L -
COOPERATIVISMO - SINDICALISMO - MUTUALISMO
E
|
l movimiento cooperativista es uno de los
más importantes de Europa en el siglo XIX desde el punto de vista social y
económico. Es casi exclusivamente una corriente de la clase obrera y en algunas
ocasiones de los trabajadores rurales, no llegándose a extender a la clase
media.
En 1895 el arzobispo de Montevideo, Mariano
Soler, en su Pastoral sobre “La
Cuestión Social”, marcaba la necesidad de promover cooperativas de
producción, crédito y consumo. Las cuales se llevarían adelante a imagen y semejanza
de las europeas.
Sin ninguna duda la acción social de la
Iglesia en este tema fue importantísima, en los Congresos y Asambleas:
-Segundo
Congreso de los Círculos Católicos de Obreros (agosto-octubre de 1902): “Cooperativas de ahorro y crédito” por
el Dr. Elbio Fernández. Dentro de dicho Congreso se resolvió la fundación de
Bancos de Anticipos, Bancos Populares y Cajas Rurales, es así que comienzan a
nacer la Caja Obrera (1905) en Montevideo y las Cajas Populares de Pando
(1907), San José (1909), Trinidad (1913), Durazno (1914). Esta experiencia fue
compartida por el Banco República.
-Primera
Semana Social del Uruguay (noviembre de 1912): “Sindicatos agrícolas. Condiciones religiosas, morales y económicas de
nuestra agricultura. Funcionamiento de los sindicatos” por el Pbro. Fernando
Damiani. “Las Cajas Rurales” por el
Dr. Miguel Perea.[1]
Por su parte la Federación Rural, no veía con malos ojos este movimiento. Por
ejemplo dentro del numeral catorce de su acción económica-social establecía: “Dedica especial atención al fomento de las
sociedades cooperativas para la explotación de las pequeñas industrias rurales”.[2]
Mientras tanto los partidos también
colaboraban con el cooperativismo: sin duda la Unión Cívica lo llevó adelante, el Partido Nacional bregó por el desarrollo de dicho movimiento
influido por la doctrina social-cristiana, y el batllismo también lo apoyará
por intermedio de algunas iniciativas, la fundación de cooperativas de consumo
y también impulsará cooperativas agropecuarias según el modelo norteamericano.
Es así que Eduardo Acevedo Álvarez veía: “Sólo
deseo destacar, por las proyecciones que puede
tener sobre nuestra agricultura el movimiento cooperativista que en los
últimos años ha tomado incremento en los
Estados del Oeste de la Unión Americana...
Todos
los beneficios que surgen de las cooperativas deben llegar también al Uruguay.
Pero la obra de propaganda no es suficiente.
Es
preciso que el Estado colabore en la Formación de esos institutos y adelante
una parte del capital a dichas organizaciones.
Cuando
las cooperativas están en auge en nuestra campaña, y gracias a su acción
puedan los granjeros producir mejor y vender a más altos precios, entonces esas
sociedades devolverán al Estado el capital adelantado que permitirá iniciar
nuevas instituciones de esa naturaleza”.[3]
En 1923 el diputado Gabriel Terra señalaba cual debía de ser el papel del
cooperativismo en el desarrollo social: “Por
un lado el cooperativismo trata de hacer desaparecer esas miserias, no
encontrando, como el socialismo, al obrero desamparado ante el salario
solamente; no provocando la lucha de clases sociales, -la clase media, que también sufre, y sufre
tanto como la clase proletaria- explotados en el momento que consume la
riqueza...
La
escuela marxista, la escuela socialista avanzada, quieren socializar los medios
de producción en una forma violenta. Los extremistas, que son los que dominan,
no indemnizando a los actuales propietarios su riqueza, bien adquirida muchas
veces por el trabajo, por el esfuerzo propio, o por el esfuerzo hermanado de
los antepasados.
