viernes, 29 de mayo de 2015

¿QUE ES EL BATLLISMO? III SOCIALISMO

C - SOCIALISMO
L
os sectores conservadores de la sociedad tenían buena razón para desconfiar del Batllismo radical y del Partido Socialista, ya que éstos son los que llevan adelante la iniciativa de un crecimiento tentacular del poder del Estado como medio de forjar soluciones en beneficio de  los más desamparados, por otra parte se suman las propuestas de la desaparición del latifundio y de los monopolios extra­njeros.

Pero más desconfiaban cuando los propios integrantes del batllismo  en más de una oportunidad lo definían a éste como "socialismo sin bandera" o "socialismo de Estado". El período de Batlle y Viera fue tildado por los blancos de "gobierno socialista-militarista".

El hecho de defender ambos grupos ideas en común no impidió realmente una identificación total entre ellos. Es así que la preocupación por la "cuestión obrera" del bat­llismo fue similar al programa mínimo de 1911; otro aspecto a resaltar fue el antilatifundismo, pero en el batllismo esto podría ser visto como la continuidad de la postura antipastoril de los doctores colorados del siglo pasado. Luchaban contra el mismo enemigo, el latifundio y el mono­polio de los extranjeros.
A partir de estos puntos en común no se puede estable­cer que hombres como Batlle, Domingo Arena o Mateo Magariño Veira sean socialistas o que Emilio Frugoni sea batllista. Claro que había elementos que los distanciaban: para los socialistas el motor de la historia estaba en la "lucha de clases", lo que el batllismo rechazaba rotundamente; además el batllismo se dirigió a todo el espectro de la sociedad, mientras que el socialismo tiene una vía  unilateral, el proletariado.

Pero entre ellos en más de una ocasión se fundían los intereses y se dejaba de lado la división partidaria. Así lo veía Emilio Frugoni, por ejemplo, al conmemorarse el décimo aniversario de la desaparición de Domingo Arena (1949) en el Ateneo: "Yo no traigo a este acto una emoción política. Traigo una emoción de amigo que nunca pudo ver en Domingo Arena un hombre de otras filas, sino más bien un miembro de una misma familia espiritual dispersa en diver­sos planos de la lucha, que al fin de cada jornada en que habían andado los componentes de una familia bregando por caminos distintos o cercanos, se reunían en torno de la misma mesa convivia ... a la hora de las pláticas y confi­dencias fraternales, en el seno apacible de la imperturba­ble amistad, para contarse sus críticas, sus sueños, sus afanes, sus andanzas, sus esperanzas y sus desengaños".[1]

1 - La propuesta socialista
En el programa socialista de 1911 se establecía:

-reforma laboral: prohibición de trabajar a los menores de 14 años;
-jornada de ocho horas;
-prohibición del trabajo nocturno;
-descanso semanal;
-responsabilidad paternal y garantía del Estado en accidentes de trabajo;
-pensiones a la vejez y la invalidez;
-reglamentación de la higiene de las fábricas;
-reglamentación del trabajo a domicilio;
-salario mínimo legal;
-reglamentación de la higiene del trabajo rural.
-educacionales: instrucción laica, obligatoria y gra­tuita para escolares;
-escuelas nocturnas para adultos;
-cursos universitarios nocturnos;
-reforma agraria: abolición de impuestos para la pro­ducción pecuaria;
-abolición contribución directa para pequeños propietarios;
-indemnización por mejoras a los arrendatarios;
-expropiación de tierras que rodean las ciudades para entregarlas a la agricultura;
-tierras fiscales para agricultura;
-inembargabilidad de los productos agrícolas;
-cambios jurídicos: igualdad civil para ambos sexos;
-igualdad civil para hijos legítimos e ilegítimos;
-investigación de la paternidad;
-régimen penitenciario por colonias penales.
-políticos: separación de la Iglesia y el Estado;
-referéndum;
-sufragio universal, incluso femenino;
-mandato imperativo;
-municipios autónomos;
-reforma tributaria: impuesto progresivo sobre el valor de la tierra;
-exoneración de contribución directa a casas de obreros;
-reforma militar: abolición de la justicia militar.

Estos fueron los puntos en común, dentro del programa, quedan algunos en los cuales hay ciertas diferencias: en 11 postulados se llega a un acuerdo parcial y solamente en cuatro se da el enfrentamiento preciso y definido.

A nivel parlamentario se dio la coincidencia entre ambos.

