltasar Brum de 1921 por el
cual se establecía el derecho de la mujer al voto pasivo y activo,
pretendiendo la igualdad civil y política entre la mujer y el hombre.
[2] Discurso
pronunciado, por la Srta. Rosa Larghero, en el Club Fomento de Educación. El Espíritu Nuevo. Marzo, 30 de 1879.
[4] Protección de la mujer. El salario de la
mujer casada. El Día. Marzo, 4 de
1910.
[5] Cassina
de Nogara, Alba- Hacia una democracia
integral. Apuntes para una historia del feminismo en Uruguay. Montevideo.
1990. págs. 46-48.
[6] En defensa de la mujer. El Día. Marzo, 18 de 1912.
[7] En defensa de la mujer. El Día. Marzo, 26 de 1912.
[8] En defensa de la mujer. El Día. Abril, 3 de 1912.
[9] La mujer y el gobierno local. El Día. Diciembre, 11 de 1918.
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