La
fórmula cooperativa resuelve ese problema de la socialización de los medios de
producción, representando lo que hay que respetar: la propiedad justa y
legítimamente adquirida”.[4]
Algunos casos que podemos estar mencionado
son:
1910- 54 accionistas agricultores
constituyen la “S.A. COOPERATIVA NUEVA PALMIRA”, en los rubros de tienda, almacén,
ferretería y maquinaría agrícola.
1917- 10 viticultores de la zona de Colón,
crearon la “SOCIEDAD COOPERATIVA REGIONAL DE VITICULTORES”.
1920- Instituto Nacional Cooperativo,
presentado por el Ministro del Interior, Gabriel Terra, su radio de acción eran
los empleados públicos; cooperación de consumo.
1922- en Paysandú se creó el primer “Sindicato
Agrícola Cristiano”.
1923- un grupo de agricultores piamonteses
de Soriano constituyen “SOCIEDAD COOPERATIVA DE CAÑADA NETO”,
en los rubros de panadería, almacén, tienda, bolsas de hilos, ferretería y
compra de frutos.
-“SOCIEDAD SALADERIL SALTEÑA”.
-un proyecto sobre régimen legal de las
sociedades cooperativas, por el diputado Dr. César Mayo Gutiérrez.
-en noviembre el Consejo Nacional de
Administración, presenta el proyecto de ley por el cual se creaba el Instituto
Cooperativo Rural.
1924- el 31 de julio proyecto de monopolio
del alcohol y cooperativas de administración mixta, presentada por los
representantes Don Gilberto García y Dr. Manuel Albo.
-octubre, proyecto de los diputados Sres.
Simón Amighetti e Isaías Ximénez sobre fomento de las cooperativas.
1926- 3 de mayo, ley general de cooperativas,
proyecto del diputado Sr. Gilberto García Selgas.
-11 de octubre, cooperativas de consumo
del Banco Hipotecario, proyecto de Ricardo Cossio.
1927- Sociedades cooperativas
distributivas, proyecto del Dr. Arturo Lerena Acevedo.
Para muchos de los núcleos el
cooperativismo es simplemente un método práctico para abaratar el costo de la
existencia diaria. Muchos de sus activistas sostuvieron que no sólo era social
y económico, sino también lo era político. Se aspiraba a una República en la
que productores y consumidores organizados en asociaciones voluntarias,
controlasen la producción y el consumo.
Se podría llegar a tal idea, sin
revoluciones y sin la intervención del Estado, siendo el camino el desarrollo
de la libre iniciativa de los hombres trabajando en asociaciones voluntarias.
Batlle postula la necesidad de que se
constituyeran asociaciones gremiales, tanto de productores, de empleados como
de obreros, entendiendo que en ellas radicaría uno de los métodos de mayor
eficacia y trascendencia en el plano de la lucha por un mayor bienestar.
Para ir modificando el orden social
vigente, el batllismo propugna la difusión de las prácticas cooperativas.
Advierte, empero, que dejado libremente la tarea al solo impulso de la clase
trabajadora, difícilmente ha de progresar. Esta tarea le incumbe al Estado y
debe propulsar el movimiento de cooperación aportando los recursos necesarios y
estimulando a los distintos gremios hacia la acción constructiva.
El Estado ha de alentar a los productores
para que se agrupen, para que elijan su comisión Directiva, para que organice
una Caja sobre la base de pequeños aportes. Hay que impulsar al agricultor, al
pequeño estanciero, y, en general, a los demás productores asociados.
El sistema cooperativo puede ser, en suma,
un método que contribuya a la mejor distribución de la riqueza, máxime si el
Estado la protege con la energía coactiva de que él dispone. También en este
sentido, el batllismo aspira a extender la zona de influencia estatal.