CUADRO Nº 20
COINCIDENCIAS PARLAMENTARIAS ENTRE
EL SOCIALISMO Y EL BATLLISMO

SOCIALISMO             BATLLISMO
     
1911
-vota el monopolio estatal de los seguros.

1912
-crear Consejos de Salarios a para fijar el mínimo aplicable a cada categoría de      trabajos sometidos a   su jurisdicción (abril).              
-apoya el proyecto laboral de las 8 horas.
-es sometida en 1916, partir de la aplicación de la ley de las 8  horas, donde algunos patrones rebajan el sala rio a los trabajadores.
1913
-un millón de pesos a  fin de construcción de  casas para los obreros (agosto). 
-establecía la prohibición    del trabajo a menores  de 14 años,  reducción de  la           jornada para menores de 16   y 19, dos meses de descanso para la mujer embaraza-    da que tuviera por  dar  a  luz con un subsidio de  70      pesos  entregados  por  el       Estado, creación de cantinas escolares para dar  el almuerzo a los  niños  que                       solicitaran, etc. (nov/dic).
-proyecto donde desgrava  el suelo y los baldíos con una  escala progresiva en Montevideo.                 


-Frugoni se declara georgista, defendía el impuesto único a la tierra, como lo más justo en lo social y económicamente vigorizante. El latifundio causante de  los males  del país.
-un proyecto similar  había presentado P.  Cosio en junio de 1911, siendo diputado.
-se aprueban las disposiciones generales  y  se agrega,  la  obligación para los establecimientos en que trabajan mujeres  o  empleadas  de disponer del número suficiente de sillas (Ley en 1918). Además en las fábricas se  establecía "alojamiento de los niños de pecho durante las horas de trabajo". No es aprobada en el Senado.


-en 1914 el proyecto   de contribución  inmobiliaria para Montevideo elaborado por Batlle  y  su Ministro de Hacienda, P.                                           Cosio, donde  se  recoge las ideas claves de Emilio Frugoni.
-el batllismo se  proclama georgista por  intermedio José Serrato (Ministro de Hacienda).

      
Una de las iniciativas en que coincidieron ambos parti­dos fue el proyecto presentado por Frugoni respecto a las mujeres y los niños: "Quedó por fin, terminada la discusión a que diera lugar el proyecto de ley sobre mujeres y niños.

La Comisión de Trabajo introdujo algunas modificaciones en el articulado que prohibía la venta callejera a los menores de 14 años.



Este artículo fue largamente debatido. Lo atacaron los diputados Etchevest, Martínez, Thedy y Aragón y Echart, defendiéndolo los diputados señores Salterain, Sosa, Areco y Frugoni".[2]

Emilio Frugoni
Ese mismo día parece el siguiente artículo "El ideal socialista": "Proteger a los humildes, disminuir las injus­ticias, procurar a los pobres alguna satisfacción intelec­tual y moral; hacer al hombre menos egoísta, elevarlo sobre su propio interés, induciéndole a cooperar en la conquista del bien para todos, esparcir en torno suyo sentimientos de humanidad y de fraternidad, suavizar en lo posible las desigualdades; hacer que la propiedad sea para todos: este es el ideal del verdadero socialista".[3]

No todo era armonía. Los socialistas entendían  "blan­da" la política financiera del batllismo, ya que no gravaba al privilegiado (latifundista, grandes capitales) para financiar los nuevos entes estatales como el Banco de Seguro, el Hipotecario, etc. Entendía que eran las clases populares quienes terminaban pagando el crecimento estatal por intermedio de impuestos indirectos.

En su programa mínimo proponían la reforma   tributaria,     -la cual debería de atacar el impuesto progresivo sobre el valor de la  tierra-; la abolición de los impuestos de consumo y de las gabelas municipales y la exoneración de la contribución directa para las casas de los obreros.

La propuesta de reforma agraria apuntaba a la limita­ción del número de hectáreas que puede tener cada propieta­rio y establecía la obligación por parte de los actuales dueños, dentro de un plazo determinado, de que las tierras no cultivadas cuyo valor excediera las necesidades del progreso social fueran repartidas.

Cada uno de ellos veía de diferente forma el relaciona­miento con el Estado. Los batllistas entendían prioritaria la industrialización del país y para ello aplicarán el pro­teccionismo. En cambio los socialistas por el costo de vida bajo, defienden la rebaja de los derechos aduaneros. Uno estaba en el gobierno y necesitaba lograr la alianza con los industriales, mientras que el socialismo fuera de la esfera de gobierno, no tenía necesidad de comprometerse con los industriales.