En las fuentes de inspiración de Batlle
especialmente en el krausismo, uno de
los autores, Arhens se manifestaba a
favor del cooperativismo. “La asociación
industrial, agrícola o comercial, para ser completa, integral, exige, pues, que
todos sus miembros participen de ella por el capital, por el trabajo y por la
parte que toman en la constitución e intervención de la administración. Tal es
por lo menos el ideal propuesto al movimiento económico, que no se conseguirá
de golpe y ni se dejará forzar por ninguna medida ni intervención del Estado,
pero que se realizará lentamente, a medida que la clase obrera avanza en la
cultura intelectual y moral. Las asociaciones, en el orden industrial y
agrícola sociedades productivas o cooperativas por excelencia, resolverán
mejor en la práctica las controversias teóricas que han de subsistir todavía
por largo tiempo sobre las nociones del capital y del trabajo, y sobre sus
relaciones en punto a la producción y la
distribución de los bienes...
El
derecho de fundar una asociación se deriva inmediatamente del fin racional que
tiene a alcanzar, que debe ser, por consecuencia, independiente de la
autorización previa de un poder administrativo cualquiera; es, pues, una ley
que debe fijar las condiciones generales bajo las cuales puede ejercerse la
facultad de asociación por todos los miembros del Estado. Una ley semejante
debe sentar igualmente los principios generales según los que deben
establecerse las relaciones principales entre todas las partes de una
asociación, entre los directores o administradores y los accionistas, por lo
que respecta a la elección, a la gestión de los negocios, etc. Como un nuevo
género enteramente particular de asociación tiende a constituirse en las
sociedades cooperativas de producción, nuevas relaciones suscitarán nuevos problemas
que el derecho resolverá según los principios de humanidad y de igualdad ...
En todos los casos la ley debe favorecer cuanto sea posible el ejercicio del
derecho de asociación, porque ésta es a la vez una importante palanca moral que
combina el interés individual con el interés común, y despierta frecuentemente
los nobles móviles de auxilio, de benevolencia, de desinterés, y porque es
también una de las condiciones principales de progreso pacífico y de una
reconstrucción del orden social por grupos coherentes y asociaciones libres
cooperativas”.[5]
La primera organización obrera uruguaya de
que tenemos noticia es de 1865, y corresponde a los obreros tipográficos que
se coaligan especialmente con propósitos mutualistas. Esta fecha corresponde
en toda América Latina con la formación de sociedades similares: la sociedad “Tipográfica” de Chile de 1853 es la
primera y la última es la “Unión
Tipográfica” de Buenos Aires en 1878.
Otras organizaciones:
-Centro
de Almaceneros Minoristas (1892)
-Liga
de Propietarios Urbanos de Montevideo (1905)
-Liga
de Defensa del Comercio Minorista (1916)
Por otro lado la Liga Rural y Cámara de
Industria.
El cónsul general en el Brasil por parte
de nuestro país, el señor Bernárdez,
se detendrá a ver la marcha de las ideas cooperativas en el vecino estado. “La idea de la agremiación cooperativa con
fines económicos y sociales, que tan extraordinarios proyectos están haciendo
en todos los países civilizados, viene de cierto tiempo a esta parte
propagándose en distintas regiones del Brasil... El Ministro de Agricultura
Federal ha promovido en este rubro una obra de gobierno seria y profunda, organizando
una dirección del cooperativismo que, más que de otra cosa, se cuida de
orientar las iniciativas, sugeridas a veces, ilustrarlas siempre en sus
relaciones con la legislación y evitarles insucesos por los medios posibles. A
esta acción directriz y discretamente tutelar, ha acompañado una propaganda de
hechos sobre el terreno, en varias regiones donde el pensamiento cooperativista
ha aparecido con ostensible capacidad para traducirse en fórmula positiva”.[6]
El órgano de prensa “La Defensa Comercial” establecía sus inquietudes ante las próximas
elecciones: “Una vez más todavía se
realizarán en la República las elecciones generales sin que los ciudadanos que
son miembros del comercio o de la industria intervengan en ellas haciendo valer
ese carácter... Está bien que el comerciante o industrial que prefiera un
partido político a su profesión vote con aquél; pero habrá muchísimos otros
industriales o comerciantes para los cuales su profesión y sus intereses
legítimos están antes que las ideas políticas... Y estos últimos también tienen
indiscutible derecho a emplear su voto en una jornada de la cual deriva,
incuestionablemente, todo el porvenir del país”.[7]
Los resultados electorales del 30 de
noviembre de 1919 depararon: Unión
Democrática 686 votos en Montevideo lo que equivale al 1.20%; en el resto
del país cero voto, lo que determina que obtuvo el 0.35% de los voto emitidos,
no llegando a obtener ni una banca.