Otro punto de enfrentamiento fue la no aceptación por parte del batllismo de la huelga de los funcionarios públi­cos, lo que marcará una diferencia con el socialismo.

En contrapartida el Partido Socialista entendía como necesidad la etapa histórica que estaba llevando a cabo el batllismo. Dado el poco peso del Partido Socialista en el respaldo electoral, intentaba proyectarse en los "viejos partidos" ya que éstos dieron las concesiones al proleta­riado. Además veían en Batlle el hombre que podía llevar adelante tales planes tan atrevidos de reforma.



Antes de su viaje a Europa de 1907 Batlle mantuvo una conversación con el diputado socialista argentino Alfredo Palacios; establece Milton Vanger: "El señor Batlle le dijo al Dr. Palacios que no sabía si él era socialista, que su vida había sido de lucha, y ello no le había permitido estudiar profundamente la cuestión. Sin embargo, dijo el señor Batlle y Ordóñez, yo he sido, desde la cátedra, un enemigo del individualismo absoluto, y más de una vez he tratado de poner en práctica ideas socialistas que me parecen muy aceptables". [4]

El batllismo como partido buscó la conquista del elec­torado obrero, compitiendo, en teoría, con el Partido Socialista. Es así que Feliciano Viera establecía en 1913: "La evolución sufrida por el Partido Colorado ha hecho virtualmente innecesaria la existencia de otros grupos modernos en nuestro país. Es el caso del socialismo, por ejemplo. El Partido Colorado tenía la ventaja sobre el socialismo de que está en posición de llevar a cabo con eficacia práctica los principios humanitarios que son nada más que generosas pero platónicas utopías en este último. Creo que ésta, también, se debe a la influencia de Batlle".[5]

Por su parte el órgano de prensa El Socialista, esta­blecía: "Diez mil colorados, entre los cuales están todos los senadores batllistas, todos los diputados recién elegi­dos, todos los empleados públicos bien colocados, todos los caudillos de barrios y de clubes, acaban de darnos la prueba terminante, concreta, categórica, documentada y firmada, de que el Partido Colorado, pese a la orientación progresista de Batlle, es un partido puramente burgués.

La prueba inequívoca de cuanto decimos, la da el mani­fiesto que acaba de publicarse, ...en el que se proclama la candidatura del Dr. Feliciano Viera a la Presidencia de la República. Ahí, en ese documento memorable, se repiten una a una todas las afirmaciones formuladas por los enemi­gos de la clase obrera".[6]

A lo largo del proceso hubo diferentes trasiegos entre ambos grupos. Así el propio Emilio Frugoni lo establece: "Después de un pasaje muy fugaz por el batllismo, al que fui llevado por los Manini, por los Arenas y, sobre todo, por lo que había de avanzado en el batllismo, abracé las doctrinas del socialismo científico".[7] En la guerra del 04 Frugoni estuvo en filas del ejército gubernamental y defendió la ciudad de Salto del asedio de Aparicio Saravia.

Carlos Sábat Ercasty contaba: "...con Frugoni tuve una larga amistad desde que era estudiante. Era mayor que yo, me llevaba unos 7 años. Dio por algunos años unas brillan­tes clases de literatura que anunciaban ya al ordador que fue. Y aunque yo por origen y por familia era colorado -lo fui siempre- sentía una simpatía grande por el socialismo. Me pidió -de esto hace muchos años- que fuera su candidato a la presidencia, creo que estoy en las listas...

Los conocí (César y Lorenzo Batlle Pacheco) cuando éramos estudiantes y cuando estuve en "El Día", y también allá en la quinta de Piedras Blanca, cuando íbamos a jugar al fútbol. De manera que tuve oportunidad de conocer y tratar a Batlle y Ordóñez. Un día estábamos jugando y casi al final de un partido, aparece don Pepe caminado tranqui­lamente entre las plantas, entre los árboles; algún papel traía en las manos. Al caminar solía escribir, apuntar algo.

Nos vio terminar el partido jugando con gran entusias­mo, entonces fuimos a saludarlo. Recuerdo que nos dijo ese día: "veo que juegan muy bien, está bien que juegen con los pies y que realicen verdaderas proezas, pero el juego principal no lo olviden, es de la cabeza, hacer goles con la cabeza, con el pensamiento". Nos dio una palmada en el hombro y sonrió socarronamente".[8] Un caso contrario es el de Leoncio Lasso de la Vega. Fue muy común entre los inte­lectuales el trasiego, en algunos casos motivados por la búsqueda de una rápida carrera y en otros por desilusiona­dos que pasan a filas del socialismo.