En 1923, ante la dificultades que estaba
viviendo el medio rural, Ernesto A. Bauzá
establecía en El Día: “Y Francia multiplica a diario sus
cooperativas y lo que sucede en Francia se repite en el rincón más apartado del
mundo una vez que el verbo cooperativo muestre hasta donde la fusión de los
productores o consumidores es capaz de hacer sentir su acción benéfica
abaratando la vida, regulando beneficios; nace la cooperación de necesidades
imperiosas que nada ni nadie puede colmar en mejor forma que los propios
interesados, de necesidades permanentes y sin la más mínima solución de
continuidad siendo con justicia que Cheysson, buscando la más neta
diferenciación entre mutualismo y cooperación, decía la mutualidad se aplica a
resolver las crisis de la familia, mientras que la cooperación actúa dentro
del funcionamiento normal de aquélla; la primera ópera en un terreno
patológico, mientras que la última juega su rol en un territorio fisiológico
por completo, en una palabra, mientras la mutualidad sería un expediente del
dominio de la terapéutica, la cooperación entra en el orden de la higiene
social...
...Y
estas perspectivas se vuelven más netas cuando analizamos el movimiento
cooperativo mundial que se opera al presente, movimiento nacional e
internacional, vinculando los individuos y las sociedades, dando origen a la
cooperación en segundo grado o aparentando el nacimiento de la cooperativa
integral, etc.
Si
la cooperativa es una empresa colectiva integrada por aquellos que son heridos
en la repartición de la riqueza surgiendo a la vida con la intención de
restablecer el equilibrio distributivo, si son ellas instituciones sociales
cuyo fin es hacer obtener a sus participantes la más fuerte remuneración a su
trabajo (producción, mano de obra, etc.), eligiendo como medio la unión de los
elementos deseosos de procurarse aquella ventaja, si el principio esencial en
el régimen cooperativo es el principio distributivo, si en ningún organismo,
mejor que en los de este género se contempla más equitativamente los intereses
de todos (minucidad del voto en las asambleas con independencia del número de
acciones que se posea, afectación de los beneficios a prorrateo del aporte de
operaciones, etc.), ¿qué puede oponerse a una vasta campaña en favor de la
fundación de cooperativas, elementos básicos de nuestra independización
económica?”
[8]
Gabriel Terra siendo diputado por Durazno
presentará en la Cámara un proyecto de ley sobre la cooperativa agraria:
“Artículo
1º. Las Comisiones de Ganadería y Agricultura del Cuerpo Legislativo, la
Asociación Rural y Federación Rural, con la cooperación del Ministerio de
Industria, provocarán la asociación de todos los elementos productores del
país, ganaderos y agricultores, para formar “La Cooperativa Agraria de la
República”.
Art.
2º. Será misión de La Cooperativa Agraria de La República:
a)
La defensa
permanente de las industrias.
b)
Reglamentar la
venta de los productos de la ganadería y de la agricultura en Tabladas y
Mercados, proponiendo al P. E. periódicamente, y si es posible en combinación
con representaciones de la industria en los países, las bases del impuesto
sobre la desvalorización.
c)
La fundación y
prestigio del Frigorífico Nacional.
d)
La fundación y
prestigio del Banco Ganadero Agrícola e Industrial, o la formación de una
sección principal e independiente en el Banco Hipotecario, con recursos propios
de ese Instituto, que llene esas primordiales aspiraciones de crédito a las
industrias con toda la intensidad que permitiere la actualidad económica.