Al dejar la presidencia Batlle se establecía: "Hoy termina la presidencia del señor Batlle y Ordóñez. Pocos gobernantes han sido tan discutidos, ninguno ha inspirado juicios tan apasionados y contradictorios...

Hay en todo esto una evidente exageración. No se debe negar que ha sido un gobierno moderno, animado de un irre­ductible afán de innovar. Ha dado a su gobierno una orien­tación progresista, que se ha señalado sobre todo en la legislación. Gracias a su impulso han prosperado reformas de carácter social y económico avanzadas...

La reforma de la  Constitución ha sido propiciada tam­bién por el señor Batlle, con intenciones progresistas...".[9]

2 - La situación de 1916
En 1916 nuevamente socialistas y batllistas estarán unidos, realizando una alianza objetiva. Los socialistas entendían que el enfrentamiento que se estaba dando era entre "conservadores" y "avanzados", por tanto su opción era apoyar a estos últimos.

La crítica se hizo sentir desde el órgano de prensa "El Socialista", ante la timidez de llevar adelante los princi­pios georgistas, u otras iniciativas del batllismo.



En el plano político el Partido Socialista impulsaba la sustitución del Presidente de la República por una comisión ejecutiva, elegida directamente por el pueblo, de siete miembros electos cada tres años y sometida al Parlamento, el cual podría revocar sus actos o votar su cese; la supre­sión del Senado; la separación de la Iglesia y el Estado, y la supresión de todas las prerrogativas del clero. La instalación del referéndum e iniciativa popular; la reali­zación de la elección proporcional por cociente, voto secreto, sufragio universal sin distinción de sexos.

En lo social se buscaba consolidar los derechos de la clase obrera, como el derecho de huelga; el seguro social por invalidez, ancianidad y desocupación; la indemnización por parte del patrón con garantía estatal a las víctimas de accidentes de trabajo, etc.

"Es necesario desconocer la obra legislativa del Parti­do Colorado para negar la excelencia de las leyes con que ha procurado, con una tenacidad que ha bastado a singulari­zar su acción en el gobierno, elevar el nivel social de las clases obreras y resolver con ecuanimidad y con previsión los eternos conflictos entre el capital y el trabajo...

Se dice que ningún partido tradicional puede atribuirse en nuestro país la representación de las clases trabajado­ras; pero es evidente que si alguna colectividad podría envanecerse de haber hecho en forma eficaz la defensa de los ideales del proletariado, sería la que ha incorporado a nuestros códigos disposiciones previsoras y humanas que reintegran al obrero en la plenitud de sus derechos preser­vándolo de los agotamientos del taller y dándole la posibi­lidad de una vida mejor. El Partido Colorado no se ha limitado a hacer doctrina, ni se ha preocupado de encandi­lar a las masas con los espejismos de una teoría más o menos atrayente: ha hecho algo más positivo: ha dado al país algunas leyes de protección del trabajo que constitu­yen acaso la más hermosa conquista de su legislación".[10]

3 - La visión de Batlle
Se trata de marcar las diferencias entre batllistas y socialistas, entre el voto útil y el voto sin repercusión. El propio Batlle realizará algunas puntualizaciones entre ser socialista y colorado; para firmar esos artículos recurrirá a los seudónimos de Flag y Néstor: "Colorado quiere decir ciudadano o habitante de la República que, recordando las tiranías que han entristecido a los pueblos del Río de la Plata, no quiere que el Partido Nacionalista se haga dueño del país, por temor de que se reproduzcan aquellas tiranías, y tampoco el Partido Católico que puede considerarse como hermano siamés del Partido Nacionalista. Y el Partido Colorado es el conjunto de estos habitantes de la República.

Ahora bien: ¿por qué un socialista que conozca nuestra historia y repudie las tradiciones sangrientas del Partido Nacionalista, no ha de poder afiliarse al nuestro?


El odio a las tiranías lo vincula ya a nosotros. Tam­bién lo vincula a nosotros su desprecio a las absurdas y ridículas fábulas que el catolicismo nos cuenta, y quiere hacernos creer que son misteriosas verdades fundamentales, y a los despotismos que hallan su cimiento en sus embustes.

Y ¿qué lo separaría, entonces, de nosotros? ¿Acaso lo avanzado de nuestras ideas? ... ¿Acaso el que el Partido Colorado haya realizado en nuestro país la tarea del socia­lismo, implantando reformas en favor de los obreros que en los países más avanzados aún están en forma de proyectos?

No sólo se puede ser socialista y colorado a un mismo tiempo, sino que ya es grande el número de socialistas que militan en nuestras filas.

Colorado, verdadero colorado, colorado de nuestra gran agrupación quiere decir: enemigo de las tiranías, amigo de la libertad, obrero incansable en la destrucción de la injusticia que aún domina al mundo".[11]

Dentro de esta mecánica ahora será Néstor quien marcará conceptos: "Por lo pronto, repetimos que el obrerismo de nuestro partido ha hecho tanto en nuestro país por los obreros como lo que han hecho en otros los partidos socia­listas más activos. Y, en este concepto, ha podido decir EL DIA con razón que la necesidad del Partido Socialista no se ha hecho sentir entre nosotros. No se ha hecho sentir, en efecto, porque el obrerismo colorado realizaba la tarea, como la continuará realizando en lo venidero.

Esto podrá disgustar al señor Frugoni. Querría, quizás, haber hecho él lo que ha hecho nuestra agrupación; y, no pudiendo ser así, la favorece con su odio. Un verdadero socialista, un socialista de corazón, no podría dar cabida en su pecho a esos sentimientos. Nos miraría, más bien, con simpatía. Nos agradecería la obra realizada y querría contar con nuestro concurso en el porvenir. Se diría noble­mente a sí mismo: lo que interesa al obrero no es que la obra sea realizada por Fulano o por Mengano, sino que se realice. Y esto es lo que ha hecho el Partido Colorado.

¿Con quiénes podría contar el señor Frugoni en la Cámara para la sanción de sus proyectos? ...¿Con los nacionalistas? ¿Con los vieristas? ¿Con los riveristas? ¿Con la Unión Colorada? ¿Con los católicos? ¿Con la Unión Democrática? No. Con nosotros, a quienes vilipendia. Y, si el señor Frugoni representase en realidad al socialismo del país, no comprometería seriamente su causa, estableciendo una honda separación, por fútiles motivos de amor propio, entre el socialismo y nosotros...".[12]

Por otra parte la obra de Batlle fue bien vista por el representante socialista de Argentina Dr. Alfredo L. Pala­cios, que en carta dirigida a Adolfo Agorio en 1911 esta­blecía: "Antes de ahora, tuve oportunidad de conversar con Vd. respecto del valiente reformador a quien conocí el día que descendió de la Presidencia, en el primer período de gobierno, y entonces le expresé la viva simpatía que siento por ese ciudadano. He seguido con marcado interés la actua­ción de Batlle...

...Veo en él a un hombre fuerte, de firmeza inquebran­table, patriota en la más noble acepción, que rompe viril­mente prejuicios y persigue ideales generosos.

No tengo el culto de los héroes. Sé demasiado que en él, encarna una necesidad histórica, que está modelando la democracia orgánica, orgullo de este continente...

¡Y bien! Batlle, como Sarmiento, es un innovador, y los innovadores, fueron a menudo, lapidados cuando realizaban su obra; rara vez aplaudidos. Esto es sin perjuicio de que después le levantaran estatuas...

Creo sinceramente, mi amigo, que Batlle es el primer estadista de Sud América.

Aquí alguna vez se le ha pintado como un demagogo, como un fanático, algo así como el personaje que pinta Dostoievsky, que entró en una capilla, apagó los ciriales, rompió las imágenes de los santos que adornaban el altar y enseguida las reemplazó por las obras de los filósofos ateos, volviendo a encender con hondo misticismo las luces.

Pero sus detractores bien saben que Batlle no es un fanático. Es un hombre sereno, respetuoso de todas las ideas, que efectúa una hermosa obra de progreso institucio­nal; es un gobernante honrado...

Es un amigo del obrero, del obrero que con su labor tenaz, persistente, crea la grandeza de esa noble tierra uruguaya...".[13]