Art.
3º Como primer recurso para la organización de la Cooperativa Agraria de la
República, créase un impuesto de un centésimo por hectárea de campo, que se
llamará el “Impuesto de la Defensa”, y que
se cobrará conjuntamente con la Contribución rural, en las planillas
impagas, y se exigirá por separado a los que hayan pago el impuesto”.[9]
Al año siguiente siendo Ministro, Terra
propone la creación de cooperativas para los funcionarios públicos debido a su
difícil situación económica por la cual estaban atravesando: “La solución se encuentra en la organización
de cooperativas. La compra en gran escala, la supresión de los intermediarios,
la reducción de los gastos suntuarios o de propaganda, permite suministrar a
los asociados los artículos necesarios con una economía tan grande que en
realidad les produce los mismos resultados que si fueran acreditados a sus
sueldos”.[10]
El Ministro Gabriel Terra, en 1925
establecía: “...El cooperativismo, en un
sentido amplio, lo define uno de sus apóstoles, profesor de la Universidad de
París, que se ha constituido en un propagandista entusiasta, formando gran
número de discípulos -Carlos Gide-, diciendo que es un organismo en que un
número de personas, sintiendo las mismas necesidades, se asocia, y por medios
colectivos, trata de obtener transacciones en mejor forma de las que podrían
resultar de los medios individuales.
¿Cuál
es el fin del cooperativismo? Es suprimir el beneficio, es suprimir la ganancia
del intermediario, es ir al justo precio.
El
cooperativismo es la única fórmula científica de abaratar la vida. Nosotros
hemos puesto en práctica algo que está en las legislaciones europeas: las leyes
que se llaman de subsistencia; es decir, que dan a los gobiernos y a los municipios
la facultad de señalar el precio a los artículos”.[11]
En reportaje realizado al ingeniero Arturo Abella, jefe de la Sección
Crédito Rural del Banco República establecía: “...es importante hacer notar que, partiendo de la simple sociedad,
comisión de fomento o asociación rural, como las que funcionan en el Uruguay,
puede constituirse agrupaciones netamente económicas para los fines
siguientes: crédito, venta en común, compra en común (consumos), seguros y
producción.
La
cooperación con un fin puramente “social”
trae el desarrollo cooperativo de alguna de esas finalidades y puede decirse,
en general, que de una forma cooperativa es posible también derivar otras no
menos importantes.
A mi
juicio el movimiento cooperativo en los países del Río de la Plata deberá
orientarse en el sentido de utilizar las fórmulas de responsabilidad limitada…”.[12]
En la década del 20, Julio Mª Sosa realiza dos viajes a Europa, en los cuales se conecta con Albert Tomas, secretario de la Oficina Internacional del Trabajo. Por
otra parte Sosa fue el representante por nuestro país ante la Conferencia de la Organización Internacional
del Trabajo (Suiza) en 1927.
Concentrémonos en el interés de Sosa por el cooperativismo siendo él quien
más se destaque en esta corriente: “Vivimos
en plena época de cooperativismo. El esfuerzo individual es anodino y oneroso.
No se confunde esto con el “soviet” o con el “trust”. Yo he recorrido
Dinamarca, Holanda, Italia y Francia. He
querido comprobar “de visu” lo que dicen las revistas y los libros.