[1] Frugoni, Emilio- El libro de los elogios. págs. 93-94.
[2] La ley Frugoni. El proyecto sobre mujeres y niños. La Cámara lo sanciona. El Socialista. Enero, 4 de 1914.
[3] El ideal socialista. El Socialista. Enero, 4 de 1914.
[4] Vanger, Milton- Op. cit. El país modelo... pág. 285.
[5] Con el doctor Feliciano Viera. Sus ideas y sus propósitos. Un reportaje al candidato. El Día. Junio, 16 de 1913.
[6] ¡Abajo la máscara! El Socialista. Enero, 4 de 1914.
[7] Barrán, José Pedro - Nahum, Benjamín- Op. cit. Tomo III. pág. 174.
[8] Reportaje de Rubén Castillo- Carlos Sábat Ercasty. Un hombre que vale un siglo. En Correo de los viernes. Octubre, 9 de 1981.
[9] El gobierno que muere... El Socialista. Febrero, 28 de 1915.
[10] El Partido y las leyes obreras. El Día. Marzo, 28 de 1917.
[11] Socialistas y colorados. Ideas de "El Bien Públi­co". El Día. Octubre, 27 de 1919.
[12] Con el Dr. Frugoni. El Día. Noviembre, 10 de 1919.
[13] De Alfredo L. Palacios. La obra social de Batlle. Una carta a Adolfo Agorio. Juicios interesantes. Batlle y Sarmiento. El Día. Junio, 21 de 1911.

viernes, 15 de mayo de 2015

¿QUE ES EL BATLLISMO? IIPROGRESISMO

B - PROGRESISMO
L
a fe en el progreso ha sido la tendencia dominante a lo largo de la historia. La idea de progreso sostiene que la humanidad ha avanzado en el pasado a partir de una situación inicial de primitivismo, barbarie o incluso nulidad y que sigue y seguirá en el futuro.

Podemos establecer dos tendencias dentro de esta co­rriente:

a - Para algunos autores el progreso consiste de hecho en el lento y gradual perfeccionamiento del saber en gene­ral, de los diversos conocimientos técnicos, artísticos y científicos, de las múltiples armas con que el hombre se enfrenta a los problemas que plantea la naturaleza o el esfuerzo humano por vivir en sociedad.

b - Se centra más bien en la situación moral o espiri­tual del hombre en la tierra, en su felicidad, su capacidad para librarse de los tormentos que le infligen la naturale­za y la sociedad. Para esta corriente el objetivo de pro­greso, el criterio del avance, es la consecuencia en la tierra de esas virtudes morales o espirituales y, en último término, el perfeccionamiento cada vez mayor de la natura­leza humana. 

El auge de la idea progresista se encuentra entre 1750-1900, tanto en la mentalidad popular como de los intelec­tuales.

Las ideas dominantes del progreso son: igualdad, justi­cia social, soberanía popular, que dejan de ser anhelos para convertirse en objetivos que los hombres querrán alcanzar aquí en la tierra. También habrá de producirse la secularización de la idea de progreso al desligarse éste de la idea de Dios. 

1 - Progreso como libertad
El Ministro de Luis XVI, Turgot, reflexiona sobre la función y distribución de la riqueza como podemos ver se anticipará incluso a A. Smith. 
  
Un sistema económico basado en la libertad individual, la autonomía del individuo respecto a los derechos y capri­chos gubernamentales, y, sobre todo, la libre empresa.

Por su parte Adam Smith, se destaca por encima de todos como máximo defensor de  la libertad económica individual. El motor del progreso humano, sobre todo del económico, es "el esfuerzo natural que hace cada individuo por mejorar su propia situación".

2 - Progreso como poder
Este enfoque ubica las corrientes que defienden el nacionalismo, el estatismo y también tendencias utópicas y racistas.

Entre los pensadores se destacan: Rousseau, Fichte, Hegel, Saint Simon, Comte, Marx, Gobineau.
En la perspectiva de Hegel, por ejemplo, para alcanzar la verdadera libertad, el individuo necesita adquirir conciencia de sí mismo como parte orgánica del Estado Absoluto.

Para Marx, la dictadura del proletariado era una condi­ción indispensable para el arranque del socialismo y para llevar a cabo bajo éste la reforma del hombre.

Fueron los filósofos e ideólogos del siglo XIX quienes con más fuerza impulsaron la idea de progreso.

El Estado era más que una simple estructura legal y social, era una forma exacta de perfección moral o una especie muy peculiar de libertad, de gracia espiritual o de pureza idealista.

Por su parte Fichte sostenían que, el Estado es el único ente capaz de dar a los individuos las condiciones necesarias para su trabajo. Sólo el Estado está facultado para proteger al individuo, la propiedad, todas las activi­dades económicas; sometiendo tanto estas actividades como a las agrupaciones sociales formadas en torno de ellas a un control, con el fin de lograr una distribución equitativa de todos los medios de subsistencia entre los ciudadanos individuales.

Una última manifestación del progresismo entendía como poder la teoría del racismo, la creencia en que el progre­sismo es algo inseparable de la existencia de determinados grupos sociales históricos.

Los pensadores políticos norteamericanos de la era progresista buscaban una teoría del Estado, de la naturale­za del gobierno, que satisficiera las demandas del realismo modernista y al mismo tiempo, fortaleciera las aspiraciones y estrategias del progresismo. La teoría jurídica del Esta­do, como la llamaba Beard, el concepto de que el Estado estaba formado por "todo el pueblo", era a la vez demasiado conservador para satisfacer las necesidades progresistas de una visión crítica del gobierno, y demasiado abstracto para el anhelo de realidad de los autores progresistas. 

3 - EE.UU.-Uruguay
Progresismo y batllismo son dos corrientes que se extendieron al ámbito político, económico y social, marcan­do una época en sus respectivos países.

Se ubican en la línea de las corrientes reformistas de principios de siglo a nivel mundial, siendo su propuesta cambiar la sociedad.

Podemos establecer puntos en común y diferencias entre ambos movimientos.

Establecer al progresismo y al batllismo como movimien­tos "reformistas", implica la búsqueda de transformación de la sociedad, utilizando como instrumento la ley para lograr tal finalidad.
Para definir el progresismo recurrimos a Hofstadter, el cual lo establece  como un "...impulso general hacia la crítica y el cambio que fue en todas partes visible después de 1900, cuando la anterior potencia corriente de descon­tento agrario fue ampliada y redirigida por el creciente entusismo de la gente de clase media por las reformas económicase y sociales".[1]

Por su parte Grompone, establece que el batllismo "...es ante todo una tendencia ideológica sobre el gobierno y la organización social, características bien definidas y que ajusta a una concepción de problemas nacionales que se van resolviendo por la adaptación a las necesidades del medio, de principios racionales".[2]

Para la historiadora Rodríguez de Baliero: "Ambos movimientos tienen sus raíces en el pasado inmediato. El progresismo es hijo del populismo, nacido a su vez del descontento de los sectores agrícolas y rurales por la situación económica. El populismo, a pesar de tener sus líderes y su órgano de expresión en un partido político, no pudo llevar a cabo ninguna realización concreta, imposibi­lidad práctica superada por el progresismo que plasmó muchas metas del populismo. En Uruguay, los problemas planteados por el batllismo tampoco constituyen una nove­dad...".[3]

En EE.UU. este reformismo parte de la clase media, sector que había crecido enormemente, con la aparición de las corporaciones y  las especializaciones surgidas de la sociedad corporativa.

Los líderes del progresismo se reclutaron principalmen­te entre los abogados, editores de periódicos, industriales independientes y comerciantes.

En Uruguay la diferencia radicó que este fenómeno se originó no en el sector social como en EE.UU., sino en el político. Por lo tanto las reformas partieron del gobierno, del partido político, más bien de la fracción política, que se encontraban en el poder.

Dentro de este proceso,  jugó un papel decisivo la clase media, un sector que caracterizó al Uruguay contempo­ráneo y que es en gran medida producto de ese movimiento.

El progresismo norteamericano adoptó una postura críti­ca frente a las instituciones políticas y económicas, produciéndose las reformas que preconizó a partir de la observación de que el desarrollo económico en los últimos tiempos no armonizaba con la situación política y social del momento. Así podemos analizar:

a - Confusión ética resultante de aplicar el código moral de una sociedad agraria individualista a las realida­des de un orden social altamente industrializado.

b - Control por los trust y monopolio de las riquezas naturales y del trabajo, con la consiguiente explotación de la riqueza social para beneficio privado.

c - Desigual distribución de la riqueza.

d - Crecimiento incontrolado de las ciudades.

e - Quiebra de la honestidad política y del sistema administrativo; existencia de instituciones administrativas anticuadas para resolver los nuevos problemas.[4]

Lo primero que pretendieron atacar los progresistas es lo referente a la reforma de los negocios. Es decir instru­mentar el monopolio por parte del Estado, como forma de frenar a los Rockefeller, Morgan, etc. El presidente Wi­lliam Taft (1909-1913) establecía: "Por espacio de treinta años fuimos testigos de una gigantesca expansión de orden material en nuestro país, en el transcurso de los cuales nos olvidamos a nosotros mismos en medio de la fiebre por fomentar nuestros recursos materiales y hacer de esta nación la más rica del mundo. Alcanzamos este objetivo por medio de la organización y cooperación como principios fundamentales para desarrollar las posibilidades materiales del país. Al estimular la inversión de capitales estuvimos a un paso de hacer que el poder político pasara a manos de quienes manejaban los grandes consorcios de la riqueza nacional, orillando apenas el peligro de ser víctimas de una plutocracia".[5] Este aspecto no lo defenderá la clase media uruguaya, sino el propio gobierno, como forma de retener las riquezas en el país y como forma de lograr la independencia económica.