Ningún agricultor y ningún ganadero proceden por su sola cuenta en cuanto a su
producción. Los sindicatos o cooperativas en cada localidad están a cargo de la
colocación de los productos según su naturaleza. La cooperativa agrícola, la
cooperativa frutícola, la cooperativa del cuero, la cooperativa de la lana, la
cooperativa del aceite y hasta de las flores en muchos casos, sobre todo en Holanda y en Bélgica, donde por el calor
de estufas o cañerías, se cultiva en invierno, por ejemplo, lo que es propio
del verano. Los productores se agremian, se ayudan, se organizan, con cajas
comunes y créditos colectivos, con depósito y silo, molinos, y hasta fábricas
de transformación, no pocas veces para ser a la vez productores y vendedores,
sino intermediarios, que disminuyan o rebajen el margen de ganancias. Los
hombres que dirigen esos sindicatos o cooperativas están en contacto por medio
de agentes de gran competencia, con los mercados de consumo directos, con los
compradores, y vigilan las oscilaciones de los precios y saben cuándo debe
salirse y cuándo debe esperarse. El productor no se apura porque la caja de
créditos de la cooperativa lo auxilia, pero tampoco especula con posibilidades
ulteriores desde que conoce perfectamente la elasticidad y la rigidez del
mercado, según la ley que tantas veces nosotros olvidamos, de la oferta y la
demanda y hasta la situación misma de la industria... todo se hace en base de
cooperación, de mutualidad, de apoyo recíproco entre los productores. La
solidaridad reemplaza a la individualidad... Pero cómo es que no han
prosperado las cooperativas para explotar el negocio (la remolacha azucarera) y
otros en gran escala en diversas regiones propicias del país sobre las
carreteras o ferrocarriles? ¿Qué, necesitan estímulos? Otórguense ampliamente.
Esa es la misión del gobierno, más resolutiva y más fecunda. Cómo
transformaríamos el país en pocos años, cómo lo poblaríamos, cómo lo
enriqueceríamos, cómo propiciaríamos nuestra independencia económica!
Hay
que fomentar asimismo, la formación de la chacra y de la granja con una serie
de pequeñas industrias derivadas, todo sobre la base de cooperativas de
producción y de comercio, Caja de Crédito, Usinas locales, etc., etc. El
secreto de la prosperidad de la campaña francesa y de la campaña italiana, por
ejemplo, es ese enorme desenvolvimiento de la cooperación que ahorra gastos,
que suprime intermediarios, que hace de cada agricultor modesto el dueño y el
árbitro, realmente, de sus negocios, condicionados a asesoramientos técnicos
de invalorables proyecciones económicas. El labrador aislado no avanza. La
asociación de labradores asegura y
mejora incesantemente el bienestar. ¿Por qué no hemos de poder ensayarlo
nosotros, no sólo en la agricultura, sino también en la ganadería?”.[13]
[1] Jacob, Raúl- El cooperativismo agropecuario: génesis y debate ideológico. Montevideo.
1984. págs. 14-15.
[2] Revista de la Federación Rural Nº 5.
Octubre de 1918. pág. 73.
[3] El Día. número Extraordinario. Junio, 30
de 1928.
[4] Terra, Gabriel- Instituto Cooperativas de la República. Montevideo. 1931. págs.
8-17.
[5] Varios- Krause - Tiberghien. Estudios y selección de textos. Montevideo.
1988. pág. 210.
[6] El mutualismo en el Brasil. El Día. Enero, 7 de 1914.
[7] Las próximas elecciones. La Defensa Comercial. Enero, 6 de 1917.
[8] Cooperativismo agrario. El Día. Febrero, 19 de 1923.
[9] La Cooperativa Agraria. El Día. Abril, 3 de 1923.
[10] Cooperativas. El Día. Agosto, 13 de 1924.
[11] Terra, Gabriel- Cooperativismo y socialismo. Subdivisión de la tierra. Montevideo.
1921. págs. 7-80.
[12] Los sindicatos agrícolas. El Día. Diciembre, 9 de 1924.
[13] Fernández Prando- Op. Cit. págs. 83-84.
No hay comentarios:
Publicar un comentario