En segundo lugar los progresistas verán la importancia de hacer frente a las formas más ultrajantes de explotación de la clase trabajadora, lo que comúnmente llamamos la "cuestión social".

Por último, en el plano político, buscaba  restaurar el gobierno popular, como ellos imaginaban que existía en épocas pasadas,  promoviendo una serie de cambios en la mecánica de la vida política.

Para poder concretarse todos estos cambios, el rol protagónico lo debía asumir el Estado. Significaba un cambio de mentalidad, abandonar la filosofía del laissez-faire, la cual regulaba hasta el momento las relaciones entre el sector público y el privado, a favor de una mayor intervención estatal.

El batllismo empieza por lo político, continuando con lo económico para finalizar en lo social. "Así como el progresismo dirigió uno de sus principales frentes de lucha contra los monopolios,...el batllismo dirigió su ataque  contra el sistema de explotación de la tierra  basado en la ganadería extensiva y en el latifundio. Propugnó la idea de transformarlo en pequeñas propiedades dedicadas a la    agricultura. El asentamiento que este cambio provocaría no sólo solucionaría el problema económico y social, sino que redundaría en beneficio de una mayor estabilidad política...

Pero el batllismo también luchó contra los monopolios, representados en el país por el imperio británico... 

Como el progresismo, el batllismo se ocupó también de la "cuestión social" y del problema de los trabajadores, sobre todo ante la creciente ola de huelgas manifestadas a partir de 1895".[6]

El pasaje de aquellos servicios que estaban en manos de los particulares al Estado, se entendía era esencial,  porque el capital privado podía anteponer sus intereses a los públicos, donde tenía que sustituir a las empresas extranjeras que luchaban en desmedro del interés nacional y, por último, sólo el Estado era capaz de actuar como  árbitro en los conflictos entre patronos y trabajadores, en forma tal de no volcar la balanza para un lado u otro.

Una característica en común entre el progresismo y el batllismo es que ambos movimientos son fundamentalmente urbanos, la ideología que los sustentó, sus  impulsores y los líderes que la propagaron provenían de la ciudad.

De las ciudades surgirá la clase media, la cual será la abanderada de este proceso, siendo en nuestro país en muchos casos conducida por el sector político.

Los primeros triunfos importantes de los progresistas comienzan con la presidencia de Theodoro Roosevelt (1901-1909). Entendía que los monopolios eran irreversibles en los nuevos tiempos.
En materia de legislación social se votaron en los primeros 15 años de este siglo más leyes que en ninguna otra época de la historia de los EE.UU.

En lo que se refiere a las realizaciones del batllismo, ya lo hemos visto, en su gran mayoría corresponden a la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez.

"Movimientos ambos de origen urbano, movilizaron en un caso a la clase media y en otro sentaron las bases de su futuro predominio. El reformismo progresista y el batllismo coexistieron con la presencia de ideas socialistas aunque sin confundirse con ellas, pues ambas creyeron posible las reformas dentro de la estructura capitalista y por métodos totalmente ajenos a la violencia.

Creemos, sin embargo, que el batllismo caló más hondo como elemento transformador del orden social que el progre­sismo. Llegó incluso en el plano político a promover y lograr la reforma del régimen político con el estableci­miento del Colegiado, además de obtener, luego de casi un siglo de vigencia, la sanción de una nueva Constitución sin duda en su afán de promover una verdadera democracia polí­tica, pero los progresistas no cuestionan en momento alguno la validez del sistema federal, si bien están de acuerdo en aumentar en ciertos campos las prerrogativas del gobierno central. A parte el hecho de que en el Uruguay se trata más bien de construir una democracia política que, si bien establecida  en los textos constitucionales, nunca había podido funcionar debidamente,  mientras  que en EE.UU. se trata de revitalizar una democracia que ya reinaba en el pasado".[7]




[1] Rodríguez de Baliero, Haydée- Progresismo y bat­llismo un estudio comparativo. En Revista Hoy es Historia. págs. 23-24.
[2] Grompone, Antonio- Op. cit. pág. 81.
[3] Rodríguez de Baliero, Haydée. Op. cit. pág. 24.
[4] Ídem. pág. 25.
[5] Ídem. pág. 26.
[6] Ídem. pág. 28.
[7] Ídem. págs. 34-35.